Sin Municipios no hay Estado Parte 5 | Cátedra por: Netzahualcóyotl Aguilera R. E. - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Cátedra

Sin Municipios no hay Estado Parte 5

Volviendo a Honduras, al ver que nuestro regreso a México no era próximo, aproveché para reanudar el trabajo sobre mi tesis de manera sistemática. Mas llegó el momento en que me hice la reflexión de que ya tenía mucha teoría, pero mi conocimiento personal sobre los pueblos hermanos de América Latina era muy superficial. Tenía que encontrar la solución necesaria para resolver ese inconveniente..

DE DIPLOMÁTICO A TROTAMUNDOS. Entonces llegué a la conclusión de realizar un viaje básicamente por tierra que inicié el 1° de Marzo de 1962 con 900 dólares que había logrado ahorrar, desde Tegucigalpa hasta donde alcanzara a llegar (en el término de la licencia de seis meses más vacaciones) que fue Brasil, país lleno de magia del cual ya no quisiera salir quien llega, comprobando así la fantasía que se hizo fijación desde que disfruté, a los cuatro años de edad, la película de Walt Disney Los tres caballeros con la fascinante actuación de Carmen Miranda en las escenas de Río de Janeiro (a cidade maravilhosa) y Bahía (terra da felicidade).

Esta era la época en que el presidente de avanzada Joao Goulart (1961-1964) intentó declarar gratuita la educación pública; apoyó el movimiento popular de cultura (CPC) de la Federación Nacional de Estudiantes Universitarios; sostuvo los comedores universitarios y financió el experimento más avanzado de reforma universitaria con Darcy Ribeiro en la Universidad de Brasilia.

Allí me encontré con nuestros queridísimos maestros Rudolph Stavenhagen y Pablo González Casanova; el primero apoyando en la Universidad y ambos participando en el Congreso anual de Sociología de América Latina.

Así fue como mi estancia en Brasil se prolongó dos meses más, sin que me importara un comino lo que pasara con mi trabajo, hasta que llegó el momento en que recuperé el juicio.

Ya había regresado a México cuando nos enteramos de que todo aquél panorama prometedor para Brasil con el régimen de Goulart se frustró con el golpe de Estado militar (1965) cuya amenaza no se había dejado de sentir. 

Para mí, en lo personal, fue aterradora la noticia de que el piso que ocupaba la Federación de Estudiantes Universitarios ubicada frente a la playa Botafogo fue destruida con un disparo de mortero, quedando muertos o heridos los dirigentes de la Federación Nacional Universitaria ahí presentes, con quienes había tenido la oportunidad de establecer lazos fraternales. Probablemente allí hubiera terminado yo también de haber permanecido en Brasil.


(Esta acción criminal anunciaba el establecimiento del Plan Cóndor [1975] con el golpe de Estado en el que Pinochet ordenó el cobarde asesinato de Salvador Allende, iniciando así la implantación del terrorismo de Estado en América Latina dentro de la política de sometimiento a la política imperial de los Estados Unidos).

¿Era esto lo que yo quería? Es decir, tener una idea clara de lo que era, en su propio medio, la gran diversidad de pueblos de nuestra Región que no parecen tener la intención de cumplir el sueño mirandino, bolivariano, morazano, martiano, etc., de consolidar una Federación de Estados. 

La verdad todavía no lo sé, pero no me arrepiento porque pienso que, seguramente, no hemos buscado la forma y el camino correctos, que tenemos la obligación de encontrar.

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Podría decirse que empiezo por el final. Pero lo que sí sé es que, en mi búsqueda, solamente haré un alto detenidamente en Ecuador en donde tuve la experiencia que voy a relatar, que es el propósito de esta serie:

Así pues, regreso al inicio de mi viaje por Centroamérica y mi arribo al imponente macizo sudamericano por la gran Cordillera de los Andes no sin antes recorrer la cuenca del río Magdalena -escenario de una de las etapas más dramáticas de Bolívar-  hasta salir de Bogotá por avión debido a que se me convenció de que no debía hacerlo por tierra, por causa de la fatídica etapa conocida como la “violencia en Colombia”. 

Llegamos a Ipiales, en la frontera sur, donde conocí el imponente y bellísimo santuario de Nuestra Señora del Rosario, más conocido por Las Lajas, nombre del cauce del río en cuya impresionante profundidad se construyó.

ECUADOR. Inicié un apasionante viaje por los Andes ecuatoriales, a más de tres mil metros de altura con profundidades imponentes en donde, entre muchas cosas, paramos en una aldea totalmente africana por sus habitantes y sus chozas y probamos frutas que venden en trozos de hojas de plátano. La mayoría del pasaje cargaba grandes bultos con mercancía de contrabando seguramente procedente del Canal de Panamá.

Después de aquél viaje lleno de colorido en el que pasamos del hemisferio norte al sur al atravesar el Ecuador que evoca la memoria de Alexander von Humboldt, llegamos adoloridos a Quito y a la experiencia más decisiva de todo mi recorrido.

EL DR. ANDRADE MARÍN.  Lo primero que hice al día siguiente fue buscar al Dr. Andrade que después de haber cumplido su misión diplomática en Honduras había regresado a su país. Vi un bastón de mando enmarcado en la pared de su estudio y me dijo que se lo habían entregado las tribus cercanas a la capital cuando fue alcalde de la ciudad de Quito, por defender la característica arquitectónica original de su centro histórico, con el piso adoquinado y las paredes en tres niveles: la inferior incaica, construida con grandes bloques de piedra; la media colonial de adobes y la superior del siglo XIX y principios del XX de ladrillo, con prohibición expresa de colocar anuncios ni ornamentación moderna. Que yo sepa, es la única capital de nuestra Región que conserva su centro histórico con tanto celo. Fuera de él, Quito ha crecido cuanto ha sido necesario con características modernas. Espero que el nido original de la capital Quiteña se haya conservado como la dejó el Dr. Andrade.

También me enteré de otros cargos importantes tanto profesionales como políticos cuya relevancia me impresionó, pero jamás perdió su sencillez y bonhomía. En ese momento era Director del Hospital del Niño. 

Cuando me preguntó si podía apoyarme en algo y le dije que traía la encomienda de mi querido amigo y maestro el historiador Gabriel Saldívar y Silva de darle un saludo al maestro Benjamín Carrión, de quien no me dio detalle alguno en nuestra comunicación postal. Para sorpresa mía y sin preámbulos, el Dr. Andrade me dijo levantándose: véngase, se lo voy a presentar.

Hasta el viernes próximo.

Por la unidad en la diversidad

Aguascalientes, México, América Latina


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