- Todos con Adrián
- Un regaño antes de irse
- Sigue la novela de Orozco
La toma de protesta de Adrián Ventura se convirtió en una pasarela de priístas y panistas, desde el precandidato a la gubernatura por el PRI, Carlos Lozano de la Torre que llegó acompañado de su “competidor” interno, Javier Aguilera, aunque para continuar con la simulación prefirieron sentarse en lados opuestos.
Mientras tanto, el presidente saliente, Gabriel Arellano Espinosa, estuvo tranquilo, ya se había despedido desde el lunes pasado, manejó un perfil bajo y prefirió que la noche se la llevara su secretario del ayuntamiento, incluso, le dijo “felicidades presidente”, con cierto sabor a nostalgia.
Todo, bajo la mirada de los panistas que concurrieron al evento, desde el gobernador del estado, Luis Armando Reynoso; el secretario de gobierno, Juan Pérez Talamantes; el titular de SEDEC, Armando Jiménez San Vicente; el legislador local, Jesús Martínez; la diputada federal, Lourdes Reynoso Femat, entre otros.
Así, el mensaje de rispidez que se había venido creyendo entre el palacio mayor y menor quedó completamente esfumado, finalmente, en este nuevo ciclo de administración municipal, pareciera que el discurso va a ser más mesurado, de una discreción más notoria y con características de institucionalidad y respeto, sin llegar a la confrontación o el arrebato.
Llamó la atención el regaño previo que le propinó el hasta entonces todavía edil a Ventura en uno de los pasillos del palacio menor. Solamente se veía a Arellano manotearle a Ventura y éste ponía cara de entre consternación y resignación.
Un guiño que suponemos revolvió las emociones a Gabriel Arellano vino de la mano de Adrián Ventura, quien agradeció al ex presidente el tiempo de trabajo que compartieron en el municipio. Arellano, atento y acompañado por su familia, ya no pronunció palabra alguna. A otros menesteres va a dedicarse Arellano a partir de ahora. Lo único que le dejaron en el PRI, una silla en el Congreso por la vía plurinominal.
A los que se les vio muy contentitos fue al obispo de la diócesis, María de la Torre y el precandidato que se anuncia en las calles de Aguascalientes, pero solamente para que lo vean los priístas, Carlos Lozano de la Torre.
Tal vez la sonrisa de oreja a oreja de Lozano sería por ya haberse enterado que el último golpe de Arellano como alcalde fue el de avalar una inhabilitación de diez años como servidor público a su enemigo Martín Orozco.
Sólo que según los abogados de Orozco toda ilegalidad cometida por nuestra gran clase política tiene una fecha de caducidad de un año, es decir, ya se van a cumplir tres de la compra del terreno que mantiene en vilo al estado de Aguascalientes, aunque los priístas no lo quieran reconocer.