La oposición en relación a sus propios intereses políticos debe pensar muy bien si a partir del 1 de octubre, abre o no un sólido frente de crítica contra la presidenta Claudia Sheinbaum.
Su posición estratégica se debe articular fundada en estudios consistentes de opinión ciudadana a partir de grupos de enfoque y encuestas.
Y esto, en razón de sus intereses políticos, incluso si la presidenta está haciendo mal su tarea. El presidente López Obrador la hizo muy mal, pero la crítica que lo señalaba no tuvo ningún efecto.
Una posición diferente ante la crítica es la de los periodistas y la de los académicos, en particular los politólogos e historiadores.
La tarea de estas tres profesiones es que se registre y dé a conocer la verdad de lo que sucede, para el caso de lo que ocurra con la presidenta ya en el cargo.
Si su crítica bien fundada, con datos duros incuestionables, la favorece o perjudica no es algo a tomar en cuenta en el ejercicio de su profesión.
Lo suyo es que se conozca lo que realmente sucede y que se haga público. Esa es su obligación como profesionales y parte de la ética de sus profesiones, de su deontología.
Además del dato duro es también campo de su responsabilidad interpretar lo que ocurre, ofrecer su posición de por qué pasa lo que pasa.
El dato vale por sí mismo, está ahí; el PIB creció 1.0%, el número de los asesinados son 10,000 y la matrícula es de 35,000,000.
Hay fuentes acreditadas con metodologías científicas que construyen información. Sin duda puede haber información falsa o manipulación de la misma.
En ese caso a los periodistas y académicos les toca demostrar tal cosa. Es, sin duda, parte de su tarea y la sociedad espera de ellos ese servicio.
La interpretación es un ángulo de mirada y puede haber otros. En todo caso siempre está a debate. Hay que ofrecer argumentos, para sostener lo que se dice.
En la radical polarización que se vive en el país hay periodistas y académicos que han dejado a un lado la ética de su profesión y, como militantes, se han convertido en propagandistas de uno y otro bando.
Algunos lo hacen por convicción, como militantes comprometidos, y otros están pagados por el poder. Cada quien sabe cuál es su caso.
Hay también periodistas y académicos que, en el marco de la ética de su profesión, que pienso son los más, cumplen con su responsabilidad de registrar los hechos, tal como son e interpretarlos.
El país requiere como nunca de estos profesionales. Ellos deben de aguantar todas las críticas y presiones que reciben de los hombres y mujeres del poder que no respetan el ejercicio de la libertad de expresión.
@RubenAguilar