Salvador Gallardo Dávalos y el grupo ACA | El talismán perdido por Valeria García Torres - LJA Aguascalientes
21/11/2024

Salvador Gallardo Dávalos nació en San Luis Potosí el 9 de julio de 1893. Desde chico se interesó por la lectura y devoraba cuanto libro caía en sus manos. En 1910 ingresó al Instituto Científico y Literario, donde conoció a Ramón López Velarde y a su hermano Jesús. En esa época, además, trabó amistad con Jesús Silva Herzog. Posteriormente, estudió medicina en el Hospital Militar de San Luis, para después convertirse en capitán segundo del Ejército. En 1916 se integró a la Secretaría de Guerra, en la Escuela Médico Militar, donde obtuvo el título de médico militar. Años más tarde llegó a Aguascalientes designado como médico del sistema de riego “Plutarco Elías Calles”. Aquí conoció a quien se convertiría en su esposa, Teresa Topete del Valle, con quien tuvo cuatro hijos; uno de ellos, Salvador Gallardo Topete, sería otra figura importante de las letras hidrocálidas.

Es imposible hablar de Gallardo Dávalos sin mencionar al grupo Asociación Cultural Aguascalentense (ACA), nacido el 21 de julio de 1951. Con él a la cabeza, estaba integrado por jóvenes escritores provenientes, en su mayoría, de la Cofradía del Petate. Ésta era, de acuerdo a Alejandro Sandoval, una “especie de clan de poetas, quienes después de organizar seriamente la solemne velada de la entrega de la Flor Natural al ganador de los Juegos Florales, se reunían para hacer una parodia de este evento”. En aquél entonces, el gobernador de Aguascalientes era Edmundo Gámez Orozco, quien era conocido como el “gobernador poeta” y fue designado como presidente honorario del grupo ACA. El ambiente era, pues, propicio para el desarrollo cultural del Estado.

Los escritores ambicionaban publicar en el periódico El Sol del Centro de Aguascalientes, fundado en 1945, por el prestigio que adquirían sus colaboradores. La competencia llegaría nueve años después, con la fundación en 1954 de El Heraldo de Aguascalientes. Estos medios sentaron las bases de la moderna industria editorial, desplazando a los periódicos locales.

Yolanda Ramírez Carballo señala como “escritores independientes” de la época a Jesús Reyes Ruiz, Antonio Acevedo Escobedo, Desiderio Macías Silva (quien más tarde se uniría al Grupo Paralelo, sucesor del ACA), Dolores Castro, Josefina Esparza (Premio Flor Natural 1946) y Antonio Esparza (Premio Flor Natural 1950). Además, comenta que los Juegos Florales recibían en esos años fuertes críticas porque carecían de un proyecto cultural y porque los directores de los periódicos favorecían la “línea aristocratizante” y rechazaban la “línea popular”. Los que publicaban en esos medios eran considerados por el grupo ACA como “dueños y poseedores de la cultura y de la tradición local”. Por tal motivo, surgieron Juegos Florales “paralelos”: los de la Cofradía del Petate y los de la Asociación Cultural Aguascalentense. 

Los miembros del ACA se definieron como “escritores que reclaman un lugar en el contexto de la cultura nacional”. Con ese objetivo en mente, se reunían cada martes para presentar y comentar trabajos de carácter científico y literario. Materializaron sus esfuerzos en la publicación de una revista cultural con formato de cuadernillo, impresa en los Talleres Gráficos del Estado y acompañada de viñetas, grabados y fotografías: ACA. Sin embargo, sólo lograron editar cinco revistas, una por año, de 1952 a 1956. Simultáneamente, los más jóvenes del grupo publicaron una hoja literaria llamada El Hombre del Búho. Ésta, de un carácter más informal, presentó cuatro números en 1952 y uno en 1954.

El número de asociados del grupo ACA llegó hasta 50, aunque la nómina de escritores sólo alcanza a 30 de ellos. Los que más textos publicaron en la revista son el propio Salvador Gallardo Dávalos, Víctor Sandoval, y Salvador Gallardo (hijo). Le siguen Horacio Westrup Puentes, Alfredo de Lara Isaacs, Humberto Brand Sánchez, Eduardo Pérez Vázquez y Alejandro Topete del Valle. Los géneros literarios que predominan son la poesía y el ensayo de crítica literaria.

En un “Ensayo Crítico de la Obra de Manuel Gutiérrez Nájera”, Gallardo Dávalos instruye: “Para conocer y apreciar a un poeta, no basta con leer su producción […] para juzgar una obra poética, hay primero que situarla, ambientarla y relacionarla […] y tratar de encontrar las causas sociales que la hayan motivado”. Es decir, antes de evaluar una obra poética hay que atender al contexto histórico, social y político de la misma. Este “proyecto pedagógico” lo contagió a sus colaboradores, quienes realizaron una producción extensa de trabajos de crítica literaria. Víctor Sandoval, por ejemplo, valoró la obra lírica de Salvador Gallardo Topete. 

El grupo ACA fue un proyecto para impulsar el cambio cultural a través de un programa bien definido. En el “Discurso pronunciado en la solemne velada inaugural”, Gallardo Dávalos señaló que la asociación debía emplear tiempo en formar a sus integrantes en el cultivo y en el culto de la belleza y del arte. Pretendía con ello la cultura del pueblo, porque la cultura y el arte que no tiene como principio y fin al pueblo, es vana. Asimismo, buscaba impulsar el trabajo propio y con fines sociales, evitando caer en dos extremos: “encerrarse en cenáculos y torres de marfil para cultivar un narcisismo aristocrático o descender hasta antros y barriadas populacheras a prostituir la musa simbólica en la vulgaridad y leperocracia, so pretexto de un folklorismo de exportación y tramoya”.

“Hay que llevar la cultura al pueblo”, decía el gobernador poeta Gámez Orozco. Y Gallardo Dávalos respondía: “Hay que subir al pueblo hasta la cultura”. Como señala Ramírez Carballo, ambos concebían cultura y sociedad como realidades separadas, excluyendo de la Cultura (con mayúsculas) las formas de expresión del pueblo. “El control de la cultura entonces estaba asegurado”, señala, “el Arte, con mayúsculas, es para los iniciados”, “pero la cultura popular es, precisamente, la gran ausente en las más de 300 páginas de sus revistas”.


No obstante, el mayor logro de la Asociación Cultural Aguascalentense fue su lucha en contra del monopolio cultural, tanto el que se ejercía en el centro del país como el que se ejercía en nuestra ciudad, representado por los organizadores de los Juegos Florales. Así, en 1957 nació la revista Paralelo y en su manifiesto de tono estridentista “Aquí, Paralelo 21”, se manifiestan en contra del centralismo cultural y sus grupos de poder. La proclama estridentista levanta su voz, 34 años después de la de Manuel Maples Arce:

¡SE ESTÁ INCENDIANDO EL PICACHO!

¡El cerro del muerto se levanta de su sueño milenario con un estandarte en llamas!

Con él, proclama la independencia cultural del altiplano

¡PROVINCIANOS DE LA REPÚBLICA, UNÍOS!

Fuente bibliográfica: Yolanda Ramírez Carballo. “Salvador Gallardo Dávalos. Una vida entre suspiros de gasolina, memorias y pentagramas”. Horizontes Literarios en Aguascalientes. Escritores de los siglos XIX y XX. UAA, 2005.


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