La Columna J
Apuntes sobre Navidad
Estimado lector de este reconocido medio, deseo que se encuentre bien y que esté disfrutando estos días en compañía de sus seres queridos, muchas gracias por darle lectura a este espacio. Decidí realizar apuntes sobre la Navidad, puesto que me resulta necesario hacer un ejercicio de introspección ante lo que representan estas fechas.
El primer punto que quiero destacar es la dinámica consumista que existe en la sociedad, parecería que estos tiempos están configurados y compaginados con los cierres de ciclo económico de un gran corporativo mundial, y es que el punto criticable es que la gente gasta, gasta, consume y consume, es como una necesidad latente que es motivada por cuestiones meta discursivas que aluden al sentido capitalista e imploran por una sátira de ostentación material. Ciertamente es el momento del año en el que se dan los aguinaldos, y donde las empresas hacen sus cierres, pero si nos detenemos ligeramente a ver el ritmo de las personas, podemos observar y analizar que el tráfico vehicular es desproporcionado, los vuelos y salidas de autobuses a otras ciudades están sobre demandados, todo mundo corre, todos tienen prisa por comprar y envolver. Es evidente que algo se acaba, pero parecería que no volverá a existir.
Tomando como referencia la obra de los filósofos Deluzze y Guattari, podemos aseverar que diciembre y Navidad se pueden identificar como los pretextos perfectos que tiene el capitalismo para poder incentivar y motivar a que la gente gaste sus recursos en torno a una fecha tan especial, la cual es bastante polémica en cuestión de historicidad, pero ese es otro tema. El punto central de este apunte es que la gente ha confundido la gratitud con el obsequio, ha desvinculado la intención con la envoltura de un regalo comprado con una tarjeta de crédito, tal vez ese ejemplo sea afablemente descriptivo al momento que vivimos, en la paradoja de que para el ser humano la naturaleza vale mas muerta que viva.
La Navidad, en su versión contemporánea, ha dejado de ser una celebración de introspección y conexión humana para convertirse en un espectáculo de pretensión material y consumismo desenfrenado. Como diría Gilles Deleuze, “la sociedad de consumo no produce deseos, sino necesidades fabricadas”. Bajo este paradigma, los valores originales de la festividad son desplazados por una obsesión por adquirir objetos que no necesitamos, pero que se nos presentan como indispensables para validar nuestra felicidad y éxito social. Así, la Navidad se convierte en un ritual capitalista donde el brillo de las luces y el tamaño de los regalos importan más que el calor de las relaciones humanas, en una suerte de ilusión que perpetúa la insatisfacción y el vacío existencial. ¿Qué nos queda, entonces, si despojamos a la festividad de su envoltura comercial? Quizás la respuesta esté en replantear nuestras prioridades y recuperar el verdadero espíritu de comunidad que trasciende lo material.
“La verdadera felicidad consiste en disfrutar del presente, sin depender ansiosamente del futuro”.
Otro apunte sobre la Navidad es la necesidad impuesta del tiempo destinado para estar con los familiares, ya que considero que en un ejercicio introspectivo existe un punto de análisis en que todo el año la gente se ocupa de producir, de vender, de consumir, pero únicamente se preocupa con tener supuesto tiempo de calidad con los seres queridos. El tiempo es el recurso más importante y finito que tenemos de manera individual, aunado al sin sentido metafórico de cómo se emplea el tiempo en estos días, resulta ineludible el considerar un lujo el tiempo de calidad. Dos días al año, una semana o dos semanas, para procurar tiempo para comer o cenar con la familia, es un destello de las prioridades impuestas por la falta de sentido común.
En estas fechas, mucho más allá de la mercadotecnia que se utiliza para estimular las compras y hacerle pensar a las personas que el amor y el cariño se demuestran con cosas, es necesario entender qué es lo que nos hace humanos a los humanos; el sentir, la conciencia, la fraternidad para extender una mano a quien la necesite. Probablemente estas palabras estén cargadas de utopías, pero eso no significa que no podamos ser más auténticos, más sensibles al dolor ajeno. El hecho de tener más raíces robustece nuestra identidad, en cada persona hay un brío de la esperanza que representa el nacimiento de un niño, en cada momento fuera de estas fechas hay la posibilidad de compartir el pan y la sal con alguien a quien aprecias.
Ojalá que la Navidad no existiera en un solo momento, ojalá que como sociedad tuviéramos esa disposición la mayoría del tiempo. Estimado lector y lectora, le deseo que pase días de paz y noches de tranquilidad, que su tiempo valga y que trascienda, que sus intenciones y acciones tengan un peso mayor a cualquier regalo material. “La vida es larga si sabes cómo usarla”: Séneca.
In silentio mei verba, la palabra es poder.