AMLO, el negacionista y restaurador por Rubén Aguilar Valenzuela  - LJA Aguascalientes
14/11/2024

En 2000, con el triunfo de Vicente Fox, culmina el ciclo histórico de la transición democrática que inicia con la reforma electoral de 1977 y termina con la alternancia en la presidencia de la República, que fue ocupada por 80 años por un mismo partido. 

El proceso de la transición democrática, que abarca un arco de 23 años de la historia moderna de México, fue gradual y resultado de la lucha ciudadana y de los partidos de la oposición. 

Los gobernantes emanados del PRI, también su partido, inician una serie de reformas electorales, para legitimar sus triunfos y estancia en el poder. 

Se introducen modificaciones al sistema electoral con el propósito de conservar el poder, con ventaja clara sobre la oposición, pero de una manera que no se cuestione su legitimidad. 

Los gobernantes y el partido hegemónico, como resultado de la presión de la sociedad y los partidos de oposición, cada vez se ven obligados a hacer más concesiones. 

Antes de que ocurra la alternancia en la presidencia de la República hay seis reformas electorales, que permitieron que la oposición llegara al Congreso y empezara a ganar gubernaturas. 

La democracia se hace presente como una conquista de la sociedad toda. En 2000, el presidente Ernesto Zedillo y el PRI entendieron, hay que reconocerlo, que se había terminado una etapa de la historia e iniciaba otra. 

Con la llegada de la alternancia, la presidencia de la República ha sido ocupada por tres partidos distintos; el PAN, el PRI y Morena. A partir de 2000, con el Instituto Federal Electoral (IFE) autónomo, al que sigue el Instituto Nacional Electoral (INE), los votos se cuentan y el que tiene más gana. ¿Seguirá así? 

En 2018, López Obrador, al llegar a la presidencia de la República, niega que hubo un proceso de transición democrática que culmina en 2000, después de 23 años, con la alternancia en la presidencia de la República. 


Con su actitud y manera de entender la historia, que solo es la suya, desconoce la lucha de cientos de miles de mexicanas y mexicanos en la instauración de la democracia, algunos en ese esfuerzo perdieron la vida. 

Borra de la historia las reformas electorales que fueron abriendo el espacio a la participación política electoral y también a los triunfos de la oposición en las gubernaturas y presidencias municipales. 

Niega, incluso, que su triunfo en 2018 se hizo posible porque antes ocurrió la transición democrática. Sin ella su victoria hubiera sido imposible y hoy no estaría en el poder. 

López Obrador, ya en la presidencia, logra uno de sus más viejos anhelos, restaurar el viejo sistema político del presidencialismo autoritario, en el que se formó y militó. 

Después de la pasada elección del 2 de junio, con el voto de la mayoría de los electores, la colaboración de consejeros del INE y magistrado del TEPJF, y la sumisión al presidente de los senadores y diputados de Morena, se ha restaurado el viejo régimen. 

López Obrador lo logró y seguirá gobernando tras bambalinas, el régimen que restauró. Habrá maximato. La presidenta Claudia Sheinbaum, su alumna y protegida, se lo va a permitir. De eso no hay duda. Para eso está. 


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