Desinformación: la nueva censura | El peso de las razones por: Mario Gensollen - LJA Aguascalientes
19/11/2024

El peso de las razones

Desinformación: la nueva censura

En 2006, el filósofo Harry Frankfurt planteó en su ensayo On Truth (Nueva York: Alfred A. Knopf) una inquietante pregunta: ¿pueden los seres humanos vivir sin verdad? En un mundo donde el desprecio por la verdad se convierte en norma, advirtió, arriesgamos no solo nuestra capacidad de comprender la realidad, sino también de entendernos a nosotros mismos. Para Frankfurt, la verdad no es un lujo ni un accesorio; es el pilar de una vida humana significativa. Solo al comprometernos con ella podemos enfrentar la complejidad de la existencia, coordinar nuestras acciones y dar sentido a nuestras decisiones. Rechazarla, insistía, no es simple negligencia intelectual, sino una traición a nuestra naturaleza racional y moral. Desde entonces, la situación no ha mejorado.

En On Disinformation (Cambridge: MIT Press, 2023), Lee McIntyre afirma que la verdad está siendo asesinada y desmenuza el complejo engranaje de la desinformación contemporánea. No se trata de simples errores o teorías ingenuas; es una herramienta sofisticada, diseñada para distorsionar la realidad y manipular el debate público. Lo que comenzó como una defensa de intereses económicos -sembrar dudas sobre los riesgos del tabaco, la seguridad de las vacunas o el cambio climático- ha mutado en una estrategia central de control político. La mentira ya no es una herramienta secundaria; es el eje sobre el que gira la reconfiguración de la realidad.

McIntyre rastrea los orígenes de esta maquinaria en la industria tabacalera, pionera de la “duda manufacturada”. Las tabacaleras sabían que no necesitaban convencer al público de que fumar era seguro; bastaba con sembrar suficientes dudas para mantener sus ganancias. Ese mismo manual -contratar científicos afines, distorsionar datos y exigir una falsa equidad mediática- fue adoptado por otras industrias, como la de combustibles fósiles, para erosionar la evidencia del cambio climático.

El salto más perturbador ocurrió cuando esta lógica fue absorbida por la política, donde la desinformación dejó de proteger intereses corporativos para convertirse en un arma ideológica. McIntyre identifica a los líderes que fabrican realidades a medida, manipulando hechos para respaldar sus agendas. Su “manual de la posverdad” dicta: desacredita a los portadores de verdad, miente sistemáticamente, fomenta polarización, genera desconfianza y confusión, y después proclama que la única fuente fiable es el propio líder. La verdad, bajo esta lógica, es maleable, un recurso más al servicio del poder.

Pero la maquinaria no opera en el vacío. McIntyre subraya el rol de los amplificadores: medios de comunicación, redes sociales y actores de influencia que diseminan y refuerzan la desinformación. En un ecosistema donde el contenido más sensacionalista monopoliza la atención gracias a algoritmos, estos amplificadores convierten la mentira en una verdad indistinguible para el público. McIntyre denuncia que apenas un puñado de personas genera la mayoría de la propaganda antivacunas en redes sociales, ilustrando cómo unos pocos actores pueden moldear debates cruciales.

Esta red de amplificación es más que un canal de difusión; es una distorsión estructural de la información. Los algoritmos priorizan lo llamativo sobre lo veraz, creando burbujas de creencias que atrapan a las personas en realidades inamovibles. En este contexto, la desinformación no solo engaña: destruye la posibilidad de un diálogo público. McIntyre responsabiliza a los monopolios tecnológicos de anteponer beneficios comerciales a la integridad informativa, perpetuando esta crisis.

El último eslabón son los creyentes: individuos que ya no perciben la mentira como tal, sino como parte de su identidad. En este estadio, la desinformación deja de ser propaganda; es un emblema colectivo. Cuestionarla no solo desafía un hecho aislado, sino una pertenencia vital. Por eso, incluso ante pruebas irrefutables, muchos se aferran a creencias desacreditadas.


La implicación para la democracia es devastadora. Cuando la verdad es maleable, la democracia se convierte en teatro: una fachada donde la participación y la libertad son ilusorias, y el poder reside en quienes controlan la narrativa. Para McIntyre, la desinformación es una forma de censura moderna: no prohíbe la verdad, pero la ahoga en un mar de mentiras hasta hacerla irreconocible.

Sin embargo, McIntyre no se limita a describir este panorama sombrío. Propone soluciones: regular algoritmos que priorizan lo sensacionalista, fomentar una educación crítica desde la infancia para resistir la manipulación, y exigir mayor transparencia a medios y plataformas digitales. Restaurar el valor de la verdad, insiste, es esencial no solo para proteger el conocimiento, sino para salvar la democracia misma.

On Disinformation es más que un análisis académico de un epistemólogo social; es un llamado urgente a la acción. McIntyre desvela los mecanismos de la manipulación con precisión quirúrgica y advierte que, si no enfrentamos la desinformación con determinación, el futuro de nuestras sociedades será un espejismo de libertad, donde el poder no reside en el pueblo, sino en quienes escriben su realidad.

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