Sin acción ciudadana no habrá transformación | Cosas Veredes por: Gilberto Carlos Ornelas - LJA Aguascalientes
26/11/2024

Cosas Veredes

Sin acción ciudadana no habrá transformación

Independientemente de las afinidades políticas de cada quien, ya es indiscutible que el país se encuentra en un proceso de transformación política y social. 

Esto no fue casual ni repentino, pues los cambios políticos actuales se desarrollaron desde la quiebra del régimen priísta de partido de estado, muy vinculada a la crisis del llamado “desarrollo estabilizador”, que fue la estrategia general de los gobiernos posteriores al cardenismo, hasta los años ochenta.

El final del viejo régimen de partido de estado comenzó en la ya lejana elección de 1988, con la división y ruptura del partido hegemónico y con la novedosa competencia política entre fuerzas políticas formales, pues durante muchas décadas habían sido simbólicas y testimoniales.

Desde entonces, el país comenzó a buscar, a través de un sistema democrático joven y original, dejar atrás el autoritarismo priísta, para crear un nuevo modelo republicano, al mismo tiempo que los gobiernos de la llamada transición democrática, pretendían adaptar la economía nacional a los procesos de globalización económica, suscribiendo tratados de libre comercio, y cediendo espacios ante el sistema financiero y las fuerzas del mercado internacional, -lo que se ha llamado “neoliberalismo”-.

Los gobiernos de la transición democrática y las alternancias políticas no fueron capaces de resolver los enormes rezagos y debilidades estructurales de la sociedad mexicana. Desigualdad, pobreza y marginación se mantenían o profundizaban mientras los gobiernos cuidaban los indicadores macroeconómicos. Ensayaron programas asistenciales novedosos y focalizados, y eventualmente movían levemente los indicadores de bienestar, nada significativo.

En lo político, la competencia partidista condujo hacia la acotación del presidencialismo omnímodo, con un Poder Legislativo sin mayorías determinantes y con órganos autónomos que asumieron facultades otrora del ejecutivo. Entre tanto, a la pobreza, desigualdad y marginación, se sumó la crisis de seguridad pública potenciada por delincuencias organizadas cada vez más fortalecidas ante la incapacidad de autoridades, y por el avance de la enorme corrupción en las esferas gubernamentales de todos los niveles.

El último intento de consolidar el modelo surgido de la transición y alternancias, fue el Pacto por México; un acuerdo de cúpulas partidistas, que propuso reformas para liberalizar la economía, reduciendo la intervención del Estado, cediendo espacios ante los capitales y empresas privadas, y lo más grave, olvidando los problemas, rezagos y carencias de la mayoría de la población, los bajos ingresos de las familias, la marginación de servicios indispensables, y sobre todo la arrogancia de gobiernos alejados de la gente, atrincherados en cotos políticos de opulencia e impunidad.


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Sin duda, el principal acierto político de Andrés Manuel López Obrador, fue haber localizado que el problema central del país era entonces, -aún lo sigue siendo- la pobreza y la profunda desigualdad social, y por lo tanto debía ocupar la atención principal en la acción política, y de ahí la pertinencia de la frase emblemática: “Por el bien de todos, primero los pobres”.

Ese acierto ha servido como eje a la política social del sexenio pasado y lo será del que recién ha comenzado, y los instrumentos principales han sido las transferencias monetarias de los programas sociales, y el incremento de los salarios mínimos por encima de la inflación.

Los programas sociales, que han tenido un presupuesto sin parangón en nuestra historia, se han concretado en pensiones para adultos mayores y personas en situación vulnerable, así como becas de estímulo a estudiantes y jóvenes sin empleo, de tal manera que con esos instrumentos se beneficia aproximadamente a 30 millones de personas que forman parte de casi la totalidad de familias mexicanas.

La pobreza por ingresos ha disminuido de manera significativa, 9% según el Coneval, aunque ha sido insuficiente para impactar la enorme desigualdad social que se vive en nuestro país.

El diagnóstico de AMLO en 2006, 2012, y 2018 fue acertado, y ha sido la razón principal para recibir el apoyo mayoritario de los ciudadanos y para que Morena haya ganado las elecciones los últimos seis años. El no haber entendido esto, significó la quiebra electoral de las fuerzas políticas tradicionales.

Sin embargo, al comienzo del sexenio de Claudia Sheinbaum, resulta evidente que su gobierno ha percibido que se requiere mucho más que los programas sociales para que el país experimente una profunda transformación social. La realidad nacional y global exige que se revisen y planteen nuevas estrategias y políticas para el desarrollo y crecimiento de la economía. Ahí está la necesidad de crecer mucho más que el pasado sexenio, y también las presiones de EEUU y Canadá, y del mercado global.

Desde el punto de vista de la sociedad, a ras de tierra, queda claro que la distribución de recursos públicos, si bien es una importante ayuda a la población, no es suficiente. Se necesita cambiar muchas cosas para que pueda avanzar la transformación social, política y económica, y esos cambios no llegarán como un “servidor de la nación”, o el depósito de una pensión o una beca; los ciudadanos tendrán que accionar y organizarse para localizar y cambiar todas esas realidades que se viven, y sufren a diario, y que son verdaderos obstáculos para el desarrollo y bienestar social.

Los deficientes servicios públicos, la ineficiencia de las instituciones de salud, los graves problemas de movilidad y transporte, los malos manejos en la administración de las ciudades, las desventajas de los productores agropecuarios, la falta de empleos para los jóvenes, la necesidad de educación de calidad, la persistente corrupción en instancias de gobierno, la negación burocrática a informar de las cosas públicas, los graves problemas de seguridad pública, y muchos otros males de la vida diaria solo podrán solucionarse si los ciudadanos actúan, si ejercen sus derechos y comienzan por denunciar, luego a proponer y si es necesario, reclamar.

En 2018 dio comienzo una transformación de la vida pública, los nuevos gobiernos están implementando estrategias que pronto mostrarán su verdadero alcance, pero sin acción ciudadana, habrá un nuevo régimen de gobierno, pero no habrá transformación social verdadera.


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