Iztapalapa, la alcaldía donde las tradiciones religiosas y festivas nunca pasan desapercibidas, ha decidido imponer su ya clásica Ley Seca, esa medida paternalista que cada año llega como el villano que arruina la fiesta. La razón, según las autoridades, es “garantizar la seguridad y el orden” durante el Carnaval del Pueblo de San Lorenzo Tezonco, una festividad con alta convocatoria que, al parecer, se vuelve incontrolable en cuanto el alcohol entra en escena.
Según lo publicado en la Gaceta Oficial de la Ciudad de México, la prohibición de la venta de bebidas alcohólicas se extenderá desde el 6 de abril hasta el 5 de mayo, afectando a supermercados, vinaterías, tiendas de abarrotes y cualquier establecimiento con licencia para vender alcohol. La restricción operará de 00:00 a 24:00 horas en los días seleccionados, cubriendo las colonias San Lorenzo Tezonco, El Molino Tezonco y Lomas de San Lorenzo.
¿Qué implica la Ley Seca?
Bajo este esquema de “prevención”, las autoridades han decidido que nadie podrá comprar alcohol en envase cerrado, abierto ni al copeo. Es decir, ni para llevar ni para disfrutar en los comercios de la zona, porque nada dice “celebración ordenada” como forzar la sobriedad a toda una comunidad. Sin embargo, como en toda buena historia de prohibiciones, hay una excepción: los restaurantes podrán vender bebidas alcohólicas, siempre y cuando sean acompañadas de alimentos. Así que, si pensabas en echarte una cerveza, más vale que pidas también una sopa para justificarlo.
La medida no es nueva, ni tampoco exclusiva de esta festividad. La Ley Seca es la herramienta favorita de las autoridades para momentos en los que se asume que el consumo de alcohol será sinónimo de descontrol. Y aunque la intención parece ser evitar peleas, disturbios o accidentes, el mensaje implícito es claro: la mejor manera de mantener la paz es sacar de la ecuación la autonomía de los ciudadanos sobre su propio consumo.
Multas para los infractores: el castigo por la insurrección etílica
Para quienes osen desafiar la medida, las consecuencias no serán menores. Multas de hasta $3,394 pesos o, en su defecto, de 12 a 18 horas de trabajo comunitario, serán el precio a pagar por intentar comprar o vender alcohol en los días prohibidos. Y si creías que podrías jugar con la letra pequeña de la ley y hacer una venta discreta, piénsalo dos veces: la vigilancia estará puesta sobre los establecimientos para garantizar que nadie se salga del libreto.
¿Funciona realmente la Ley Seca?
El argumento detrás de la medida es la prevención de incidentes. Se asume que sin alcohol habrá menos peleas, menos riñas y, en general, un ambiente más seguro. Pero esta lógica omite un pequeño detalle: las personas que quieran beber, lo harán de cualquier manera. El mercado negro florece en cada prohibición y la experiencia ha demostrado que estas restricciones no hacen que desaparezca el consumo, solo lo trasladan a espacios menos regulados.
Mientras tanto, los comerciantes que dependen de la venta de alcohol para mantener su negocio en pie verán afectados sus ingresos sin compensación alguna. Y la pregunta de siempre resurge: ¿realmente estas restricciones disminuyen los incidentes, o solo empujan el problema fuera de la vista de las autoridades?
Entre la tradición y la imposición
La Ley Seca en Iztapalapa no es una novedad, pero sigue siendo una medida que genera debate. Por un lado, es comprensible la intención de mantener el orden en un evento multitudinario. Pero por otro, la prohibición total de venta de alcohol parece más una estrategia de control que una solución real al problema del desorden público.
Si realmente se quiere garantizar la seguridad en eventos masivos, sería más efectivo reforzar la vigilancia, establecer protocolos de consumo responsable y evitar que la solución más simple sea la de restringir libertades individuales. Pero claro, eso implicaría más trabajo que simplemente prohibir y multar.
