Los pilares de la educación, vistos desde una preocupación ambiental | Ambientalistas por Victor Hugo Salazar Ortiz  - LJA Aguascalientes
15/11/2024

A mediados del siglo XX, la humanidad experimentó grandes avances en el campo de la ciencia y la tecnología. Este hecho promovió que se dejara atrás la vida rural y comenzara la migración a las ciudades, ya que estas ofrecían servicios y comodidades que no se encontraban en los pueblos, además oportunidades para todos y todas de poder superarse por medio de la educación escolar institucional y no solo la convencional ofrecida dentro del núcleo familiar. Sin duda, este fue un importante avance para la humanidad, pues el abanico de oportunidades para el desarrollo personal, laboral y profesional se abrió para todos y todas, la meta: una sociedad más educada. Se escucha bien, pero a casi un siglo de distancia debemos preguntarnos si realmente saber más y estar más informados contribuyó a la construcción de un mundo mejor. Me parece que no, por el contrario, nos hizo ser competitivos y egoístas, prueba de ello es la ambición, pues nos olvidamos de ser desde el momento en que nos vendieron y compramos la idea del tener para reflejar lo que somos. Nos volvimos consumistas compulsivos al grado de desconocernos y poner al servicio del mercado todo cuanto aprendimos a hacer, pero sin saber convivir y compartir con los otros, estos son solo un medio no un fin, valen en tanto “me sirven”, si no, son una cosa más en el mundo, no son reconocidas como personas. Lo mismo aplica para la naturaleza, esta se ve con desdén, sólo como un almacén que está al servicio de nuestra especie para obtener de allí nuestros recursos vitales y gustos caprichosos.

Este paradigma forjado en la segunda mitad del siglo XX fue cuestionado por la UNESCO a través de un informe elaborado en la década de 1990 bajo la dirección de Jaques Delors, quien propuso cuáles deberían de ser los saberes de deberían convertirse en los pilares de la educación de todas las personas para el siglo XXI. Estos son saber conocer, saber aprender, saber convivir y saber ser. Esta propuesta está enfocada principalmente al ámbito de la educación escolar, pero me gustaría llevarla en esta ocasión al campo de una preocupación ambiental.

La idea básica del saber conocer implica el desarrollo de un pensamiento crítico basado en la propia experiencia y comprensión de lo que nos rodea. Así que si nos preguntamos qué tanto conocen los ciudadanos la naturaleza a partir del acercamiento que tienen con ella, se podría decir que es poco o nulo, derivado de ello no se percibe la necesidad de velar por su protección y, en consecuencia, se está padeciendo en las urbes, de manera cada vez más intensa e intempestiva, los efectos del cambio climático, pues los ecosistemas que fungen como barreras naturales están cada vez más diezmados, provocando con ello al aumento en la temperatura global.

Una vez que conocemos las causas del problema tenemos que pasar al siguiente pilar, que es el saber aprender. En este ya no solo se descubre el origen del fenómeno, sino que se reconocen las causas, se analizan, se estudian y solo entonces puede explicarse, es decir, se aprehendió intelectualmente cómo y porqué ocurre algo. Hoy sabemos que el cambio climático no es natural, sino que tiene un origen antropogénico, es decir, este es provocado por la especie humana. Esto se aprendió mediante la realización de miles de estudios llevados a cabo por el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático.

Me gustaría agregar un nivel que no está presente en la propuesta original pero me parece muy necesario, el saber hacer, el cual implica superar el mero aprendizaje para desplegar la capacidad de realizar trabajos o actividades que permitan el desarrollo personal y social del individuo basándose en su creatividad. En este sentido, conocer qué debemos hacer cada uno de nosotros para dejar de perturbar los sistemas naturales tiene que convertirse en un saber obligatorio. En estos días vemos y escuchamos en muchos lugares, especialmente en redes sociales, que debemos plantar árboles y se alienta a que se rompan las banquetas frente a las casas y que los dueños de esa propiedad se comprometan a plantar y cuidar un árbol, pero quienes vayan a hacerlo deben conocer previamente cuál es el árbol indicado para evitar que con el paso del tiempo se convierta en un problema debido a la extensión de sus raíces, su altura y el diámetro de su fronda, datos futuros que deben considerarse porque si no pueden esto podría conllevar su derribo al paso de los años.

Esto último se relaciona en gran medida con el saber convivir, ya que si no es un árbol adecuado generará problemas vecinales como el que les comento a continuación. Unos conocidos plantaron una palmera en el frente de su casa y se han encariñado mucho con ella, pero las hojas de esta topan con el cableado eléctrico y continuamente dejan a varios vecinos sin energía o servicios de cable, por lo que les han solicitado que la corten. Lo que han hecho mis conocidos es podar lo más que se puede la palmera, pero ni con eso logran remediar el problema y se niegan a derribarla. Ahora entienden porque no es bueno plantar cualquier árbol (aunque dicho sea de paso, las palmeras no son árboles), por muy de moda que esté. En este caso también hay que señalar que los servicios ambientales que ofrece una palmera en nuestra región son prácticamente nulos, pues su captación e infiltración de carbono (CO2) es mínima, no favorecen anidamientos de aves, no ofrecen néctar para insectos, ni refugio para pequeños mamíferos o reptiles. Entonces, si va a plantar un árbol que sea uno que conviva con todos sus vecinos, humanos y no humanos.

Para finalizar, el saber ser implica reconocer nuestro potencial individual para ser mejores personas y contribuir con ello a vivir en un mundo en el que el altruismo se imponga sobre el egoísmo. Es bien sabido que el tener se ha impuesto sobre el ser, de manera que a las personas se les valora por lo que tienen y no por lo que son; esto ha generado un desenfrenado consumismo que impacta en la naturaleza, pues se explota más de lo necesario para satisfacer un mercado ávido de consumo de cosas, muchas de ellas frívolas, por ejemplo ropa de moda o gadgets. Saber ser implica, entonces, reconocer que se vale por lo que somos y no por lo que tenemos, y en términos ambientales somos más si vivimos una vida sencilla preocupados de cuidar los bienes naturales mediante un consumo sustentable responsable y menos si nos dedicamos al derroche y despilfarro irresponsable e insustentable.


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