Para enfrentar las críticas recibidas por las alianzas electorales entre el PAN y el PRD en cuatro estados (Durango, Hidalgo, Oaxaca y Puebla), los dirigentes nacionales de estos partidos emplean una estrategia similar: la ridiculización del PRI, antes que señalar las virtudes y beneficios de ir en conjunto, minimizan las objeciones a declaraciones producto del temor, si se cuestionan las coaliciones es porque les tienen miedo. Una vez establecido el tono de la discusión, los priístas se esmeran en la descalificación empleando palabras como vergüenza, engendro, grotesco. Francisco Rojas, coordinador de los diputados tricolores, hace gala de un lamentable sentido del humor y remata calificando de surrealismo político ver “tomados de la manita a los rivales históricos y antagonistas extremos”.
Lo que motiva la unión de estos partidos es claro, se trata de impedir que los candidatos del PRI ganen. Es simple: quieren vencerlos a como dé lugar; pero en política no se acostumbra la claridad, así que las alianzas se justifican de mil maneras, se trata de encubrir el propósito real mediante la mención de un proyecto electoral que incluye a los ciudadanos. Esfuerzo inútil, pues al momento que se solicita una explicación de ese proyecto, todo se reduce a la alternancia como estrategia y fin: quítate tú para ponerme yo.
El rodeo que intentan los dirigentes para no confesar que sólo los une el deseo de vencer al PRI, los obliga a desbarrancarse en discursos incongruentes, que no soportan el mínimo análisis a la luz de la ideología que se supone los distingue. Así, César Nava explica que en los estados donde se logre la alianza con el PRD se mantendrán fuera de la agenda de campaña y de gobierno los temas en los que discrepen, como los relacionados con el matrimonio entre parejas del mismo sexo y el aborto. Jesús Ortega intenta escurrir el bulto calificando la asociación como una cruzada para acabar con los gobiernos feudales y jura que lograrán lo que no se ha hecho en décadas: ponerse de acuerdo en un programa de crecimiento económico y de desarrollo.
Cuando lo que se necesita son ideas, es deplorable que los tres partidos se comporten infantiles en sus declaraciones, se acusen de ardidos mientras sacan la lengua para rematar con: ña ña ña ña. Eso sí, cuando se les critica, inmediatamente, exigen que se les respete, no importa si el secretario de Gobernación, Fernando Pérez Mont, tiene razón al calificar de fraudes esas uniones, al señalar que “una alianza desdibujada que no implica una oferta política al electorado no es democrática”. No se equivoca aunque tenga que rectificar sus declaraciones por la queja de los partidos. En su aclaración subrayó que las alianzas son democráticas y positivas cuando dejan en el ciudadano juzgar qué es lo que quiere y qué es lo que decide. Como eso no distingue a estas uniones, el señalamiento sigue siendo válido.
La alternancia funciona como impulso para el ejercicio democrático, pero no basta. Antes de que el tema pase de moda, valdría la pena incluir en la discusión a los ciudadanos. No considero que se trate de discutir si el fin justifica los medios, es necesario atraer la discusión hacia la crisis de credibilidad en que se encuentran los partidos, su falta de representatividad, la flexibilidad ideológica con que se rinden, todos, ante la posibilidad de acceder al poder, transformándose en vehículos para que gobiernen un pequeño grupo que cuenta con su propia agenda, que no suele coincidir con el interés común. Una revisión de los argumentos con que se critican o avalan las alianzas muestra que se define a los partidos como un poder superior al de la sociedad, que en los discursos y los hechos se asume a la organización política como un ente independiente de los intereses y necesidades de los ciudadanos.
No se puede admitir que el infantil ña ña ña ña con que los partidos intentan evadir la obligación de justificar estas alianzas deje la discusión en un asunto de las altas esferas políticas, las consecuencias de permitirlas, o no, tienen efectos directos en la sociedad, las secuelas de permitirlas se traducen en magníficos candidatos que no saben gobernar, alcaldes como Gabriel Arellano, quien sin pena alguna declara que para legislar sí hay que estudiar mucho, pero para gobernar no es indispensable, o personajes como Luis Armando Reynoso, que hacen de la corrupción su firma de gobierno.
Si bien el tema está de moda en el ámbito nacional por la unión del PAN y el PRD, no se puede dejar a un lado que en otros niveles también se están proponiendo alianzas partidistas, que lo que critica el PRI en el país lo hace en los estados, que la existencia de parásitos políticos como los partidos morralla deben mucho a estas uniones. En el caso de Aguascalientes es sido vergonzante la actitud de rémora de los otros partidos, incapaces de generar una propuesta de acuerdo a las necesidades de los ciudadanos, sólo atentos a lo que dicte el centro y sus intereses.
La supuesta izquierda aguascalentense no tiene empacho en presentar como candidatos a Armando López Campa, Antonio Ortega Martínez y Nora Ruvalcaba Gámez, como si representaran un mismo proyecto de gobierno, es tan evidente que van por las migajas que da lo mismo quién será su representante. En el caso del PANAL, seguro con su tajadita, la venderá al mejor postor a su debido tiempo, se sigue distinguiendo por la mediocridad de su actuar. El caso más vergonzoso es el Partido Verde, que no sabe a cuál de sus amos servir, si al PAN cuando anuncia que ya tiene el 80% de avance en su alianza, o a Carlos Lozano que lo usa para chantajear a su propio partido (el Verde “se aliará con el PRI sólo si Carlos Lozano es el candidato a gobernador”, declaró Manuel Velazco).
Lo que queda claro es el ánimo carroñero de los ecologistas, que sin pena alguna declaran que están esperando al mejor postor, incapaces de generar una propuesta, el presidente estatal del Verde, Sergio Augusto López Ramírez declara: “nosotros nos vamos a esperar que primero ellos definan y después decidiremos si se da una alianza”. Lo que es indispensable, de nuevo, es recordarle a los partidos para quién trabajan.
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