Estamos tan acostumbrados a que en el país todo el tiempo son tiempos electorales que la clase política ya no se dirige a los ciudadanos sino a los electores. Ya no se nos informa o consulta, simplemente se nos intenta convencer de estar a favor o en contra de algo. Con esa perspectiva, el discurso político se empobrece, pues ya no es necesario sustentar ninguna idea, lo de menos es generar retroalimentación que permita tener elementos a la hora de tomar decisiones, lo que importa es que quien escucha vaya a la urna, diga sí o no, que apoye.
En la tribuna, el político busca sólo se ocupa de emitir un mensaje propagandístico en que el ciudadano es visto como un consumidor, los discursos se diseñan desde una perspectiva de mercado, para vender un producto, no para informar. Si durante las campañas este tipo de discurso es terrible por simple, una vez acabadas las elecciones, su condición banal queda totalmente expuesta, sin embargo, la clase política instalada en esa zona de confort en donde no se le exige, insiste en utilizarlo, como ejemplo: el fin de temporada que son los informes de actividades.
Con el pretexto de que la información sobre el estado de la administración (municipal, estatal o federal) se da a conocer a través de un paquete que contiene todos los anexos, todas las estadísticas, todos los datos y las justificaciones, lo único que se prepara para el público es un mensaje “político”. Una vez que se entrega el paquete con los datos, se olvida que es necesario justificar las acciones, las decisiones y al gobernante en turno la basta con pedir a su equipo que le elabore un discurso en el que se sustituye la información con la intención.
No es que uno desee escuchar la lectura de los anexos estadísticos y someter el cuerpo a esas sesiones maratónicas de los tiempos de Luis Echeverría y José López Portillo en que, engolosinados por la imagen que les devolvía el espejo sumiso del poder legislativo, se regodeaban en atender sólo su propia voz; lo que se pide es la mínima dignidad de ofrecer un mensaje dirigido a los ciudadanos.
Lamentablemente, los informes de actividades de nuestros gobernantes han dejado de ser una explicación, basta con el show.
El esquema con que los políticos diseñan sus informes, digamos los presidentes municipales, ya sólo consiste en armar una fiesta: se extienden las cortesías a los invitados especiales, es decir, asegurarse de mostrar el poder de convocatoria; un decorado que esté bonito en el que se incluya la utilería humana, como incluir viejitos y discapacitados en las primeras filas para mostrar el lado humano de un gobierno; la proyección con imágenes sensibleras en las que se vean los baños de pueblo y se proyecte la belleza de los escenarios naturales de la región; música y canapés para el final del evento; eso es todo.
Porque en relación con el discurso, una vez abandonada la opción de informar, la tribuna sólo se aprovecha para guiñar el ojo al padrino, para agradecer el apoyo de los familiares, enviar señales a los enemigos, advertir a los contrincantes y ensalzar lo poco que se ha hecho.
Ya no se hace política, no se establecen compromisos ni se sustentan decisiones. Ante el micrófono, el funcionario olvida su condición de servidor público y sólo busca llamar la atención de los medios de comunicación para que destaquen la frase pegadora, el slogan que promete. Quien habla ya no se ocupa de respaldar lo que dice, mucho menos de acompañarlo de información que se pueda verificar, para eso entregaron un librito.
Ya no se hace política en el sentido mejor de esa actividad: un proceso que tiene como propósito dirigir las acciones del Estado en beneficio de la sociedad; se hace politiquería, los logros se miden por el resplandor de los invitados y los brillitos del decorado. Difícilmente se dirige la atención a lo que se dice, mucho menos a sustentarlo.
En Aguascalientes ya inició la ronda de informes de actividades, los cuales no escapan a este ambiente de fiesta de graduación con que se han banalizado estos eventos: se peina ya a los viejitos que demuestran lo que se ha realizado en materia de desarrollo social, se preparan las mantas con apoyo espontáneo de alguna comunidad, se alista a los niños que han de cargar flores para entregar a la primera dama, sobre todo, se espera ansioso la confirmación de que el gobernador asistirá a escuchar al presidente municipal que se despide, de hecho, todo depende de la agenda de titular del ejecutivo estatal, se realizará cuando él pueda, no antes, no después.
Cuando deberíamos presenciar mensajes de despedida con datos duros acerca de las acciones que se realizaron durante los últimos tres años, lo que el ciudadano puede esperar es una pasarela de egos. Triste fin de temporada. n
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