En estos días hemos sido testigos, a nivel local y mundial, de los estragos que está provocando el cambio climático. En nuestra entidad pasamos días extremadamente calurosos por aproximadamente cuatro meses, que parecían no tener fin y la sequía para las áreas tradicionales de cultivo estaba seriamente amenazada; no obstante, en el mes de junio comenzaron las primeras lluvias que, con el correr de los días, se convirtieron en tormentas torrenciales derivadas de los fuertes huracanes que azotaban las costas del Pacífico en nuestro país, sin duda muy benéficas para nosotros, ya que las presas de nuestro estado estaban prácticamente secas debido a que en años anteriores la precipitación pluvial fue baja. Pero estos beneficios se hicieron acompañar de daños en la infraestructura urbana, pública y privada, producto de las inundaciones que hubo en varias partes de nuestra ciudad. Estos acontecimientos muestran que la discusión en torno a la existencia del cambio climático está agotada, porque es un hecho palpable e irrefutable en la actualidad.
La prospectiva hecha por el IPCC ya advertía que esto fenómenos naturales (olas de calor prolongadas, sequías, huracanes de mayor intensidad, lluvias torrenciales, inundaciones) sucederían con mayor frecuencia e intensidad, y que los más afectados de estos eventos climáticos serían los más pobres, dadas sus condiciones de vulnerabilidad económica que los orilla a vivir en zonas marginales.
Es por ello por lo que se señala que la justicia climática considera que el cambio climático no es únicamente una cuestión medioambiental o económica, sino también un tema político y ético. Lo que me lleva a recordar que cuando Leonardo Montañez comenzó su campaña para reelegirse como presidente municipal se le solicitó ampliara su agenda ambiental así como poner mayor atención a los temas de mitigación y adaptación al cambio climático, los cuales no deben dejarse de lado, menos ahora que es claramente evidente, con lo ocurrido en este año, así que deben abordarse para estar preparados ante los escenarios futuros que se avecinen y que puedan presentarse, como olas de calor y sequías prolongadas, así como lluvias torrenciales que amenacen no solo la infraestructura tumbando postes, árboles y dejando hoyos en las avenidas, sino como se vivió en días pasados, personas que pueden ser arrastradas por las corrientes de agua que se forman en algunos puntos de nuestra ciudad y en los cuales debería comenzar a trabajarse.
La justicia climática propone un enfoque que sitúe a las personas en el centro, protegiendo sobre todo a quienes son más vulnerables a los efectos del cambio climático y ésta debe estar asentarse en la defensa de un desarrollo que respete siempre los derechos humanos, entre los cuales se encuentran: la igualdad de género, la participación ciudadana en estos temas, una transición justa hacia un modelo energético descarbonizado y la integridad de los ecosistemas. Mientras estos temas no sean abordados con la seriedad que merecen, no podemos decir que en Aguascalientes se esté trabajando por una justicia climática, sino todo lo contrario.