Guácala de pollo con los verbos de régimen preposicional | ¿Cómo se dice? por Aldo García Ávila - LJA Aguascalientes
21/11/2024

“¡Guácala de pollo!” es una de las frases más célebres del comentarista de lucha libre Arturo “El Rudo” Rivera. Y es lo que pensamos al escuchar frases como “verbos de régimen preposicional”, porque la respuesta es justamente esa: ¡guácala de pollo!

Estudiar gramática (o cualquier otra disciplina) implica aprenderse nombres elegantes, pero también pretenciosos, para referirnos a fenómenos que, muchas veces, son sencillos. Lo anterior provoca que sea más difícil entender lo que tratamos de aprender, pues ya el solo nombre asusta. Entonces, para ponerlo en palabras sencillas, los verbos de régimen preposicional son aquellos que no podemos utilizar sin la preposición correspondiente, por ejemplo, arrepentirse en “Píter se arrepiente sus pecados”, que es la versión agramatical (que rompe con las reglas de la gramática) de “Píter se arrepiente de sus pecados”. De hecho, lo correcto sería citar estos verbos con todo y la preposición que necesitan para utilizarse gramaticalmente. Así, en el ejemplo anterior, tendríamos que citarlo como arrepentirse de, pues de esa manera nos resultaría más fácil identificar que, a veces, los verbos (al igual que otras categorías gramaticales) necesitan acompañarse de determinadas palabras para que funcionen adecuadamente.

Otros ejemplos de verbos de régimen preposicional son atreverse a, como en “Me atreví a cambiar mis hábitos para mejorar”, pero no “Me atreví cambiar mis hábitos para mejorar”, o bien, absolver de, como en “El juez absolvió de toda culpa a Píter”, pero no “El juez absolvió toda culpa a Píter”. Así, para saber si estamos frente a un verbo de régimen preposicional, basta con quitar la preposición en turno y, en términos generales, verificar si ocurre uno de dos fenómenos: o la expresión será agramatical o cambiará su significado.

Para ilustrar lo anterior, valga el verbo rogar, que puede ser y no ser de régimen preposicional. Cuando rogar es un verbo sin régimen, produce oraciones como “Píter le rogó a Meriyein que volviera con él”, es decir, se trata de un verbo de comunicación. Ahora bien, cuando se trata de un verbo de régimen, la estructura es rogar por, como en “Píter rogó por Meriyein en sus plegarias de hoy” y, en este caso, es un verbo de petición (más o menos parecido a los de comunicación, pero con sus diferencias). Sabemos que es un verbo de régimen preposicional, porque al eliminar la preposición por se genera una expresión agramatical, como en “Píter rogó Meriyein en sus plegarias de hoy”, pues ningún hablante que domine el español consideraría esta oración como una estructura válida.

Al observar cómo funciona rogar como verbo sin régimen preposicional, también podríamos caer en la tentación de identificarlo con un régimen encabezado por la preposición a, pues aparece con frecuencia en otras oraciones: “A los siete años de edad le rogó a su madre que lo dejara vestirse como quisiera”; “Serafín obedeció y le rogó a su papá que lo dejara marcharse” o “Píter le rogó a la policía de Chicago que le garantizaran una protección de 24 horas”; sin embargo, la aparición de esta a se debe a otros factores, pues su función consiste en introducir al objeto indirecto de la oración. Este fenómeno es más complejo y lo abordaremos en textos posteriores. Por ahora, baste saber que esa a es la misma que aparece en oraciones como “Píter le dijo palabras bonitas a Meriyein” o “Píter le regaló flores a Meriyein”, en las que la entidad que funciona como objeto indirecto suele ser receptora de la acción que expresa el verbo. Así, Meriyein recibe tanto las palabras bonitas, como las flores de Píter. Claro está, existen diferentes tipos de objeto indirecto, pero esta descripción nos permite dar una idea general de las características del objeto directo.

Con base en lo anterior, rogar no tiene un régimen encabezado por la preposición a, como lo muestran estos otros ejemplos, en los que conserva su carácter como verbo de comunicación: “García Lorca ruega que la cara del matador no sea cubierta”; “El niño ruega que no nos dejes” o “Fuera de la casa, el muchacho ruega que lo dejen entrar”.

Una vez más, estos hechos nos revelan nuestro dominio del español, incluso sin haber tomado clases especializadas de gramática. Tú, al igual que yo, utilizamos los verbos de régimen preposicional con la mayor de las maestrías, porque los interiorizamos poco a poco a lo largo de nuestra vida. Finalmente, las reglas gramaticales, más que estar en libros, en manuales o en clases de español (o de cualquier otra lengua), se encuentran en la propia forma de hablar de quienes han hecho del español el espacio para compartir sus conocimientos, habilidades y destrezas, pero también para expresar sus alegrías y sus tristezas.


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