Muchas veces la gente llora porque encuentra las cosas demasiado bellas. Lo que le hace llorar no es el deseo de poseerlas, sino esa profunda melancolía que sentimos por todo lo que no es, por todo lo que no alcanza su plenitud. Es la tristeza del arroyo seco, ese caminito que se retuerce sin agua… del túnel en construcción y nunca terminado, de las caras bonitas con dientes manchados… Es la tristeza de todo lo que no está completo.
El párrafo lo escribió Elena Poniatowska, y es un fragmento del capítulo El Concierto, en su “novela de sueños“ Lilus Kikus. Por mi parte añado la tristeza del tiempo perdido, de las voces olvidadas, de las vidas frustradas. La tristeza de las sonrisas que se convirtieron en muecas, del tiempo malgastado, de las promesas olvidadas, de las imposibilidades y los despropósitos; de la ignorancia militante y de la sabiduría inacabada. Es la tristeza que acarrea la certeza de la muerte de todo lo que vive y respira y palpita…
La imagen, una de las tantas vías de alimentación de la Presa Calles, al norte del embalse, en San José de Gracia. Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a [email protected].