Teología de la Liberación de Gustavo Gutiérrez: Salvar la vida de los pobres | Memoria y Esperanza por: Jesús Antonio de la Torre Rangel - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Memoria y Esperanza

Teología de la Liberación de Gustavo Gutiérrez: Salvar la vida de los pobres

Segunda de tres partes

  1. La Teología de la Liberación de Gustavo Gutiérrez

Considero que el tema fundamental de la TL de Gustavo Gutiérrez, el propósito central de su reflexión intelectual, es salvar la vida de los pobres.

2.1. Teología y defensa de la vida

Conocí personalmente al P. Gustavo Gutiérrez, en junio de 1988, en Lima; del 23 al 25 de ese mes se celebró un encuentro de la Red Latinoamericana de Abogados Católicos, a la que fui invitado a asistir, en donde el teólogo participó con una exposición que tituló “Teología y defensa de la vida”.

La comunicación  del P. Gutiérrez partió del Evangelio de Juan 14, 6, en donde Jesús le responde a Tomás, que lo interpela: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. En la exposición desarrolló la afirmación del Señor, analizando los términos camino, verdad y vida.

Con relación a la vida algunas de las ideas que expresó, son del tenor siguiente: nuestra tendencia es dividir la vida, entre corporal y espiritual, pero Jesús no hace esa división; la vida debe verse integralmente. Vida implica estar en relación con otro; la muerte es soledad. Dios ama la vida, es amigo de la vida. Citando el libro de la Sabiduría, dice que Dios desea la justicia que da vida. No se puede amar a Dios y practicar la injusticia, porque la explotación y despojo del pobre, significa escoger la muerte. Llevando la reflexión sobre la vida, a nuestra historia concreta, la afirmación de Jesús “Yo soy la vida”, ¿qué significa hoy, en América Latina, marcada por la muerte? La afirmación de la vida se opone a la realidad de muerte de América Latina. Resurrección es la muerte de la muerte; es la vida pasando por la muerte; pero que trasciende. Es creer que la vida es la última palabra. No podemos aceptar la muerte; la violación de los derechos humanos es expresión de la muerte, de negación de la vida. La lucha por la vigencia real de los derechos humanos, por su efectividad histórica, es una tarea por la vida.

Creer en la Resurrección de Jesús, es haber pactado con la vida; es ser amigo de ella. De toda vida, corporal y espiritual; la preocupación por una, no implica despreocupación de la otra.


2.2. Los derechos de los pobres: la clave hermenéutica de la Teología de la Liberación

Gustavo Gutiérrez, al estar tratando de la injusticia que padecen actualmente los pobres, en este mundo globalizado de economía neoliberal escribe:

“Esta situación, tal como la conocemos actualmente, con su carga de muerte injusta y prematura, lanza un cuestionamiento radical y englobante a la conciencia humana y a la manera de aproximarse a la fe cristiana.” (1)

Y agrega el teólogo peruano que esto configura un “campo hermenéutico”, que propone para la relectura del mensaje bíblico y seguimiento de Jesús. (2)La propuesta de este “campo hermenéutico”, la muerte injusta y prematura de los pobres, nos coloca de inmediato y de cara a la cuestión de los derechos de los pobres, ya que como escribe Gutiérrez es otro lugar:

“Don de Dios, la vida es también el primer derecho humano. Contra él atenta la condición de pobreza y de insignificancia en la que viven tantos de nuestros contemporáneos. En efecto, la pobreza, en última instancia, significa muerte; muerte física temprana e injusta, por carencia de los medios más elementales para sus necesidades vitales…” (3)

2.3. La Teología de la Liberación, en su planteamiento inicial sistemático: lucha contra la injusticia

En ese apartado exponemos, en líneas muy generales, la sistematización inicial que hace Gustavo Gutiérrez de la TL; lo hacemos siguiendo, precisamente, su célebre obra Teología de la Liberación.

En la Introducción, el teólogo peruano nos dice que con ese trabajo intenta una reflexión, partiendo tanto del Evangelio como “de las experiencias de hombres y mujeres comprometidos con el proceso de liberación” de América Latina oprimida y despojada. (4)

Inicia Gutiérrez esa reflexión haciéndola sobre el propio quehacer teológico, que constituye una “inteligencia de la fe”. Expone las tareas clásicas de la teología, como “sabiduría” y como “saber racional”. Luego trata de la teología “como reflexión crítica sobre la praxis”. Dice que esta función de la teología se afirma en los últimos años, pero que tiene sus antecedentes en los primeros siglos de la Iglesia, con la teología de la historia de San Agustín expresada en La Ciudad de Dios, ya que hace “un verdadero análisis de los signos de los tiempos y de las exigencias que ellos plantean a la comunidad cristiana.” (5)

Gutiérrez considera que las tres tareas de la teología se suponen una a otra y se necesitan.

“Pero no es todo. No se trata, en efecto, de una simple yuxtaposición. El quehacer crítico de teología lleva necesariamente a una redefinición de esas otras dos tareas. En delante, sabiduría y saber racional tendrán, más explícitamente, como punto de partida y como contexto, la praxis histórica. Es en obligada referencia a ella donde deberá elaborarse un conocimiento del progreso espiritual a partir de la Escritura; y es en ella, también, donde la fe recibe las cuestiones que plantea la razón humana. La relación fe-ciencia se situará en el contexto de la relación fe-sociedad y en el de la consiguiente acción liberadora.” (6)

En los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, se estableció como una meta a alcanzar de progreso, no sólo económico, lo que se denominó como desarrollo; con este término se sintetizaban las aspiraciones de los pueblos. El desarrollo se lograría con la ayuda, económica y técnica, de los países ricos a los países pobres y “subdesarrollados”. Esa ayuda se daba, en la realidad, desde una visión economicista y modernizante; intervenían organismos internacionales vinculados con los grupos y gobiernos que concentran el poder y la riqueza económica en el mundo, de tal modo que, como explica Gutiérrez:

“Los cambios que se promovían trataban de hacerse dentro del cuadro formal e institucional existente, sin ponerlo en tela de juicio. Se evitaba cuidadosamente, por consiguiente, atacar a los grandes intereses económicos internacionales y los de los aliados naturales: los grupos nacionales dominantes. Pero aún, en muchos casos esos pretendidos cambios no eran sino nuevas y solapadas formas de acrecentar el dominio de los grandes grupos económicos.” (7)

Desde un punto de vista crítico, se comienza a hablar de desarrollismo, como ‘reformismo’ y “modernización”. No se atacan las causas de la situación, “entre ellas la más profunda es la dependencia económica, social, política y cultural de unos pueblos en relación con otros, expresión de la dominación de unas clases sociales sobre otras.” (8) Es en ese contexto que se empieza a hablar de liberación, de un proceso de liberación, como ruptura con la dependencia y con contenido más humano que el término desarrollo.

“Caracterizar la situación de los países pobres como dominados y oprimidos lleva a hablar de una liberación económica, social, política. Pero está, además, en juego una visión mucho más integral y honda de la existencia humana y de su devenir histórico.” (9)

Gustavo Gutiérrez, a continuación, profundiza en el significado del término liberación; y distingue tres niveles, tres aproximaciones al proceso de liberación: uno, como aspiración de clases sociales y pueblos oprimidos; dos, el ser humano asumiendo su propio destino, su protagonismo de la historia; y tres, como salvación del pecado. Los resume así:

“1. Liberación expresa, en primer lugar, las aspiraciones de las clases sociales y pueblos oprimidos, y subraya el aspecto conflictual del proceso económico, social y político que los opone a las clases opresoras y pueblos opulentos. Frente a esto, el término desarrollo y, sobre todo, la política llamada desarrollista, parecen algo asépticos y, por consiguiente, falseando una realidad trágica y conflictual. La cuestión del desarrollo encuentra, en efecto, su verdadero lugar en la perspectiva, más global, más honda y más radical, de la liberación; sólo en ese marco, el desarrollo adquiere su verdadero sentido y halla posibilidades de plasmación.”

“2. Más en profundidad, concebir la historia como un proceso de liberación del hombre, en el que éste va asumiendo conscientemente su propio destino, coloca en un contexto dinámico y ensancha el horizonte de los cambios sociales que se desean.” 

“3. En la Biblia, Cristo nos es presentado como aportándonos la liberación. Cristo salvador libera al hombre del pecado, raíz última de toda ruptura de amistad, de toda injusticia y opresión, y lo hace auténticamente libre, es decir, vivir en comunión con él, fundamento de toda la fraternidad humana.”

“No se trata, sin embargo, de tres procesos paralelos o que se suceden cronológicamente, estamos ante tres niveles de significación de un proceso único y complejo que encuentra su sentido profundo y su plena realización en la obra salvadora de Cristo. Niveles de significación que, por lo tanto, se implican mutuamente. Una visión cabal de la cuestión supone que no se les separe. Se evitará así caer, sea en posiciones idealistas o espiritualistas que no son sino formas de evadir una realidad cruda y exigente; sea en análisis carentes de profundidad y, por lo tanto, en comportamientos de eficacia a corto plazo, so pretexto de atender a las urgencias del presente.” (10)

Notas:

1 Gustavo Gutiérrez, “Una óptica teocéntrica”, en Páginas No. 177, Lima, octubre de 2002, p. 7.

2 Cfr. Gutiérrez, “Una óptica…”, Op. Cit. 

3 Gustavo Gutiérrez, “Memoria y Profecía”, en Páginas No. 181, Lima, junio, 2003, p. 35.

4 Cfr. Gustavo Gutiérrez, Teología de la Liberación. Perspectivas, Ed. Sígueme, Salamanca, 1974, p. 15.

5 Ibidem, p. 26.

6 Ibidem, págs. 38-39.

7 Ibidem, p. 51. 

8 Idem, p. 52.

9 Idem 

10 Ibidem, págs. 68 y 69.


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