El 15 de marzo de 2017 me encontraba en mi trabajo, una librería de viejo, cuando mi jefe compró un lote grande de libros. Al comenzar a revisarlo, nos llevamos la grata sorpresa de que pertenecía a Desiderio Macías Silva. Como estudiante de Letras Hispánicas, en ese momento, me pareció tener en mis manos un verdadero tesoro. Creo que fue ese día cuando nació mi interés por conocer, estudiar y divulgar la literatura de Aguascalientes.
Se puede saber mucho de una persona por su biblioteca. Uno puede leer muchos libros a lo largo de su vida -en el mejor de los casos-, por voluntad propia o por necesidad académica o profesional. Sin embargo, los libros que elegimos para habitar nuestro hogar son los que tienen una preferencia en nuestra historia como lectores. Te lo digo por experiencia, muchos libros han pasado por mi casa pero leer es un ejercicio que requiere tiempo y dinero, además de espacio, así que al final sólo quedan los que me resultan imprescindibles.
Si se puede saber mucho de una persona por su biblioteca, se puede saber aún más de un escritor por lo que lee. Así que, mientras revisaba libro por libro, iba descubriendo las influencias literarias de Desiderio Macías Silva, el diálogo que mantuvo con escritores contemporáneos a él, su hábito de subrayar los libros con marcatextos o plumones de diferentes colores, de escribir notas al margen y de usar papeles sueltos repletos de su caligrafía como separadores.
En su acervo predominaban los libros de poesía -tanto clásicos como recientes-, de lingüística, teoría y análisis literario, así como textos de lenguas clásicas -latín y griego, principalmente, temas en los que dio cátedra-. Por ejemplo, el volumen de Introduction à l’étude comparative des langues indo-européennes de A. Meillet, estaba entusiastamente subrayado de azul y rojo. Asimismo, la Historia trágica de la literatura de Walter Muschg, estaba resaltada de naranja y verde.
Había, además, varios libros escritos por el mismo Macías Silva. Primeras ediciones, la misma obra en diferentes presentaciones, ejemplares bellísimos… Yo conservo Apocatástasis y Pentagrazul, ambas por la Universidad Autónoma de Aguascalientes, impresos en letra grande azul y roja, con ilustraciones al margen. Algunos de los volúmenes tenían anotaciones de Desiderio, lo que nos hace saber que el escritor volvía a sus textos en busca de perfeccionarlos, tachando o modificando alguna palabra o verso.
Asimismo, algunos libros estaban dedicados -aunque quizá nunca los envió a su destinatario, puesto que los conservó-. Una edición de Pentagrazul, por el Gobierno del Estado de Aguascalientes, tiene una dedicatoria a “Roberto García Gaytán con mi admiración y mi afecto”, con fecha del 20 de noviembre de 1980. Aires para cantar en las cosechas, de 1968, está dedicado a “Horacio Westrup Puentes, hermano en la poesía, con mi agradecimiento por el envío de mi soneto”.
De igual forma, recibió algunos libros dedicados por parte de otros escritores contemporáneos. Rosas de roca herida de José Teherán está firmado el 21 de enero de 1987: “Para mi amigo Desiderio a quien he aprendido a querer a través de sus hermosos poemas que un afortunado día compartió conmigo don José Ángel Calderón Trujillo, con todo mi afecto…”. El cornetín de los sueños de Olga Arias: “Para Desiderio Macías Silva con el afectivo saludo de Olga Arias”. Salamandra, del nobel de literatura: “A Desiderio Macías Silva, cordialmente, Octavio Paz”. Así como dos ejemplares dedicados por Elías Nandino: Triángulo de silencios, firmado el 30 de agosto de 1967, “Al poeta y amigo Desiderio Macías Silva con amistad sincera y mi admiración por su poesía” y Todos mis nocturnos, firmado en 1989, “Para el gran poeta Desiderio Macías Silva con mi amistad completa”.
Desconozco cómo o por qué terminó en una librería de viejo la biblioteca -o parte de ella- de Desiderio Macías Silva, el poeta de la luz. No obstante, agradezco el haber tenido en mis manos un pedacito de la historia del escritor aguascalentense. Han pasado más de seis años, algunos de esos libros se conservaron y otros se pusieron a la venta, así que algún lector especializado tuvo la fortuna de llevarse uno de ellos. Y quedó la anécdota, que hoy te comparto.