¿Por qué “Tic-Tac” suena bonito, pero “Tac-Tic” no suena del todo bien | De lengüita por: Aldo García Ávila - LJA Aguascalientes
27/11/2024

De lengüita

¿Por qué “Tic-Tac” suena bonito, pero “Tac-Tic” no suena del todo bien?

  • De una manera discreta, casi imperceptible, las lenguas buscan estas armonías y eufonías, resguardándolas con el mayor de los celos, para consagrarse como reglas no escritas que nosotros, los hablantes, sabemos sin saberlas

 

¿Reglas que no sabemos que sabemos?

¿Por qué decimos “tic-tac”, pero no “tac-tic”? ¿O por qué “din-don”, pero no “don-din”; “King Kong”, no “Kong King”? Esta es una de las reglas no escritas que esconde nuestra lengua y que nosotros, los hablantes, por más paradójico que suene, sabemos sin saberlas.

Hace un par de años, Mark Forsyth, autor del libro The elements of eloquence, publicó en BBC Cultura una nota en la que describía las causas de este fenómeno para el inglés. Forsyth afirma que cualquier angloparlante que utilice palabras como zig-zag, criss-cross, clip-clop, mish-mash, chit-chat, dilly-dally, shilly-shally, etc., pondría en tela de juicio secuencias como zag-zig, cross-criss, clop-clip, mash-mish, chat-chit, dally-dilly, shally-shilly, pues inmediatamente percibirá que algo no funciona bien. En el fondo, continúa Forsyth, el hablante sentirá que está rompiendo una regla sagrada de su lengua, a pesar de que no sepa cuál es, ni qué estipula.

 

Procesos singulares en nuestra lengua

Entre los diversos mecanismos que tenemos los hablantes para crear palabras, existe uno que consiste en repetir un fragmento de la palabra e incluso palabras completas. Es lo que ocurre en palabras del tipo de tic-tac, clip-clop o chit-chat, que solo presentan algunas variaciones en la vocal y, ocasionalmente, en algunas consonantes, como en lovey-dovey, fuddy-duddy o nitty-gritty. Este mecanismo recibe el nombre de reduplicación y, según la lengua de la que se trate, puede desempeñar diferentes funciones. Por ejemplo, en el dakota, una lengua del norte de Estados Unidos, la reduplicación sirve para expresar el plural: en esta lengua, la palabra [hãska] significa ‘alto’, pero [hãskaska] significa ‘altos’, como se puede observar, el plural se forma al reduplicar una parte de la palabra, en este caso la secuencia [-ska]. De igual modo, para ‘bueno’, [waʃte], y ‘buenos’, [waʃteʃte], aquí el plural se forma al reduplicar la secuencia [-ʃte].

En español, la reduplicación se da sobre todo en la formación de onomatopeyas, como run-run, chaca-chaca, punchis-punchis, etc. También ocurre en la sufijación apreciativa, especialmente en las partículas –ito y –ote, cuya reduplicación intensifica el significado que expresa la palabra a la que se aplica: si poquito es ‘muy poco’, entonces poquitito es ‘muy muy poco’; y aún más, poquititititito sería ‘muy muy muy muy muy poco’; lo mismo en formaciones como muchisísisimo o muchímisimisimo, que es ligeramente distinta de la primera. Y, por supuesto, también reduplicamos palabras completas, como luego luego, casi casi, viene viene, holi holi, qué onda qué onda, provechito provechito y muchas otras más.

 


La importancia del orden de las vocales

Mark Forsyth señala que en el caso de la reduplicación que produce secuencias de tres palabras, como en bish-bash-bosh o ding-dang-dong, el orden de las vocales debe ser I, A, O. Si la reduplicación produce secuencias de dos palabras, como en tip-top, hip-hop o flip-flop, la primera vocal deberá ser I, mientras que la segunda podrá alternar entre A y O. En términos estrictamente lingüísticos, esta regla se llama “regla de reduplicación de ablaut”.

Lo anterior funciona muy bien para el inglés, pero ¿qué pasa en español? Luego de haber realizado una elicitación en Facebook, mis amigos me regalaron una larga lista de palabras, a partir de las cuales pude observar que en español es especialmente productiva la reduplicación de onomatopeyas constituidas de una sílaba, como run run, tan tan, fiu fiu, chaz chaz, etc., así como las onomatopeyas reduplicadas con dos sílabas, como chaca chaca, pío pío, ñaca ñaca, punchis punchis, entre otras.

Por el contrario, en español aparentemente no son tan productivas las reduplicaciones del tipo de criss-cross, clip-clop, mish-mash, chit-chat, dilly-dally y shilly-shally, es decir, palabras con una variación en la secuencia de vocales. Hay algunos casos que, de cualquier manera, son muy notorios. Por ejemplo, la célebre interpretación de José José cuando daba voz al verso “…y el ruido de la lluvia cambia por el tic-tac de mi reloj…”, pero no “…y el ruido de la lluvia cambia por el tac-tic de mi reloj…”. Otro ejemplo es el sobrenombre que eligiera uno de los personajes más entrañables de la farándula mexicana: Germán Valdés Tin Tan, pero no Germán Valdés Tan Tin. De hecho, en un reconocimiento de la eufonía de su mote, se presentaba a sí mismo del siguiente modo en la película Músico, poeta y loco: “Mire, yo soy un chavalo que tiene 28 años. En el barrio me dicen las muchachas ‘El Griego’, por el perfil; uso muy buena garra; los muchachos a mí me dicen ‘Tin-Tan’, porque en mí todo es música”.

Otro personaje célebre fue el humorista mexicano Jesús González Leal, mejor conocido como “Chis Chas”, pero no “Chas Chis”, pues al igual que Tin Tan, su nombre era pura música. La regla se cumple también en la secuencia tris-tras, pero no tras-tris, que algunas personas utilizan para expresar que algo se hace instantáneamente, sin perder el tiempo. Lo mismo en zipi zape, pero no zape zipi que obedece a la reduplicación de dos sílabas: primero la vocal I, después A o la vocal O. Esta expresión, zipi zape, sirve para denotar una situación de caos originada por algún enfrentamiento, además es el título de una historieta publicada en España a mediados del siglo pasado.

 

¿Excepciones a la regla?

Ahora bien, al parecer en español son más bien escasas las secuencias de tres palabras del tipo de bish-bash-bosh o ding-dang-dong, que se apegan a la regla que describe Mark Forsyth. Hay algunos pocos ejemplos que podemos referir en este sentido: pim pam pum toma lacasitos y pin pon papas. El primero de ellos, en efecto, se apega a la regla; no obstante, habría que revisar qué tanta libertad hay en la variación de la tercera vocal, pues en pim pam pum toma lacasitos se cumple la secuencia I, A en las primeras dos sílabas, pero hay una variación notable en la tercera sílaba, pues en lugar de que aparezca A u O, aparece la vocal U. Por otro lado, a simple vista pin pon papas violenta la regla, en tanto que se da una sucesión de vocales I, O, A, cuando, de acuerdo con la regla, la secuencia debería ser I, A, O; sin embargo, hay que tomar en cuenta que la reduplicación también es parcial: pin pon, para que luego aparezca un segmento completamente nuevo, papas. En este caso, la regla se cumpliría pues se trataría de una reduplicación de dos sílabas (I, para que luego haya una alternancia de A u O), por lo que la secuencia respetaría la regla descrita por Forsyth. Lo cierto es que haría falta revisar más secuencias de este tipo en español para identificar con certeza el fenómeno y describirlo con mayor precisión.

Sea como sea, de una manera discreta, casi imperceptible, las lenguas buscan estas armonías y eufonías, resguardándolas con el mayor de los celos, para consagrarse como reglas no escritas que nosotros, los hablantes, sabemos sin saberlas.


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