La Columna J
Biografía de la verdad
“Nuestra percepción está sesgada por la condición material de los sentidos que son despojados de la realidad ante una narrativa metafísica”.
Estimado lector, ¿cómo le va? Espero que se encuentre bien y que estos últimos días del año le sean afables, no es fácil transgredir a la convulsión social de las compras navideñas y de los deseos superfluos de paz mundial y al mismo tiempo construir la vida ejemplar en los planos que demanda nuestra sociedad.
Quiero compartirle que la semana pasada terminé de dar lectura a una obra titulada Biografía de la verdad, fue una recomendación de mi Kindle y la concebí como una opción real. La obra de Guillermo Hurtado plantea una serie de escalafones y segmentos para abordar de una manera ecléctica la construcción de este concepto utilizado por los humanos llamado “verdad”.
En una primera instancia, extiende la prosa de que dicha concepción está limitada y delimitada al alcance individual y social del lenguaje, cita de un modo puntual y conciso a Noam Chomsky y a Wittgenstein, y es que resulta poco objetable el poder abordar un concepto tan complejo como lo es la verdad, sin la mínima conciencia sobre la capacidad interpretativa que se pretende alcanzar.
“El tiempo es la sustancia de la que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego”: Borges.
El punto planteado se explica de un mejor modo con la paradoja del mentiroso, misma que plantea un desafío fundamental a nuestras nociones de verdad y lenguaje. Consiste en una declaración como “Esta frase es falsa”, que, al analizarla, entra en un ciclo de contradicción. Si la afirmación es verdadera, entonces es falsa, y si es falsa, entonces es verdadera. Este enigma pone en evidencia cómo el lenguaje, lejos de ser un instrumento transparente de comunicación, puede auto contradecirse y revelar límites en su capacidad para representar la verdad de manera absoluta. En términos filosóficos, la paradoja cuestiona el concepto de verdad como algo fijo y objetivo, mostrando que depende del sistema lógico y lingüístico en el que se formula.
Desde la perspectiva del juego del lenguaje, propuesto por Wittgenstein, esta paradoja ilustra que las palabras adquieren significado dentro de contextos específicos de uso. Si una frase se utiliza fuera de un contexto que le dé sentido práctico, como en el caso del mentiroso, su capacidad para expresar verdad se ve anulada. Por tanto, el alcance del lenguaje no está en aseverar verdades universales, sino en facilitar la interacción humana en contextos específicos. En este sentido, la paradoja no solo señala los límites del lenguaje en su capacidad representacional, sino también nuestra tendencia a exigirle una precisión que excede su función pragmática y relacional.
Lo anteriormente expuesto puede parecer un tanto complejo, no obstante, es un fenómeno que se puede apreciar en la interacción social diaria, en donde una persona dijo y explicó algo y alguna otra entendió algo distinto. Lo cual dificulta en demasía la propia concepción, ahora imagine usted, aplicar este ligero preámbulo en la interpretación de la ley, o en la sobre intención de respeto en una relación de pareja.
Alfred Tarski menciona que la biografía de la verdad tiene limitantes de índole moral y con la particularidad de ser contingente, es decir, que constantemente se modifica al pseudo sentido común que impera en la sociedad, lo cual difumina la particularidad de un planteamiento generalizado bajo la rigurosidad objetiva.
La crisis de la verdad ha generado una suerte de agotamiento de nuestro afán por encontrar la verdad, un desinterés por ella y, en el caso extremo, un rechazo, si resulta inalcanzable, pues se desecha, la ley del mínimo esfuerzo. Esta modalidad de la crisis de la verdad se asemeja al fenómeno ancestral de la resistencia a la aceptación de todo aquello que no nos conviene, o que no es favorable para un grupo con poder, o para la mayoría desfavorecida, hay que observar que no son lo mismo, la crisis extendida al desencuentro de la humanidad con la verdad.
“El universo (que otros llaman la biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales”: Borges.
La humanidad no salió de una Arcadia en donde reinaba la verdad, por ósmosis inversa, o con la explicación de la genealogía de la moral, por el contrario, nuestra historia ha sido una larga y difícil marcha en pos de ella. No debe de extrañarnos, por lo mismo, que detrás de algunas manifestaciones de desazón por la crisis hallemos frivolidad e hipocresía, aunado a una ignorancia incrementada.
Estimado lector, ante lo plasmado en este reducido texto y lo que se vive en estos lares de la temporalidad, resulta inexorable intentar entender una de las máximas de Sócrates: “Yo solo sé que no se nada”. Si pensamos que sabemos, nuestra mente se cierra al aprendizaje, posiblemente lo que pensemos que sabemos sobre lo que existe, sea simplemente insignificante, veniversum.
In silentio mei verba, la palabra es poder.