Me llama la atención que a pesar de que la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, como sucede con una parte considerable de la oferta cultural de nuestro estado, está pasando por momentos muy difíciles, ha sabido sublimarse ante la adversidad y demostrar, una y otra vez, su verdadero nivel y todo su potencial, simplemente me queda claro que la OSA es inmensamente más grande que los problemas que le rodean.
Esto pensaba durante el intermedio del concierto de la semana pasada, el viernes 9 de agosto con el que arrancó la tercera temporada de nuestra máxima entidad musical, todavía estaba saboreando las mieles que nos ofreció el maestro John Henry Crawford, solista en el Concierto para Violoncello Op.104 en si menor que el compositor bohemio Antoni Dvorak escribió hace exactamente 130 años, en 1894, la verdad fue una ejecución sublime, y nuestra Sinfónica estuvo a la altura del concierto y del solista, y así, sintiéndome orgulloso de mi orquesta, me quedé pensando en eso, en lo maravillosa e inmensa que es nuestra Orquesta Sinfónica, tiene la solvencia técnica y la sensibilidad de tocar de manera deliciosa cualquier cosa que se le encomiende, a pesar de los problemas que arrastra, problemas, claro, de carácter administrativo, en el aspecto musical goza de extraordinaria salud teniendo en cuenta que todo es perfectible y siempre es posible mejorar.
El concierto inició con la obra, Infinity enclosed in an Iris del compositor Charles Daniels. Tuvimos el gusto de que, como yo le especulé la semana pasada en mi columna de los viernes “El Banquete de los Pordioseros” en este mismo medio, el compositor pudiera estar presente en el Teatro Aguascalientes. Yo ya conocía algo del maestro Charles Daniels que escuché con la Orquesta Sinfónica del Instituto Politécnico Nacional y la dirección del maestro Enrique Barrios, pero nunca había escuchado esta obra que la OSA interpretó el viernes 9 de agosto.
Genial esta primera fecha, el trabajo del maestro John Henry Crawford oficiando como solista en el concierto para Cello de Dvorak fue de una calidad que no acepta polémicas, una técnica irreprochable, pero sobre todo eso que no está escrito en la partitura, la sensibilidad a flor de piel, especialmente en el segundo movimiento, el adagio ma non troppo, que ya de por sí se considera uno de los movimientos más bellos escritos para violoncello, ese movimiento lento de Dvorak es de una intensidad que impresiona, llega incluso a intimidar en toda su profundidad. Y es que, desde el inicio, desde el primer golpe de arco, el maestro John Henry Crawford, músico de Luisiana que actualmente radica en la ciudad de Nueva York, demostró su autoridad, en el escenario del Teatro Aguascalientes estaba tocando un verdadero virtuoso. Para agradecer los aplausos del público que en buen número se dio cita en el Teatro Aguascalientes, el maestro nos obsequió como encore, una pieza de Johann Sebastian Bach, no alcancé a escuchar con claridad cuando el maestro anunció lo que iba a tocar, pero asumo que fue un movimiento de alguna de las seis suites para violoncello solo del llamado padre de la música.
Después del intermedio se escuchó la tercera llamada y todos estábamos ya listos para disfrutar la primera de las cuatro sinfonías del genio de Hamburgo, Sinfonía en do menor, Op.68, una obra que tuvo un período de gestación muy largo, poco más de 15 años, Brahms quería evitar a toda costa que se le comparara con Beethoven, decía el joven Brahms que se sentía acosado por la sombra del gigante, refiriéndose, por supuesto a Beethoven, pero Brahms estaba llamado a ser una suerte de continuador de la tradición sinfónica alemana; sin duda no debió caerle muy bien a Johannes Brahms el comentario del director de orquesta Han von Büllow quien en 1877 dijo que esta sinfonía bien podría ser la décima de Beethoven por las evidentes similitudes entre esta composición de Brahms y algunas obras del genio de Bonn, de cualquier manera, Brahms respondió con solvencia y genialidad al llamado que la música alemana le hacía de darle continuidad a la tradición sinfónica de su país.
Me parece, salvo tu mejor opinión que el maestro Román Revueltas cumplió con su trabajo, hizo una lectura puntual de las partituras que tenía en su atril, pero decidió limitarse a eso, entiendo que renunció a hacer una verdadera interpretación, se quedó sólo en la lectura sin tomar el menor riesgo. Me queda claro que la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes ya superó por mucho al maestro Revueltas, la ha dirigido por casi tres lustros y creo que ya se quedó sin argumentos, no tengo duda al señalar que hace ya algún tiempo que debió cerrar su ciclo como director titular de la OSA, sabemos que nuestra Sinfónica es una orquesta muy noble que suele salvar a directores que se meten en aprietos, lo he visto muchas veces con otros directores, ahora han salvado al maestro Revueltas más de una vez de situaciones peligrosas, a mi entender urge un cambio alrededor de la OSA, otro personal administrativo, gerencia, coordinación de personal, nada funciona, y claro, una batuta nueva que sepa sacar todo ese potencial que tiene nuestra amada sinfónica.
Para mañana viernes, en el segundo concierto de temporada, escucharemos la Obertura La Scala di Seta de Rossini, el Concierto Romántico para Piano de Ponce con el maestro Fernando Saint Martin como solista, y la Sinfonía No.2 en do mayor Op.61 de Robert Schumann, dirige el maestro Román Revueltas. Nos vemos mañana viernes 16 de agosto a las 20:30 horas en el Teatro Aguascalientes.