Cultura para la paz: contra el acoso digital en redes sociales
La comunicación entre las personas ha cambiado de manera drástica en las últimas décadas. Hoy tenemos la posibilidad de comunicarnos a cualquier parte del mundo prácticamente en cuestión de segundos. Estas herramientas tecnológicas nos permiten estar conectados en todo momento. Por ejemplo, las redes sociales permiten tener miles de amigos virtuales, muchos de ellos desconocidos en la vida real. También permiten mantener contacto con personas que de otro modo sería muy difícil hacerlo, bien sea por la distancia o porque sus ocupaciones e intereses son divergentes.
Como toda creación humana, las redes sociales también poseen aspectos negativos: permiten el anonimato mediante el cual se esconden ciertas personas o grupos que agreden, insultan y critican sin argumentos. El llamado “hate” (odio) es el pan de cada día en esas redes y cada vez tiende a ser más agresivo.
De esta manera, aquellas personas que utilizan con fines destructivos las redes sociales, lo hacen prácticamente desde la total impunidad, pues no existe ningún orden jurídico -prácticamente en ningún lugar del mundo-, que sea claro, suficiente y eficiente con respecto a las consecuencias y sanciones de dichos actos.
En México existen algunas leyes que protegen a la población de ataques en medios electrónicos o redes sociales, como por ejemplo, la llamada Ley Olimpia, que sanciona penalmente la violación a la intimidad sexual de las personas por medios digitales, o la Ley Federal de Protección de Datos Personales en Posesión de los Particulares (LFPDPPP), mientras que en el sector público existe la Ley General de Protección de Datos Personales en Posesión de Sujetos Obligados (LGPDPPSO) o la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, que considera como discriminación la incitación al odio utilizando los medios de comunicación -aunque no habla en específico de los medios electrónicos o redes sociales-. No obstante, en la práctica, estas normatividades, además de insuficientes, no han resultado tan eficientes como se desearía, por lo que aún queda un largo camino por recorrer.
Por otro lado, se podría pensar que no debería ser necesario una “legislativitis” sobre el tema, si las personas practicaran de manera consciente el respeto y la empatía, y los medios electrónicos y las redes sociales se utilizaran de una forma responsable y positiva. Este uso adecuado tendría que venir desde la educación de las personas, siendo no solo responsabilidad de las instituciones educativas, si no también desde casa y en general de toda la sociedad.
Sin embargo, cada vez es más frecuente que principalmente las plataformas y los servicios de mensajes instantáneos se utilicen para sacar lo peor de los seres humanos. Frecuentemente muestran publicaciones y comentarios que los usuarios utilizan como una verborrea de odio contra el prójimo. Aunado a lo anterior, los medios de comunicación -algunos hasta considerados “serios”- se han tenido que adaptar al uso predominante de las redes sociales para tratar de seguir vigentes, y es cada vez más frecuente que publiquen noticias con títulos sensacionalistas, tendenciosos y maliciosos que incluso perjudican a la persona de quien se habla, generando polémica y odio, puesto que los consumidores de dichas noticias suelen reaccionar tan sólo por los encabezados y opinan sin enterarse plenamente sobre la realidad o veracidad de los hechos.
El derecho a la libertad de expresión es un derecho humano fundamental. Sin embargo, conlleva la gran responsabilidad de utilizarlo adecuadamente, porque una cosa es que este derecho exista y otra es que se abuse de él, generando violaciones a otros derechos fundamentales, así como odios y polarizaciones que generan consecuencias nocivas en la vida de las personas y en la convivencia social.
El llamado “ciberbullying” o acoso digital tiene consecuencias graves: desde la pérdida de la credibilidad social, rompimiento de relaciones sociales, pérdidas patrimoniales, despidos o situaciones laborales no favorables, entre otras, hasta consecuencias emocionales y psicológicas que pueden llegar hasta a cobrar la vida de las personas.
Promover e inculcar la cultura para la paz -como el conjunto de valores y actitudes con los que las personas interactúen para lograr una convivencia pacífica- es obligación de todos. Esta convivencia pacífica, desde luego, incluye la conducción y la interrelación que se tenga en los medios digitales.
Las herramientas electrónicas y las redes sociales no son malas en sí mismas, por lo que no es necesario satanizarlas. Lo que sí tiene una valoración ética y moral es el uso que le dan ciertas personas y eso es responsabilidad de los seres humanos.
Se puede no estar de acuerdo con las ideas, formas de pensar, vestir, de ver la vida o de actuar de los demás, pero ¿quién da derecho a insultar solo porque el otro no piensa igual? ¿Por qué se utilizan estos medios tan poderosos para generar odios y polarizaciones? ¿Por qué no se pueden debatir las ideas con mesura, respeto e inteligencia, sin tener que llegar a la agresión contra las personas? ¿Por qué las redes sociales se han transformado en el basurero de emociones y neurosis no resueltas?
Por ello resulta pertinente invitar al lector a reflexionar sobre lo anterior y utilizar los medios electrónicos y las redes sociales de manera positiva para generar comunidad y fomentar una cultura de paz, para conectar y unir a las personas, para generar el diálogo y la escucha, debatir ideas, engrandecer el pensamiento, compartir sueños y proyectos que lleven a la evolución y desarrollo de la humanidad, en lugar de dividirnos y hacernos daño entre nosotros.
Mediadora y Conciliadora Privada del Poder Judicial del Estado desde 2013.
Presidenta de la Red de Mediadores, Conciliadores y Facilitadores Certificados en Aguascalientes, A.C.
@CirculoArtemisaArteyCulturaparalaPaz