Píter se desvivió por Meriyein es diferente de Píter desvivió a Javier | ¿Cómo se dice? por: Aldo García Ávila - LJA Aguascalientes
14/11/2024

Desvivir ya extendió su significado a ‘matar’, ‘asesinar’ e incluso ‘suicidarse’ si desvivir se acompaña del pronombre correspondiente. Para fines prácticos, a este nuevo significado le otorgaremos la etiqueta de verbo de afectación, pues en un evento como “Píter desvivió a Javier”, evidentemente la integridad de una persona resulta gravemente afectada, pues pierde la vida.

Una aproximación planteada en estos términos parece absurda y ridícula; sin embargo, permite distinguir verbos que provocan mucha afectación (como matar) de aquellos que lo hacen en un menor grado (como golpear), aunque en la realidad consideremos que estas situaciones son hechos igualmente reprobables. Cabe precisar que, desde el punto de vista de la descripción lingüística, la afectación de una entidad no siempre es negativa, pues en un evento como “Píter pintó la pared”, la pared también resulta afectada de algún modo, pero no necesariamente en términos negativos. En estos términos, la afectación se define como un cambio sutil o drástico en las características de una entidad: en el caso del verbo pintar, la pared cambia sutilmente sus características, pero en matar, Javier sufre un cambio drástico, pues pasa de estar vivo a estar muerto.

Por otro lado, en su acepción original, desvivirse significa ‘dejar de vivir la propia vida para vivirla por algo o alguien más’ o ‘vivir con intensidad en favor de algo o alguien más’, como en el ejemplo “Una madre que se desvivió por lo que más amaba: su familia”, que podemos parafrasear como ‘Una madre que dejó de vivir su propia vida para vivirla en favor de su familia’ o ‘Una madre que vivió intensamente por su familia’, dos interpretaciones que, de una u otra manera, están relacionadas entre sí. Para fines igualmente prácticos, diremos que desvivirse en este caso es un verbo de emoción.

¿Cómo distinguir uno y otro significado? Precisamente por la presencia del pronombre, pues en un caso será posible quitarlo, mientras que en el otro, no.

Desvivirse, como verbo de emoción, es también un verbo pronominal, es decir, cuando lo utilizamos, siempre tenemos que acompañarlo del pronombre correspondiente; de lo contrario, correremos el riesgo de romper una regla gramatical o expresar significados que, en principio, no queremos expresar. Si bien es algo que suena complicado, lo cierto es que lo hacemos automáticamente, como muestran los siguientes ejemplos: “(Yo) me desviví por mi familia”, “(Tú) te desviviste por tu familia”, “(Él) se desvivió por su familia”, “(Nosotros) nos desvivimos por nuestra familia” y “(Ellos) se desvivieron por su familia”. Dicho de otro modo, nadie que esté familiarizado con este significado de desvivirse enunciaría una oración como “Yo desviví por mi familia”, pues considerará que está mal formada. Por el contrario, si la persona conoce el nuevo significado de desvivir, entonces la ausencia del pronombre cambiará el significado, pues “Yo desviví por familia” dejará de significar ‘Yo viví intensamente por mi familia’ para expresar ‘Yo maté (o me atreví a matar) por mi familia’, sobre todo en las redes sociales, pues hay que recordar que verbos como matar, asesinar o suicidarse no se pueden utilizar abiertamente en estas plataformas, pues según las empresas que administran las redes, el uso de estos vocablos atenta contra la convivencia entre las personas. En consecuencia, los hablantes ingeniaron un nuevo significado para desvivir, como un eufemismo de los verbos matar, asesinar o suicidarse.

En otras palabras, sabemos que un verbo es pronominal si al quitar el pronombre átono correspondiente (me, te, se, le, lo, la, nos) ocurre una de dos situaciones: o se genera una oración que rompe las reglas de la gramática, o bien, cambia su significado, ya sea sutil o drásticamente.

Como podemos apreciar, las reglas gramaticales, más que aprenderlas en forma “machetera” en libros o clases de español, las hemos interiorizado desde nuestra infancia y las aplicamos con tanta naturalidad, que se nos olvida por completo que, en efecto, dominamos las reglas de nuestra lengua.


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