En el mundo, el sentido real de la democracia está en movimiento. Desde Ocosingo hasta la Puerta del Sol, desde el Zócalo hasta Wall Street, desde Ciudad Juárez donde se demanda –sin miedo ya- por la justicia, hasta Siria donde los periodistas ciudadanos se rebelan contra el bloqueo gubernamental contra los medios libres. Desde las aparentemente pequeñas luchas en cada vez más comunidades, pueblos y ciudades, periódicos, blogs y carteles, hay millones de nosotros obteniendo victorias, campaña tras campaña. Es una democracia nueva, no aquella tradicional marcada por el circo de los medios de comunicación, ni tampoco de esa democracia limitada al voto cada tres, cuatro o seis años. Es, como lo constatan movilizaciones masivas como el Foro Social Mundial (http://www.forumsocialmundial.org.br/), Avaaz (http://www.avaaz.org/es/ ) y otros como Zeitgeist Movement, Thrive Movement o Shift Movement, lo que ahora sucede es algo mucho más profundo. Muy dentro de nosotros, dice Avaaz, estamos dándonos cuenta del poder que tenemos para construir el mundo con el que todos soñamos.
Pero urge hacerlo, hay poco tiempo para ello, continúa el llamado a la acción de Avaaz, organización activista, impulsada por el poder ciudadano y la alta tecnología, polifacética, y global, que ya reúne más de 17 millones de afiliados. “Nuestro planeta está amenazado por múltiples crisis: climática, alimentaria, financiera, de proliferación nuclear… Estas crisis podrían crear divisiones sin precedentes entre nosotros, o unirnos más que nunca.”
Pero, a pesar de que todos los ámbitos de la vida del mundo dominado por la desbocada lucha por el poder y la avaricia financiera parecen estar en desordenada crisis, se nota un hilo conductor. Se ve la punta de la madeja que es hacia donde el activismo global debiera dirigirse. El tema fundamental, el gozne del cambio, se encuentra en la libertad energética.
Poco conocido en nuestro marco referencial del conocimiento que nos permiten los medios de comunicación tradicionales está el conflicto bélico en ciernes, derivado de un problema fronterizo entre Chile y Perú, y entre éste con su vecino del norte, Ecuador. Concluida la fase oral del litigio marítimo entre Perú y Chile que se ventila en la Corte Internacional de la Haya, ninguno de los posibles veredictos parece ofrecer una solución que sea aceptada en paz. El conflicto se duplica para el Perú con un diferendo similar con Ecuador. Los mandatarios de los tres países han subido el tono de su discurso, imponiendo tintes nacionalistas y militaristas, sirviendo así de útiles secuaces a los amos del comercio global de los energéticos.
Un conflicto en aquella región del mundo ofrecería el control del petróleo ecuatoriano, a cambio de armas con la más moderna tecnología, y provocaría para ellos una muy redituable elevación del precio del crudo. El cobre y litio de las costas del pacífico sudamericano serían también valiosísimas piezas de cambio para los poderes fácticos, que desde los Estados Unidos, Rusia, España e Israel armarían hasta los dientes a las tres naciones azuzadas hacia la guerra.
Dice el Dr. Carlos Häubi, profesor investigador de la Universidad Autónoma de Aguascalientes y asiduo lector de esta columna: “El cambio real se dará cuando logremos producir energía limpia y gratuita. Nuestros esfuerzos serán en vano si no proveemos la energía para mover el nuevo mundo que queremos crear.” En esta aseveración cabe hoy toda la razón del mundo. La tecnología para su producción, refinación o extracción es propiedad de los grandes monopolios internacionales del petróleo y sus filiales en el campo de la electricidad. Son los últimos que querrían un cambio en este mundo que les es tan rentable en la medida que tienen a toda la población mundial sujeta a sus caprichos y vulnerable a sus métodos de control por el miedo. Pero lo que nadie nos puede quitar son las energías ambientales: sol, viento, mareas, olas, hidrotermales e incluso las modernas de conexión directa al campo magnético del planeta, redes de Curry y Hartmann. Ésas son las que debemos aprovechar si queremos librarnos de la crisis multifacética: climática, alimentaria, financiera y de proliferación nuclear.
Un pequeño pero sustancial experimento de nuevo mundo lo constituye la comunidad de Tamera en el sur de Portugal (http://www.tamera.org/index.html), donde además han cosechado agua –otro de los grandes retos globales- de forma extraordinaria para convertir una zona árida en vergel. El eje inicial de trabajo lo constituyó la construcción de un sistema de generación de energía eléctrica a partir de la irradiación solar. El solo hecho de independizar a la comunidad de la necesidad de consumir energéticos de origen petrolero o del carbón, les permitió contar con excedentes de producción que, reinvertidos durante dos decenios, permitió la construcción del moderno sistema hidráulico que les da vida. Sobre todo, vale mencionar la necesidad de cambio de crear un nuevo modelo civilizatorio, que provino de una elevada convicción de hacer compatible la vida humana con la naturaleza. Con otro orden de valores, donde el respeto, la ayuda mutua y colaboración constituyen las bases de la cultura en el nuevo mundo.
Twitter: @jlgutierrez