Al considerar la posibilidad de instalarnos en la realidad virtual, en su reciente libro Reality+ David Chalmers renueva nuestras inquietudes sobre qué es lo que hace valiosa a la vida. Ante los catastróficos escenarios del cambio climático, la escasez de recursos, la sobrepoblación y los incesantes conflictos bélicos, los mundos virtuales ofrecen una alternativa atractiva, al menos para quien pueda pagarlos. ¿Se trata de una fantasía escapista? ¿Sería valiosa una vida en la realidad virtual? ¿O sólo el mundo concreto ofrece posibilidades de tener experiencias valiosas y de hacer la diferencia?
Chalmers cree que la vida en la realidad virtual puede tener el mismo tipo de valor que la vida en el mundo ordinario. Para entender por qué, Chalmers contrasta a la realidad virtual con la ‘máquina de experiencias’ de Robert Nozick. En la máquina de experiencias, alguien (puedes ser tú) elige de antemano qué experiencias tendrás. No eres consciente de que tus experiencias no son genuinas. En ese escenario, tienes la sensación de hacer cosas (escribir libros, tener amigos), pero no las haces realmente. Tu vida es una ilusión. Como no brinda oportunidades para la acción, la máquina de experiencias no te permite llegar a ser cierto tipo de persona (valiente o amable). Esto se debe a que lo que ocurre en la máquina de experiencias está preprogramado. Además, en esta situación parece cortarse nuestro vínculo con otros seres humanos y con el mundo natural, que abandonamos en pos de un entorno artificial.
La realidad virtual es distinta de la máquina de Nozick. No tiene por qué ser una ilusión. Tú puedes saber que te encuentras en un mundo virtual mientras estás ahí. Además, tu experiencia no está preprogramada. Los mundos virtuales ofrecen diversas alternativas para la acción y, por ende, para llegar a ser el tipo de persona que aspiras a ser. Pese a ser artificial, la realidad virtual te permitiría compartir un entorno con tus amistades y tus seres queridos. En ese sentido, no es muy distinta de las ciudades, en las que también es posible llevar vidas significativas y valiosas.
En todo caso, piensa Chalmers, habría que preguntarse qué hace que una vida sea buena para una persona. El hedonismo, la idea de promover el placer y evitar el dolor, no parece capturarlo adecuadamente, pues los puros placeres no aseguran que tendremos el tipo de experiencias conscientes que valen la pena, incluso si no son enteramente placenteras. Tampoco se trata solo de acumular experiencias, ya que no nos basta sentir que el mundo es de cierta manera, también queremos que las cosas sean como nos gustaría que fuesen, incluso si eso no afecta nuestra experiencia. Además de eso, nos importa mantener vínculos con otras personas, ser ‘a través de otras’ (como recomienda la filosofía africana del Ubuntu). Chalmers piensa que podríamos tener todas estas cosas en la realidad virtual.
¿Faltan cosas buenas en la realidad virtual? Con la tecnología actual, nuestras experiencias virtuales estarían empobrecidas: imágenes de baja resolución, sin sabores ni olores, experiencia táctil limitada. Sin embargo, se trata de limitaciones a corto plazo, que la tecnología futura podría superar. En otros sentidos, la realidad virtual podría llegar a ser mejor que el mundo físico ordinario. Puede ofrecernos experiencias difíciles o imposibles de obtener en la realidad física: volar, habitar cuerpos completamente diferentes, disponer de nuevas formas de percepción. También puede ofrecernos refugio seguro ante un mundo hostil. En una realidad virtual totalmente inmersiva sin duda podrían llegar a faltar algunas cosas: el carácter físico del mundo a nuestro alrededor, la sensación de autenticidad asociada a nuestra forma biológica original, la historia y las reliquias de tradiciones ancestrales asociadas a un lugar. En una transferencia total, podrían incluso llegar a faltar el nacimiento y la muerte. Pero ¿acaso son estas cosas las que le dan valor a la vida?
Quizá la realidad virtual ofrezca el mismo tipo de valor para una vida, como piensa Chalmers. Por ahora, todo sugiere que esa opción sería accesible sólo para unos cuantos. Quienes la elijan tendrían que asumir que eligen ignorar el sufrimiento de quienes se quedan atrás; especialmente, si el mundo que nos dejan se encuentra en ruinas.