Opciones y decisiones
Del razonador a la asertividad
La conversación pública de esta semana ha versado sobre dos temas de gran peso: primero, el avance o receso de la Reforma Judicial instaurada por Morena, satélites y tránsfugas adherentes, incluido ya un ministro de la SCJN, Alberto Pérez Dayan -bajo ignotos motivos aún-; y segundo, la Elección Presidencial de los EE.UU.AA., ya definida en favor del candidato republicano Donald Trump, ahora 47 presidente de la nación norteamericana.
El desconcertante resultado del primer asunto, para México, deriva en la vigencia de la reforma de marras que implica, como bien fue dicho por varios ministros de la SCJN, la plena sustitución del Poder Judicial del Estado Mexicano, que abiertamente atenta contra el principio de Identidad Constitucional consagrado de origen por la misma. Afirmación explícitamente citada por los siete ministros que votaron en contra de la constitucionalidad de la impugnada reforma, posicionamiento que derrumba como castillo de naipes el fraseo tendencioso e ideológico del oficialismo López-obradorista, que invoca su irremisible acatamiento del “mandato del pueblo de México” -un puro formalismo que no se sostiene frente a los pronunciamientos y hechos realmente acontecidos en la historia de esta última elección general del país-.
Tenemos registro público contundente del posicionamiento argumental expuesto brillantemente por el ministro Ortiz Mena respecto de los conceptos “supresión”/”sustitución”, en el caso de un principio o valor constitucional plenamente instituido; resultando que en la presente reforma del Poder Judicial flagrantemente se sustituye el principio de identidad del Estado Mexicano, como República democrática, representativa, federal y de Poderes Tripartitos. Queda evidente que no tan sólo se remueve todo el cuerpo judicial -desde ministros, magistrados y jueces- hasta el resto de funcionarios y trabajadores integrantes de su planta orgánica cercana a los 50 mil miembros en activo; sino que más grave aún se está sustituyendo el principio constitucional de Identidad del Poder Tripartito de gobierno, al sustituir en pleno al Poder Judicial, en su normal y pleno funcionamiento.
La presuntuosa y ampulosa declaración del oficialismo Morenista sobre este acto anti-constitucional es: “el sacrificio de una generación”, precisamente para sustituirla por otra u otras subsiguientes, supuestamente ‘no-corruptas’ ni coaligadas a ‘la oligarquía rapaz’… elegidas por el “pueblo”. ¿Y dónde están las pruebas fehacientes de estas acusaciones generalizantes? ¿Con qué derecho se puede literalmente ‘echar de la Historia’ a esta generación de funcionarios y ministros no sólo altamente especializados, sino legítimamente constituidos como miembros activos de un Poder distinto y autónomo de los otros dos que lo están brutalmente suprimiendo del sistema nacional del Estado mexicano? ¿De verdad, les da para esto su espúrea mayoría constitucional?
Y ¿acaso no resulta incoherente y contradictoria la defensa y aprobación de esta reforma por la presidenta Claudia Sheinbaum, cuando exalta su asunción presidencial como mujer, en plena discrepancia con su rol femenino, y en continuidad con un machismo rabioso, vengativo y egocéntrico destructivo de la unidad? Rol humanitario y social concebido por el pensador contemporáneo Peter Sloterdijk en categoría trascendental de Uterotopo, es decir en tanto que función esencial de protectora de la vida, en su sentido integral.
En términos simbólicos, habremos de seguir observando la brumosa quema de copal al líder cuatro-teísta ahora fantasma de Palacio Nacional, en aras de ofrendarle todas y cada una de las reformas legislativas, concebidas por él y su círculo rojo de grupo en el poder, que permanece enquistado a lo largo y ancho tanto del Poder Legislativo como del aparato Administrativo del Gobierno Federal. Esta irracional sumisión a un tótem de poder personalizado, ya demostró de parte del Legislativo en su edición LXV el servil acatamiento a su voluntad unipersonal, que el entonces senador Germán Martínez calificó picarescamente como de “culi-empinados”.
En la actualidad, debido al relevo de gobierno, la asunción del poder por Claudia Sheinbaum y la instalación en el Congreso de la Unión de la LXVI Legislatura, tendríamos en efecto una nueva configuración de Cámaras, sin embargo, en los hechos demuestra ser algo más bien pardo, todo cambió para quedar igual. Lo que sí ha cambiado es, aún titubeante, el estilo diferente de modelar el poder presidencial de la presidenta, ya lo he comentado que establece su diferencia, mediante un tono y talante notoriamente palaciego que evoca los tiempos de Versalles, se refrena el atropellamiento y se destaca la vuelta a la urbanidad política de gente culta e instruida; por eso le he llamado: “versallesco”.
En este tenor, ya no aplica del todo el epíteto germanista arriba indicado, sino el nuevo de “genuflexo”. Tanto el rijoso presidente de la mesa directiva del Senado, Fernández Noroña, como el empalagoso y zalamero diputado Monreal Ávila o el hiper-ortodoxo López-obradorista Adán Augusto, todos en su momento, han tenido que atemperar su desenfreno y arrebatos -inclusive de omitir cambios del Artículo I Constitucional de su reforma al Poder Legislativo-, para hacer graciosa genuflexión ante la cortante voz de la primo-mandataria.
Respecto del segundo asunto, la Elección Presidencial que recae en Donald Trump, habría que comentar por separado. Pero, aquí al menos, quiero dejar constancia de la trascendental importancia para el Gobierno de México de aplicar con alta refinación y asertividad, el poderoso recurso de la negociación, de frente al entrante presidente de Norteamérica. Para lo cual, debe quedar memoria y constancia de la mala e inapropiada postura -ante el propio Trump- del expresidente Andrés Manuel López Obrador, cuya pretensión de “independencia, soberanía, libertad y libre determinación”, siempre se estrelló frente al muro del contencioso mandatario norteamericano. Y la razón, para mí, era muy obvia: el estilo agresivo, de empuje y asertividad de Trump no encontró en López Obrador, las habilidades de un buen negociador que lo contrarrestara; el expresidente Andrés Manuel abusó siempre del estilo “razonador” para justificar sus posturas ante puntos problemáticos, que para su contraparte, le parecían lo de un verboso hablantín, pero sin poder persuasivo.
Moraleja, hoy, los funcionarios de México ante los EE.UU.AA. tienen que demostrar un habilidoso compendio de “estilos de influencia”, para poder enfrentar la ola ríspida que se les va a venir. El secretario de Economía Marcelo Ebrard, en recientes declaraciones, ha invocado algunos principios básicos de negociación, y esto es alentador para los encuentros en la cumbre, y por bien general del país. Lo que merece en adelante una mayor profundización. ¡Hasta la próxima!