Ambientalistas
La Iglesia católica ante la creciente problemática ambiental
El pasado viernes 13 de diciembre se celebró la vigésimo tercera sesión del Seminario Permanente de Ética Ambiental y Animal, que esta vez contó con la participación del presbítero Javier Cruz Muñoz, quien además de su formación clerical (filosofía y teología) cuenta con la licenciatura en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Pontificia Salesiana. Del 2006-2014 fungió como párroco de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Actualmente es párroco del templo Tres Aves Marías y asesor diocesano de la pastoral el Cuidado Integral de la Creación en la diócesis de Aguascalientes. La ponencia del Padre Javier Cruz aportó algunos puntos de vista interesantes sobre el tema “La iglesia católica y el cuidado de la creación”, a través de planteamientos hechos en importantes encíclicas en las que se hace referencia a la responsabilidad del cuidado del medio ambiente natural, pero lamentablemente son poco conocidas y difundidas.
La conferencia se enfocó en desarrollar las líneas señaladas mostrando las referencias específicas en los documentos oficiales de la Iglesia Católica, así como destacando el papel de la Biblia, pilar para la conformación de las propuestas eclesiales, mismas que atravesaron por varias etapas, yendo de las posturas más modestas a las más activas; y es que el tema sobre el deterioro ambiental permaneció apenas latente para las autoridades eclesiásticas hasta que fue tomado en cuenta dentro de su doctrina social a finales de la década de 1960, con la etapa denominada como Apologética y Moralista (1960-1970). Durante este periodo destacó la figura del papa Juan XXIII, quien en su encíclica Mater et Magistra (1961), planteó que la explotación de bienes naturales debería ser regulada según lo que Dios ha establecido, partiendo del hecho de que el humano posee una inteligencia superior que le permite usar moderadamente los elementos de la creación que fueron puestos a su disposición. Esto, por supuesto, seguía siendo un enfoque muy limitado, pero al menos ya mostraba la necesidad de un cambio en el grado de aprovechamiento de los recursos del planeta. Más adelante, apoyando a estos primeros planteamientos, también en Gaudium et spes se hizo énfasis en que el Hombre, siendo creado a imagen y semejanza de Dios, recibió el mandato de gobernar el mundo en justicia y santidad. Esto es importante, ya que de esta manera los humanos adoptarían la obligación de cuidar la naturaleza al reconocer en ella y en sí mismos el poder creador de Dios, lo que abriría la posibilidad de ir más allá del discurso y abocarse a la acción.
Posteriormente, en una segunda etapa denominada Constructiva y de Denuncia (1970-2000), la Iglesia llamó la atención acerca del daño causado por la humanidad a la Tierra debido al acelerado avance tecnológico que, en palabras del papa Pablo VI, “amenaza con conducir a una verdadera catástrofe ecológica bajo el efecto de la explosión de la civilización industrial”. Sumado a esto, el papa Juan Pablo II señalaba en Centesimus annus (1991) la actitud egocéntrica e insensible del ser humano al colocarse como tirano, en lugar de colaborador de Dios, provocando así que la creación estuviese en peligro. Esto hablaría, además, de una seria falta de dignidad humana al no considerar que, mientras más dañamos nuestro entorno, más nos dañamos a nosotros mismos, pues todo proviene de la creación divina. En este sentido, no se puede hablar de respeto por la vida del ser humano si no se respeta primero al medio ambiente, lo cual permite cuestionar la validez de las valoraciones humanas respecto al Hombre como un ser superior, ya que estas surgen del egoísmo y la falta compromiso hacia la voluntad que el mismo Dios ha delegado a sus hijos.
Finalmente, tras la etapa de Denuncia, llega la etapa Propositiva (2000 en adelante), de la que el Padre Cruz destaca las aportaciones de Benedicto XVI, que en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz (2008) hablaba sobre cómo un medio ambiente sano permitirá que nuestras familias puedan habitar en este mundo con la misma sanidad. Para ello, sería necesario considerarlo “nuestra casa común”, de manera que se dejaran de lado pensamientos egoístas y se buscara un equilibrio ecológico que nos beneficie a todos. De igual forma, el Papa hizo un llamado a la inclusión de perspectivas científicas que aporten información confiable y necesaria, para que, en conjunto con otras instituciones, se pueda asegurar un futuro donde la humanidad viva en un espacio sano y seguro. Dicho esto, la protección ambiental es concebida como un proyecto colectivo al que cada uno de nosotros está llamado por voluntad divina, pues como seres que han sido puestos por encima del resto, según la Iglesia, nuestra responsabilidad para protegerlo es mayor. Esta se hace patente en el encíclica Laudato si’ (¡alabado seas!) escrita por el Papa Francisco en el 2015, cuyo título es inspirado en una expresión de San Francisco de Asís, a quien se le reconoce como el santo patrono de la naturaleza y de los animales, con la que enaltece las maravillas de creación y que el Papa actualmente e invita a los feligreses a verlas como “la casa común en la habitamos” y, por lo tanto, es nuestro deber cuidarla.
Hasta este punto, las ideas que diversas figuras eclesiásticas han puesto sobre la mesa y que resultan afortunadas, dado el panorama desolador ante el que nos encontramos. Sin embargo, hay una idea en particular que se reitera constantemente y que sigue siendo causa de debate: esta es, que el bienestar humano está por encima de todas las cosas, ya que su valor sería “mayor” al del resto de los seres vivos en el planeta. Este punto de vista plenamente antropocentrista no parece ser cuestionado en ninguno de las declaraciones eclesiásticas expuestas, lo cual puede ser motivo de discusión en la actualidad. Definitivamente, es muy importante que una institución con tanto poder como la Iglesia Católica ponga manos a la obra y se involucre cada vez más en el diálogo internacional y multidisciplinario sobre la problemática ambiental que nos aqueja, ya que son miles (o millones) de personas adscritas a esta religión que día a día perjudican a animales o plantas por mera ignorancia o indiferencia, y que no reciben un alto o castigo por sus acciones. Ya lo vimos hace unos días con las peregrinaciones a la Basílica de Guadalupe, que año con año traen gente que deja a su paso un rastro vergonzoso de basura, además de abandonar decenas de perros a su suerte olvidando su empatía. Es urgente que la palabra de Dios haga mella en las mentes y corazones de los feligreses, para que de una vez por todas entiendan que nadie vendrá a salvarnos de nuestra propia destrucción, que ninguna virgen ni ningún santo hará el trabajo por nosotros, pues somos dueños de nuestro libre albedrío y de las consecuencias de las decisiones que tomemos bajo él.
Para consultar la conferencia, visite el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=YAjYfxupTTs