Generaciones de perros y perrófilos | A Lomo de Palabra por Germán Castro  - LJA Aguascalientes
02/12/2024

Una especie que viviera eternamente 

tendría que aprender a olvidarse de sí misma, 

y compensar la falta de nuevas generaciones. 

Karl Mannheim, El problema de las generaciones. 

 

Vengo del tianguis. Presté atención especial al tema y puedo reportar lo siguiente: vi más perros que niños. No exagero si digo que la proporción anda como de tres a uno. Claro, eso ocurre porque cada vez hay más gente que tiene canes en vez de prole. En inglés, comienzan a mentar el fenómeno como petparenting (paternidad de mascotas); el término refleja la tendencia de muchas personas a considerar a sus mascotas, especialmente perros, como parte de la familia, asumiendo roles de cuidado y crianza similares a los de los padres con sus hijos. 

Sería un despropósito afirmar que, a diferencia de todas las anteriores, las nuevas generaciones de perros se sienten hijos de sus dueños. ¿Por qué? Porque si bien podemos hablar de generaciones de perros en términos biológicos -“El Borisjonson y la Ladydi son ya de la cuarta generación desde que nos regalaron a la primera pareja de mastines ingleses”-, desde finales del siglo XIX el término se refiere más bien a humanos. Por lo demás, los perros no presentan comportamientos culturales, en cualquier caso, se prestan a formar parte de ellos. Así, ¿lo correcto sería sostener que, a diferencia de todas las anteriores, las nuevas generaciones de humanos actúan como si sus perros fueran niños? Sin duda el fenómeno es novedoso, reciente, pero ¿será que se muestra entre las “nuevas generaciones”? Bueno, debo decir que la mayoría de las personas que uno ve en la calle exhibiendo los dotes parentales que le pueden dispensar a sus perros son gente que ya no se cuece al primer hervor. Muy probablemente el perfil demográfico más común sea mujer solitaria de más de cincuenta años, aunque también abundan canofílicos jóvenes, mujeres y hombres. ¿Quienes hoy tienen, digamos, cincuenta años, necesariamente pertenecen a una generación distinta a la de una pareja de treintañeros? Desde una perspectiva biológica, sin duda, pero no necesariamente en términos culturales. 

Alfred Victor Espinas (1844-1922), un pensador francés discípulo de Augusto Comte, escribió en 1878 Des sociétés animales, un ensayo seminal en el campo de la sociología comparada y la psicología animal. Espinas aborda la cuestión de las estructuras sociales en los animales, en particular en aquellas especies que viven en grupos (abejas, hormigas, lobos, monos), y compara sus comportamientos y organización comunitaria con los de los seres humanos. Espinas pretende establecer paralelos entre la vida social humana y la animal. Una de las contribuciones más importantes de Espinas fue la distinción que hizo entre sociabilidad instintiva, propia de los animales, y la sociabilidad reflexiva, específicamente homínida. Subrayó también que, aunque las sociedades animales presentan ciertas analogías con las nuestras, las sociedades humanas son mucho más dinámicas y flexibles, ya que evolucionan culturalmente por medio del lenguaje y la reflexión individual, mientras que las animales permanecen prácticamente sin cambios mientras la evolución biológica no los requiera. 

Por cierto, Comte (1798-1857) -quien para más de uno debemos considerar el primer sociólogo de la historia- pensaba que el cambio generacional entre los seres humanos está directamente relacionado con la duración de la vida de las personas. Es decir, mantenía aún un criterio apegado a la Biología. Sostuvo que, si se alargara demasiado la duración de la vida de la gente, el tempo del progreso se ralentizaría; en tanto que, por el contrario, si nuestra vida tuviera menos duración, digamos la mitad o una cuarta parte del promedio actual, el tempo del progreso se aceleraría. ¿Por qué? Porque pensaba que la gente mayor es conservadora y los jóvenes revolucionarios, necesariamente, de tal suerte que, si perduraran más los primeros, el cambio se atascaría. Por supuesto, don Augusto se equivocó feo. Justo cuando la esperanza de vida ha aumentado como nunca -en 1800, a nivel mundial, difícilmente superaba los treinta años, mientras que, si bien con variaciones significativas según la región, actualmente la esperanza de vida global promedio ronda los 72-73 años-, la velocidad del progreso científico y tecnológico -justo como a él le parecía adecuado medirla- se ha vuelto vertiginosa. 


Los primeros intentos de teorizar seriamente la cuestión de las generaciones fueron realizados en el marco del positivismo, sobre todo por franceses. “En el fondo de la cuestión estaba el afán por encontrar una ley general del ritmo de la historia, y de encontrarla a base de la ley biológica de la limitada duración de la vida del hombre y del hecho de la edad y sus etapas”, explica el húngaro Karl Mannheim (1893-1947) en el texto clásico de la Sociología en la materia, El problema de las generaciones (1928). 

Otro francés, François Mentré (1877-1950), en su libro Les générations sociales, (1920), realizó la primera revisión histórica del concepto de generaciones, desde la perspectiva social. Hay que considerarlo el último positivista -su ensayo se apoya en el trabajo de Espinas- y el primero que logró salir de la visión biologista. Mentré desarrolla la tesis de que las generaciones humanas no sólo se definen por criterios biológicos o cronológicos, sino también por factores sociales y culturales que moldean su identidad colectiva. Mentré aventura por fin la idea de que cada generación está influida por el contexto histórico y las transformaciones sociales de su tiempo, lo que genera un conjunto de experiencias compartidas que configuran sus valores, actitudes y perspectivas. Para él, el concepto de generación es clave para entender la dinámica de cambio en las sociedades, ya que las tensiones y los contrastes entre generaciones impulsan la evolución social. 

Será Karl Mannheim quien termine de redondear el concepto. En fin, sin adelantar la próxima entrega, adelanto que él comprendió que la juventud no es necesariamente innovadora y que la mera contemporaneidad biológica no basta para constituir una posición generacional afín, de modo tal que es perfectamente posible que sean hoy las personas más vetustas quienes sigan imponiendo patrones culturales a los más jóvenes.  

– Mi abuelo decía que su generación era más obediente -le comentó un padre a su hijo. 

– Mi perro ahora dice lo mismo de mí -respondió el joven. 

 

@gcastroibarra 


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