El 14 de octubre de 2025 no es una fecha cualquiera para los usuarios de Windows 10: es el día en que Microsoft le dirá adiós al soporte de este sistema operativo, dejando a millones de computadoras en un limbo tecnológico. Como ocurrió con Windows 7 en 2020 y Windows 8.1 en 2023, la compañía ha decidido cortar el suministro de actualizaciones de seguridad y asistencia técnica, en lo que parece más un empujón forzado que una simple invitación a la modernidad.
A partir de esa fecha, Windows 10 no dejará de funcionar mágicamente. No habrá pantallas azules de la muerte repentinas ni mensajes de error catastróficos que te prohíban encender tu computadora. Sin embargo, la falta de actualizaciones lo convertirá en un blanco cada vez más jugoso para los ciberdelincuentes y en un sistema operativo desactualizado e incompatible con muchas aplicaciones y programas del futuro cercano. En otras palabras, tu PC funcionará… hasta que deje de ser viable.
¿Qué opciones tienen los usuarios?
Microsoft, con su ya clásica estrategia de renovación forzada, ofrece dos alternativas para quienes no quieran quedarse en la obsolescencia:
- Actualizar a Windows 11, siempre y cuando la computadora en cuestión cumpla con los requisitos mínimos de hardware (y aquí está la trampa). Entre las mejoras prometidas están una interfaz renovada, mayor seguridad y funciones avanzadas de productividad.
- Comprar una PC nueva, porque si tu computadora no es lo suficientemente moderna para Windows 11, la solución más “práctica” es adquirir un dispositivo más reciente que sí lo sea.
La actualización a Windows 11 es gratuita… pero con letra pequeña. No todos los equipos son compatibles, y los que operan en el famoso “modo S” tienen condiciones adicionales que pueden complicar la transición. Microsoft, por supuesto, insiste en que las PC actuales son más seguras, rápidas y eficientes, aunque detrás de esta narrativa hay un claro incentivo comercial para impulsar nuevas ventas.
¿Qué pasa si decido seguir con Windows 10?
Para los valientes que quieran resistir el cambio, las consecuencias son claras:
- No más parches de seguridad, lo que significa que cualquier vulnerabilidad será una puerta abierta para ataques cibernéticos.
- Problemas de compatibilidad, ya que los desarrolladores de software eventualmente dejarán de optimizar sus programas para un sistema operativo sin soporte.
- Sin asistencia técnica de Microsoft, así que cualquier error grave dependerá de la suerte o de la comunidad de usuarios que aún resista.
Microsoft recomienda a quienes no puedan actualizar inmediatamente que realicen copias de seguridad de sus archivos en la nube (OneDrive, claro, porque siempre hay un servicio de la casa que promocionar), mantengan su antivirus al día y eviten software de dudosa procedencia.
¿El final de una era o una estrategia de negocio?
La historia se repite: Windows 7 dejó de recibir soporte en 2020, empujando a los usuarios a Windows 10. Ahora, tres versiones después, la presión vuelve a recaer sobre los consumidores para que migren a Windows 11 o, en el mejor de los casos para Microsoft, compren un equipo nuevo. ¿Innovación o una estrategia de mercado disfrazada de progreso?
Mientras llega la fecha de expiración, millones de usuarios tendrán que tomar una decisión: adaptarse a la modernidad dictada por Microsoft o resistir en un sistema operativo que, aunque seguirá funcionando, será cada vez más vulnerable y limitado. En cualquier caso, la compañía ya dejó claro que el reloj está corriendo, y Windows 10 tiene sus días contados.