El presidente López Obrador, en la comparecencia mañanera del pasado tres de septiembre, en respuesta a la pregunta de una periodista le dijo que en sus discursos, acababa de pasar su sexto informe, mentía para “dar nota” a los medios.
Se lo dijo de manera franca, riendo y celebrando como una travesura sus mentiras. En ese caso en particular la referida a que México tenía un mejor sistema de salud que Dinamarca, que él sabe no es cierto. Cualquier interesado puede ver la grabación de esa mañanera.
A lo largo del sexenio la consultora SPIN ha documentado el número de las mentiras, 85 en promedio en cada comparecencia mañanera, y en los últimos meses de su mandato, ya en la recta final, aumentó a 110.
Lo ha hecho también, de manera más puntual y rigurosa, el periódico digital Animal Político en los seis informes presidenciales, en su trabajo a la mentira, que llama falso, propone enseguida el dato correcto.
La estrategia de mentir de manera abierta y sistemática de López Obrador no es original y única. Está en el manual de todo populista sea de izquierda o de derecha. Hoy en el mundo hay unos treinta, de los 194 países con asiento en la ONU.
No importa en qué continente se encuentre y a qué cultura pertenezca el presidente, primer ministro, rey o dictador que como populista utiliza esta estrategia como eje articulador de su discurso.
En la estrategia de comunicación de los populistas la mentira les permite cumplir cuatro objetivos: 1) Construir un mundo y gobierno ideal, que en la realidad no existe; 2) Suplir lo que no han hecho y cubrir sus fracasos; 3) Decir a sus simpatizantes y seguidores, al “pueblo bueno”, lo que quiere oír; 4) Dar “nota” a las y los periodistas.
López Obrador en la construcción de su discurso ha utilizado muy bien la mentira como eje articulador del mismo. Ha demostrado ser un maestro en su manejo. Perfeccionó su uso en una práctica presente como jefe de gobierno y los años de candidato.
A lo largo de su sexenio como presidente, a días de concluir su mandato, la estrategia de mentir le dio muy buenos resultados y cumplió con creces los objetivos que se propuso, que son los que con ella persigue todo populista.
Es notable cómo cumplió con el objetivo cuatro que era “dar nota” a los medios. La gran mayoría de ellos se convirtió en una caja de resonancia acrítica, que le permitió que se “mensaje” mentiroso se difundiera. De parte de estos nunca hubo aclaración de que lo que decía eran mentiras.
Y eso le permitió, era condición necesaria, poder cumplir los otros tres objetivos de manera particular el tercero que fue decir al “pueblo bueno”, lo que quería oír, que a su vez implica las otras dos que es construir un mundo de fantasía con el que este se identifica.
La presidenta electa Claudia Sheinbaum ha dicho que seguirá con la estrategia de comunicación de las comparecencias mañaneras. Está por verse si hará uso o no de la mentira como eje articulador del discurso. Y si dará o no conferencias de prensa o seguirá el modelo del presidente de “campaña permanente”.
@RubenAguilar