Apenas se acaba de guardar toda la parafernalia que acompaña la festividad de muertos, cuando se comienza a sacar la de navidad, en una práctica acelerada, además, por el “buen fin” y sus maravillas. Como preludio de tormenta, en el aire flota el aroma exuberante, embriagador, afrodisiaco, del dinero… ¿Qué importa que falte más de mes y medio para la celebración? Ya se escucha en el horizonte la música constante y sonante de la plata. Ya llega el aguinaldo, y hay que atraparlo antes de que se evapore, antes de que lo pillen otros…
Las flores de cempasúchil van a dar a la basura para abrir paso a las nochebuenas; ya están listos los árboles para ser debidamente adornados y en la cartelera cinematográfica aparecen algunos largometrajes, incluyendo la navidad terrorífica del payaso sangriento. Los negocios de comida ofrecen sus menús navideños, y si transcurridos algunos días se le olvida lo que ordenó, ¡no importa! Nomás recuerde el día y la hora en la que habrá de recoger su pedido.
También los comercios ofrecen sus maravillosos, geniales y versátiles sistemas de apartado y enganche y un sinfín de productos intemporales y de temporada; inútiles y útiles. La competencia es tremenda; de tienda a tienda, de centro comercial a centro comercial. Aun las reuniones navideñas se anticipan porque hay muchos con quienes celebrar, con los del trabajo, con los amigos, con los ex compañeros de la escuela, y desde luego con la familia.
Por otra parte, no habrá llegado la navidad cuando ya se estarán vendiendo las roscas de reyes, así como el pan de muertos apareció casi nomás terminar las fiestas patrias. Ya también se vislumbra la aurora de la Feria de San Marcos en las reales personas de sus candidatas a reina. Todo rápido, todo efímero. No importa el ahora; importa el mañana. Pero el mañana se convertirá mañana en un hoy y será superado por un pasado mañana. El destino se anticipa, nos alcanza y rebasa, dejándonos atontados, vacíos. A otra cosa, a otra cosa, rápido, ¡ya!
Me acuerdo que en otra vida; en otro mundo, los festejos de navidad, e incluso el movimiento comercial, comenzaban con el inicio de las posadas, hacia mediados de diciembre. ¿Pero ahora? Ahora estas prácticas serían vistas como fruto de la improvisación; la falta de planeación, algo que no cabe en este mundo globalizado y moderno.
En conjunto estas cosas me recuerdan una reflexión del poeta y ensayista Ramón Andrés, el mismo que considera que nuestro mundo necesita poesía, música, lentitud y silencio. Y dice: “El presente que no se vive está sujeto al mañana; no vivir, pensarse como futuro, significa proyectarse como inexistencia. Ninguna civilización ha menospreciado tanto el presente como la occidental, a expensas siempre de lo venidero, de lo que está más allá. (Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a [email protected]).