Hace más de una década, Volvo estaba perdiendo dinero, vendía menos vehículos año con año y veía cómo su talento en ingeniería y diseño desaparecia. A partir de esa situación, dejó de pertenecer a Ford y pasó a manos de una empresa china. Desde 2010, Volvo pertenece al multimillonario Li Shufu, propietario de Geely.
Tras esa adquisición, Hakan Samuelsson asumió como CEO de Volvo. Desde entonces, la compañía ha construido diferentes fábricas en China, al mismo tiempo que amplió sus centros de investigación y desarrollo tanto en Suecia como en Estados Unidos. Para 2013, la compañía ya había renovado por completo su línea de automóviles.
En 2020, Volvo y su propietario, Geely, anunciaron que estaban considerando fusionarse para compartir recursos, pero manteniendo sus marcas por separado, y centrarse en el desarrollo de nuevas tecnologías para automóviles futuros.
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Ante las recientes amenazas de aranceles contra productos chinos y automóviles de ese país asiático, Volvo decidió trasladar la producción de sus modelos eléctricos EX30 y EX90, ambos fabricados en China, a Bélgica. Esta medida busca evitar restricciones en sus exportaciones hacia los mercados europeos y prevenir una posible suspensión de envíos a este continente.
Un rayo de esperanza: ante la amenaza de aranceles, Volvo y Geely consideran mover la producción para mercado americano a Estados Unidos, sin tocar China.