Como propietario de X y el usuario con más seguidores, Elon Musk ha utilizado cada vez más la plataforma de redes sociales como megáfono para amplificar sus opiniones políticas y, últimamente, las de las figuras de derecha con las que se alinea. Hay pocos paralelos modernos con sus ocurrencias, pero también es un hecho que hay pocos paralelos modernos con el propio Elon Musk.
Por supuesto: nada de esto debería ser una sorpresa.
En 2022, cuando intentaba comprar Twitter, Musk dijo que lo hacía porque no estaba a la altura de su potencial como “plataforma para la libertad de expresión”. Proteger la libertad de expresión -no el dinero- fue su motivación porque, como dijo, “tener una plataforma pública en la que se confíe al máximo y que sea ampliamente inclusiva es extremadamente importante para el futuro de la civilización”.
Musk suele cavilar sobre el futuro de la civilización. Por un lado, parece obsesionado con un inminente “colapso poblacional” que amenaza con arrasar con la humanidad. Y el año pasado se unió a destacados científicos y líderes tecnológicos para advertir al orbe que la inteligencia artificial es un peligro. Musk ha enmarcado las amenazas a la libertad de expresión como otra crisis existencial que se cierne sobre el mundo. Y, según dice, hará todo lo posible por salvarla.
“La libertad de expresión es la piedra angular de una democracia funcional, y Twitter es la plaza pública digital donde se debaten asuntos vitales para el futuro de la humanidad”, dijo Musk en una publicación de abril de 2022, a la que añadió emojis de corazones, estrellas y cohetes para resaltar la declaración.
Dos años después, la plataforma -ahora llamada X- se ha convertido de hecho en un refugio para el tipo de libertad de expresión que Musk ha llegado a defender. En Estados Unidos, él ha difundido memes -y a veces desinformación- sobre la inmigración ilegal, supuesto fraude electoral y políticas transgénero, y respaldó formalmente la candidatura presidencial del expresidente Donald Trump este verano.
En mayo de 2023, fue coanfitrión del anuncio oficial de la candidatura presidencial del gobernador de Florida, Ron DeSantis. Eso resultó ser un lanzamiento desastroso empañado por fallas técnicas, pero subrayó el deseo de Musk de convertir a X en una “plaza pública digital”. Después de que el evento se viera empañado por las dificultades técnicas, Musk extendió una invitación abierta a cualquier otro candidato presidencial que quisiera hacer un lanzamiento. Trump le tomó la palabra y aceptó una entrevista con el multimillonario director general de Tesla el lunes por la noche. La conversación inició con más fallas técnicas, la gente no pudo unirse a ella y comenzó con unos 42 minutos de retraso.
“No he sido muy político antes”, dijo Musk durante su conversación con Trump.
En el extranjero, donde viven la mayoría de los usuarios de X, ha reñido con altos funcionarios de Australia, Brasil, la Unión Europea y el Reino Unido por el equilibrio entre la libertad de expresión y la difusión de información errónea y desinformación. Y acusó a un partido político en su natal Sudáfrica de “propugnar abiertamente por el genocidio de los blancos”.
“Elon Musk es un maestro de los medios y controla uno de los micrófonos más grandes del mundo. Musk entiende el poder de las redes sociales para dar forma a una narrativa política”, dijo Jasmine Enberg, analista de Emarketer, una empresa de análisis sobre tendencias en la mercadotecnia, el comercio y los medios digitales. “La preocupación es que, a medida que impulsa su propia agenda política, X podría suprimir puntos de vista que se oponen a los de Musk, ya sea intencionalmente o porque la plataforma se ha vuelto más partidista. Eso podría desanimar a los usuarios que se sienten marginados en la plataforma y desilusionar a algunos que pueden haber creído anteriormente su mantra sobre la libertad de expresión”.
El cambio político de Musk se produce en un momento en que otras plataformas de redes sociales, en particular Facebook e Instagram de Meta, se alejan de la política. El director general de Meta, Mark Zuckerberg, nunca ha respaldado a un candidato presidencial, y en febrero, la empresa de redes sociales más grande del mundo anunció que evitaría recomendar contenido político a personas que no sigan ya dichas cuentas.
Últimamente, Zuckerberg parece contrastar con Musk en otros aspectos también. Si bien apenas en enero el fundador de Facebook testificó ante el Congreso sobre el daño que su plataforma ha causado a los niños, parece haber adoptado un estilo más moderno que incluye cadenas de oro, rizos más largos y una confianza radiante junto con un humor ligeramente autocrítico que acoge sus excentricidades. El 4 de julio, por ejemplo, publicó un video de él mismo en una tabla de surf eléctrica, vestido con esmoquin y con una lata de cerveza en una mano y una bandera estadounidense en la otra. La respuesta en línea fue mucho más positiva que una foto de surf de 2021, donde se lo ve untado con tanto bloqueador solar que parece que lleva una máscara blanca.
Musk, mientras tanto, pasó del territorio de “nerd cool” -cerebrito en la onda- a lo que la periodista de tecnología Kara Swisher llamó recientemente “la fase Howard Hughes” de un declive inevitable. Discute con quienes no están de acuerdo con él, sean gobiernos extranjeros o personas que califica de infectadas por lo que él llama el “virus mental ‘woke’”, un término despectivo usado por conservadores para referirse a personas de ideología progresista. La semana pasada, el gobierno británico pidió a Elon Musk que actuara de manera más responsable después de que el multimillonario tecnológico usara X para lanzar una serie de publicaciones que corrían el riesgo de inflamar el malestar violento que se apodera del país.
La ministra de Justicia, Heidi Alexander, hizo los comentarios después de que Musk publicara un comentario en el que decía que “la guerra civil es inevitable” en el Reino Unido. Musk luego redobló su actuar, y resaltó las quejas de que el sistema de justicia penal británico trata a los musulmanes con más indulgencia que a los activistas de extrema derecha, y comparó la represión del Reino Unido a los usuarios de las redes sociales con la Unión Soviética.
Los directivos de X no respondieron por el momento a solicitudes de comentarios.
Por supuesto, algunas de las batallas actuales de Musk sobre la libertad de expresión son similares a las que libraba la administración anterior de Twitter en regímenes represivos que, en ocasiones, han restringido o bloqueado el acceso a la plataforma para reprimir la disidencia. En Venezuela, por ejemplo, el presidente Nicolás Maduro ordenó la semana pasada un bloqueo de 10 días al acceso a X en el país, el más reciente de una serie de esfuerzos de su gobierno para tratar de suprimir el intercambio de información entre personas que expresan dudas sobre su declaración de victoria en las elecciones presidenciales del 28 de julio. Maduro acusó a X de ser utilizada por sus oponentes para crear malestar político y le dio a la empresa 10 días para “presentar sus documentos”, sin dar más detalles.
El comportamiento poco convencional de Musk es diferente al de cualquier otro líder de las grandes empresas tecnológicas, y aunque puede incomodar a un segmento de usuarios de X, quizá también atraiga la atención a su plataforma. ¿Podría ser todo esto parte de un plan más amplio? Después de todo, a pesar de criticar públicamente las ocurrencias de Musk, los de izquierda todavía utilizan su plataforma.
“X se ha mantenido sorprendentemente resiliente a lo largo de la reciente controversia”, dijo Enberg. “Eso se debe en gran medida a la fascinación de los consumidores con las teorías de conspiración y (con) el mismo Elon Musk”.