Bajo presión
Ogro
Durante el “debate” en el Senado cuando se votó la desaparición de los organismos autónomos, Manlio Fabio Beltrones citó El Ogro Filantrópico de Octavio Paz:
“Hoy me hace recordar que lo que se está votando en este recinto, no solo es la desaparición de los siete organismos autónomos. Es regresar al antiguo diseño, de un Estado plural, pequeño, a un gobierno obeso y único. Estamos reviviendo al ‘Ogro Filantrópico’ que tanto le costó al país erradicar”, dijo el senador (agradezco a Ricardo Heredia la referencia).
El Ogro Filantrópico es una recopilación de artículos y ensayos, publicada por Octavio Paz en 1979, principalmente sobre la historia de México y la relación de los intelectuales con el poder, el texto que da título al libro es una crítica al Estado mexicano que construyó el Partido Revolucionario Institucional, un Estado gigante e insaciable que extendía su burocracia por todas las actividades, un gobierno que, a quienes lo adulaban o expresaban su fe (revolucionaria) los premiaba y protegía, mientras que con la disidencia o sus críticos extendía su brazo represor; en estos ensayos Paz hace múltiples referencia a la crisis después del 68 y exhibe con varios ejemplos la actitud agresiva de los gobernantes contra quienes no se alineaban.
Ese sistema político en el que vivimos durante décadas, está siendo revivido, de acuerdo al senador Beltrones, por el oficialismo, y es posible que tenga razón. En varios ensayos de Paz, se menciona el ansia de modernidad de la sociedad y cómo la única salida, al menos para México, era seguir un proyecto de desarrollo más humano y más justo.
En las últimas tres décadas, por presiones de la sociedad civil, en contra de ese Ogro, se diseñaron mecanismos para exigirle que fuera plural, acotar su apetito voraz, evitar su discriminación e intentar acotar las facultades totalitarias del gobierno, para eso fueron creados los organismos autónomos, por las mismas razones se le quitó al Poder Ejecutivo el control de las elecciones.
Durante su campaña, Andrés Manuel López Obrador prometió que realizaría la Cuarta Transformación del país sin derramamiento de sangre, lo que consiguió fue un retroceso hacia ese Ogro filantrópico esbozado por Octavio Paz en el que el partido hegemónico premiaba y castigaba a sus hijos de acuerdo al comportamiento. Durante su sexenio no crecieron las burocracias como en los regímenes priístas, pero desde el poder se fue acotando la participación de la sociedad civil, al grado de convertir ese término en un insulto, para elevar a rango de palabra sagrada al “pueblo”, el gobierno hizo todo lo posible para que no se le exigiera rendición de cuentas y, desde la opacidad, ejercer con la máxima discrecionalidad la repartición de prebendas y los castigos.
Nunca nadie podrá estar en desacuerdo con el ejercicio del poder para beneficiar primero a los pobres, aunque durante su mandato López Obrador se empeñara todos los días en hacer creer que sus adversarios así actuaban; sin embargo, la autorregulación del poder es prácticamente imposible, por lo que al despreciar las evaluaciones y críticas, el Ogro no se hizo más grande, pero sí más fuerte.
Ese es un aspecto negativo que poco se comenta de la militarización, ante la percepción de inseguridad que se vivía y los hechos violentos en diversas partes del país, el gobierno explotó sólo una de las aristas para justificar entregar el control de las aduanas a los militares y convertirlos en constructores de sus proyectos faraónicos, a quienes lo criticaban, el presidente los acusó de insultar a las fuerzas armadas, para así desarmar sus críticas; es cierto, no hubo represión a los movimientos, pero tampoco impartición de justicia; es cierto, el Ejército y la Marina estuvieron más cerca de la población, pero no solucionaron, sólo contuvieron al crimen organizado.
De ahí el interés de López Obrador de desaparecer a los organismos autónomos, para fortalecer el ejercicio de su gobierno sin que nadie fuera capaz de señalar los errores o sugerir rutas alternativas a los deseos de gobernar con el propósito de erradicar la pobreza, pero con un limitado proyecto de desarrollo económico o político. López Obrador diseñó un traje a su medida, un saco que le queda a un político de su clase, cuando finalmente se lo pudieron aprobar, el presidente ya había terminado su función y está retirado en su finca de Palenque.
La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo no padece los delirios de grandeza de su antecesor, a pesar de que copia algunas actitudes, sobre todo en la emisión de mensajes, nada indica que quiera encabezar ese Ogro bueno con sus huestes y malo con la disidencia, si bien han sido pocas las muestras de querer atender a la oposición, hay al menos algunas señales de que su gobierno sí está dispuesto a escuchar a quienes pueden, en este momento político, proponer los ajustes necesarios para no tomar decisiones autoritarias.
A diferencia de su antecesor, Sheinbaum Pardo no sólo se reúne con los suyos, a la reunión del Consejo Nacional de Seguridad Pública, la presidenta convocó a todos los gobernadores, incluídos los de partidos diferentes a Morena, una señal que alienta al optimismo, una apertura que hay que reconocer, con todo y que el discurso público sea un regaño de abuelita, que no opaca el deseo de coordinación.
Queda mucho sexenio por delante, la presidenta está ocupada en apagar los fuegos que dejó el sexenio anterior, primero lo primero; a pesar de que desde otros lados se sigan bordando estrellas al traje del Ogro filantrópico, con el interés personalísimo de algún día vestirlo.
Coda. La recopilación de El Ogro Filantrópico cierra con la entrevista que Julio Scherer le hizo a Octavio Paz en 1977, ahí el premio Nobel detalla cuál es la función del artista ante el poder: “El intelectual, ante todo y sobre todo, debe cumplir con su tarea: escribir, investigar, pensar, pintar, construir, enseñar. Ahora bien, la crítica es inseparable del quehacer intelectual”… pienso en todos los artistas que ejercen de aduladores y cómo en su ceguera están dando fuerza al gran Ogro.
@aldan