Y de ellos… ¿quién se ocupa? / Marcela Pomar en LJA - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

 

Uno de los legados –si así puede llamársele- del modelo político porfiriano a fines del siglo XIX fue la implementación de una estrategia para la cohesión de la sociedad a través de la búsqueda de una identidad nacional alimentada por el rescate y la valoración de los elementos indígenas autóctonos. Después de un largo siglo XIX mexicano donde imperaron el desorden político y administrativo, las guerras y crisis económicas, las invasiones extranjeras y las tensiones entre los principales poderes –iglesia, ejército y Estado-, Porfirio Díaz y su equipo de los Científicos buscaron legitimar su estancia en el poder y sus métodos de gobierno con el fin de asegurar el ingreso del país en el mundo capitalista. Para ello, presentaron a una nación de hondas raíces históricas y culturales donde las antiguas civilizaciones prehispánicas dotaban a nuestra nación de un valor único, sólo igualado por los pueblos del mundo clásico: griegos y romanos. De esta manera, México lograba entrar en el concierto de las naciones civilizadas y se posicionaba al nivel de cualquier otro país europeo. La erección del indio Benito Juárez como héroe nacional, la acertada participación de México en varias ediciones de la Exposición Universal de París (con su magno pabellón neoazteca) y los festejos conmemorativos del Centenario de la Independencia Nacional evidenciaron este importante impulso de Díaz para fortalecer la imagen de México como un país sólido, de admirables raíces históricas y, por ende, digno de la inversión de capitales extranjeros.

El elevado mito del indígena antiguo contrastaba, por supuesto, con el concepto que del indio terreno se tenía. En la realidad, la estrategia social y educativa porfiriana pretendió erradicar toda filosofía de estos pueblos, sus tradiciones y costumbres, para seguir el ejemplo de las naciones europeas, el cual representaba la única vía para lograr el desarrollo y el crecimiento nacional. Los pueblos indígenas asentados en el territorio nacional fueron así incluidos en planes y programas sociales que rechazaban o excluían los saberes autóctonos con una finalidad homogeneizante, o bien fueron marginados y olvidados. La Revolución mexicana, con todo y el ímpetu social y agrario promovido por Zapata, no logró traer a la memoria de los gobiernos posteriores ni mucho menos a su agenda política –hasta la fecha- el interés ni la conciencia por reivindicar en sus derechos a los herederos de estas culturas. En México, al indio se le admira en el mural o en la piedra, pero en la carne se le desprecia.

Este 23 de diciembre se cierra una era más en la “cuenta larga” de 5 mil 200 años del calendario maya, mismo que efectivamente es uno de los mayores adelantos astronómicos entre las muchas y sobresalientes aportaciones que esta milenaria cultura hizo a la humanidad. La zona de Mesoamérica, cuna de las principales civilizaciones que nos anteceden, es también la zona de mayor marginación y atraso cultural y económico. En la reciente conmemoración este 18 de diciembre del Día Internacional del Migrante, diversas organizaciones han demostrado con estudios y datos duros que esta zona (sur del país y Centroamérica) es la que mayor cantidad de emigrantes produce debido a las ínfimas condiciones de vida en que subsisten en sus comunidades. 11.7 millones de mexicanos que radican en Estados Unidos permanentemente reflejan el fracaso del gobierno a este respecto. La falta de empleo, de apoyo al campo, de opciones de salud y educación, las sequías, la violencia, etc. son sólo algunas de las razones por las que grandes cantidades de campesinos e indígenas dejan sus hogares y familias en busca del sueño americano. Investigadores de la Universidad Autónoma de Chapingo (UACh) señalan que en el país, de los 26 millones de hectáreas cultivables, unos 12 millones están abandonados, principalmente por la migración, la falta de apoyos del Estado y la poca rentabilidad. El sector agropecuario está desmantelado junto con todos los programas de apoyo al desarrollo rural. Desaparece ahora además la Secretaría de la Reforma Agraria y se reforma la ley de ejidos para que la tierra entre también al modelo de mercado.

Si a ello se suman, además, las continuas denuncias de los migrantes por los abusos de poder, los robos, las extorsiones, violaciones y todas las condiciones de peligro a las que se enfrentan –mexicanos o no- en su paso por el país rumbo al norte, así como las secuelas sociales que dejan por el abandono a sus familias, resulta evidente la urgente necesidad de que el Estado formule nuevas políticas para el desarrollo del campo y los migrantes. Es imprescindible que este nuevo gobierno establezca un pacto con los sectores más marginados y olvidados de la sociedad, e implemente planes y programas que efectivamente permitan niveles de vida dignos que incluyan oportunidades en todos los ámbitos respetando sus tradiciones y costumbres.

Dice Peña Nieto en un Tweet: “Para asegurar los Derechos Humanos de los migrantes en nuestro territorio, se depurará y reestructurará el Instituto Nacional de Migración”. Me pregunto si con eso bastará.

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