Cuentos de la colonia surrealista | La señora por: Alfonso Díaz de la Cruz - LJA Aguascalientes
14/11/2024

Entre quienes afirman haberla visto, las versiones de su locación son variadas: unos la sitúan en uno de los pasillos más escondidos del Jardín de San Marcos, algunos en las calles aledañas al templo del Encino y otros -los menos- entre los talleres del complejo Tres Centurias; sin embargo, hay dos elementos en los que todos los que hablan de ella, sin excepción, coinciden.

Por un lado, que no existe una regularidad en cuanto a la frecuencia de sus apariciones -tanto pueden pasar apenas un par de días sin que se tengan noticias de ella, como media docena de meses- y, por otro lado, el método que tiene para obtener y ofrecer sus productos, por demás particulares.

La señora, como le conocen sin que nadie sepa cuál es su nombre, “se aparece” frente a una pequeña mesa con mantel de yute en la que despliega su mercancía y sin emitir palabra alguna clava su mirada, acompañada de una leve sonrisa, a cuanto transeúnte pase frente a ella.

La recomendación que se ha pasado de boca en boca es que no se le mire a los ojos ni se le salude -ni siquiera por educación- y que, por el contrario, se pase de largo ignorando por completo a la vendedora ya que, si se desestima este consejo y se le corresponde con la mirada y la sonrisa, dicen, el transeúnte irremediablemente -ya sea por simpatía, genuina curiosidad o alguna especie de sortilegio hipnótico- se acercará a la mesita a contemplar y examinará la mercancía, que consiste de personas en miniatura con una maestría única en el detalle.

-Se trata de personas reales de esta ciudad -dirá sin previo aviso la señora- ¿desea adquirir alguna? Sólo cuestan 200 pesitos.

En este momento la espada de Damocles penderá sobre los curiosos y han de tomar una rápida decisión que sellará su destino para siempre: si se decantan por el sí, llevará a casa una figurita que no hará en lo absoluto juego con la decoración y, más allá de la incomodidad que la figura generará a propios y visitantes, no ocurrirá nada más. Pero si, por el contrario, la respuesta es un no, por muy educado que este sea, el paseante en cuestión se verá convertido al momento en una miniatura, con los detalles llenos de una maestría única, que la señora incluirá al momento en la colección de miniaturas que ofrece a la venta.

200 pesitos cuestan. La recomendación, sin embargo, seguirá siendo siempre la de pasar de largo y no volver la vista atrás.


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