El horror tiene rostro, y debemos hacerlo amigo, el horror y el terror mortal son tus amigos, y si no lo son, entonces son enemigos que hay que temer, pues son tus verdaderos enemigos… – Marlon Brando en Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979). – Y súbitamente entendí que el genio de hacer lo que tienes que hacer…, lo intuí como una bala de diamante que atravesara mi frente, una bala transparente como el cristal, que me hizo entender que (el horror) “…se basa en el instinto primordial de matar, sin sentimientos, sin pasión, sin pensar, sin juzgar; porque el juzgar es lo que nos derrota”.
Me queda la impresión de que estamos pasando por una situación límite que no atinamos a verla como tal. Rozamos, como dijeran nuestros ancestrales nahuatlacos, muy de cerca y de junto la vivencia de un “fin del mundo” asociado a la cuenta larga de los mayas que desgranó día con día el décimo tercer Baktún (Baktún: ciclo de 144 mil kines/días) de la quinta Cuenta Larga (iniciada en 1618) que concluyó este día 21 de diciembre de 2012, para totalizar 1 millón 872 mil días. Y que la Cuenta Larga suma un total de 5 mil 125.36 años. Y todo ello derivado de una maravillosa sincronía que ocurre cada 79 años, en que las órbitas comparadas de la Tierra y Marte se sincronizan en su danza alrededor del Sol.
Este día sábado 22 estamos transitando de una genial inferencia matemática de los mayas, que plasmaron en el modelo de una Cuenta Larga, a una nueva cuenta que seguirá narrando el viaje sideral de la Tierra y de Marte en su singular danza planetaria en torno a su estrella primigenia que es el Sol. Ésta es una estrella modesta en uno de los vastos brazos de fuego de la hélice galáctica de la Vía Láctea, con cuyo eje central nos hemos alineado.
La transpolación simbólica que se le ha dado a este fenómeno de máxima precisión matemática, que mide el fin de una edad, hacia un término imaginario colectivo de “fin del mundo”, es sin duda un fenómeno sociológico e interpretativo de la cultura dominante en el planeta Tierra. Cuyo referente es la visión apocalíptica de máxima destrucción y aniquilación de la vida tal como la conocemos, para instalar el Juicio Final de la humanidad.
Emoción y razón que se infiltran en ése que debiera ser un sentimiento primordial puro de horror y terror mortal, que hoy estamos trivializando en un mundo que no acaba, en una “predicción” que percibimos como fallida, en una “constatación” de que lo mítico y lo sagrado aluden, al final, a fábulas geniales, tan fantasiosas como los cuentos de los libros de caballería, pero tan irreales como los enemigos fantasmales que confronta con arrojo y honor, el Quijote. Y la sensación que nos deja esta saga de miles de años con todo y precuelas y secuelas es que el hombre está en el Universo tan solo como el Principito en su planeta.
¿De quién es la culpa de tamaño desatino? Antes que culpa, hay que dejar por sentado que se trata de un error argumentativo cuya naturaleza consiste en realizar un salto indebido entre dos campos conceptuales radicalmente distintos: del matemático que ejecuta un cálculo astrofísico de impresionante precisión que comprende más de 5 mil años, al ético-social que presupone impactantes consecuencias destructoras, emergentes de una crisis resolutiva originada por la injusticia dominante, desigualdades profundas y pérdida de la esperanza en un cambio histórico estructural que impulse el desarrollo armonioso del todo social.
Esta indebida transpolación distorsiona la relación causa-efecto de un evento “x” sobre otro evento “y”, ya que los presupuestos y condiciones del primero no tienen relación alguna con la resolución fortuita o predeterminada del segundo; lo que nos remite al sensato refrán popular de: “un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar”.
Independientemente de la percepción que obtenemos de un “apocalipsis fallido”, en razón de la evidencia de que, finalmente, no ocurrió; el asunto nos aporta una invaluable oportunidad para reflexionar acerca de las tensiones reales que sí provienen del sistema social y político en que vivimos, y que por cierto se encuentra en una fase de re-definición, que sí constituye una situación límite para el todo de la humanidad contemporánea; la crisis ostensible de la zona Euro, el altísimo riesgo de recesión económica profunda que representa el manejo indebido del gigantesco déficit fiscal de los Estados Unidos (que se ha apellidado: “el precipicio fiscal”), son convergentes en la amenaza de recesión económica generalizada debido a este sacudimiento telúrico de la economía mundial que podría generar impredecibles ondas de choque, sobre todo a los países de economías emergentes como el nuestro.
Ésta última sí es una imagen apocalíptica del sistema económico globalizado de cuya resolución pende el futuro de los 7 mil millones de hombres y mujeres en el mundo actual. Estado mundial de cosas que, independientemente, de que se acaba de cumplir con exactitud la increíble predicción matemática de los sabios mayas realizada milenios atrás; sí pude constituir una proyección apocalíptica dentro de la esfera societal de la población humana del planeta Tierra, ya que de no leerse o interpretarse correctamente las condiciones tensivas actuales, puede desencadenarse una reacción en cadena, que no necesita ser nuclear o atómica físicamente, sino del orden estrictamente político y económico, pero con efectos devastadores para la sobrevivencia humana con justicia, dignidad y calidad de vida.
Este apocalipsis también trae ya su propia cuenta larga regresiva, que está emitiendo sus pulsos de alerta, y que no debemos menospreciar so pena de que al fin y al cabo el mundo no se acabó, porque “los mayas” fallaron en su predicción milenaria. Nada más insensato en la lectura de los hechos reales de la historia actual. Pues sí, el efecto ético de opciones y decisiones morales correctas, continúa.
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