El espejo envenenado - LJA Aguascalientes
25/11/2024

 Pon motivo del 433 aniversario de la ciudad de Aguascalientes se organizó el coloquio “Identidad aguascalentense. Pasado y presente”, en el cual se invitó a diversos académicos a realizar un ejercicio de memoria y prospectiva para intentar responder quiénes somos y quiénes queremos o podemos ser. Las ponencias se recogieron en el libro Identidades, publicado gracias a la colaboración del Cuerpo Académico Estudios de la Cultura por la Universidad Autónoma de Aguascalientes y el Instituto Municipal Aguascalentense para la Cultura e incluye los trabajos de Gerardo Martínez Delgado, Andrés Reyes Rodríguez, Martha Lilia Sandoval Cornejo. Silvia M. Bénard Reyna, María Estela Esquivel Reyna, María Rebeca Padilla de la Torre, Felipe Reyes Romo, María Eugenia Patiño López, Carlos Reyes Sahagún, Luciano Ramírez Hurtado, Jesús Aguilar López, Enrique Rodríguez Varela y Genaro Zalpa Ramírez. 

“Pensar nuestra identidad -señala Gerardo Martínez Delgado- es colocarnos frente a un espejo y describirnos, aceptarnos, ser capaces de ver quiénes somos y qué queremos, hacia dónde vamos. No obstante, este ejercicio resulta siempre difícil, con frecuencia el espejo se empaña y negamos lo que vemos para presentarnos de un modo distinto que refleje lo que queremos ser”. Ese espejo frente al que se realizan las preguntas lo conforman no sólo la idea de quien busca su reflejo, hay que agregar las voces de los otros, las ideas con que la comunidad se quiere ver reflejada. 
Usando también la imagen del espejo, la investigadora Esquivel Reyna aporta al libro Identidades el análisis de diversas entrevistas en las que se preguntó ¿qué cosa distingue a los aguascalentenses con relación a personas nacidas en otro lugar?, el primer código resultado de la agrupación de las respuestas fue que somos gente buena, señala la socióloga: “Ser bueno es una característica que los aguascalentenses usan como referencia […] está siempre presente la idea de esa esencia de bondad, o de bonhomía, que aparece como referencia, como punto de comparación, como un elemento de la vida social que se constituye en una especie de insignia”. 
Los aguascalentenses son gente buena, cómo no serlo, está en el escudo: Bona Terra, Bona Gens, Aqua Clara, Clarum Coelum. Se enarbola la frase como recurso central en la representación frente a los otros, es lo que los distingue. 
Usando esta idea de la gente buena, sin mayor análisis que la mera enunciación de un elogio, los políticos venden la idea de que ellos mismos forman parte de esa comunidad, que deben ser elegidos y apoyados siguiendo la lógica perversa del silogismo: los aguascalentenses son gente buena, yo soy aguascalentense, por tanto, soy buena gente. 
La glorificación de la bondad como parte del discurso político es sin duda un elogio envenenado, ya que establece una categorización ridícula, establece que si los aguascalentenses son buenos, los otros son los malos, sin establecer claramente quiénes son, aunque se entiende que deben ser los que vienen de fuera, los que no son buena gente, a ellos se les puede echar la culpa de toda la maldad; no sólo eso, se establece que si son malos entonces están en contra del ideal comunitario, no piensan como nosotros, son diferentes y comienza la intolerancia. 
Al explotar este rasgo de identidad como base del discurso político se cae en la ramplonería, en el afán de lograr la simpatía de los electores se promueve la intolerancia, ya no son necesarias las ideas, basta con dividir el mundo en buenos y malos, lo que se reduce a nosotros y quienes están en contra. 
Desde el gobierno, estatal y municipal, es una constante, no importa de qué se habla, todo se debe a la gente buena de Aguascalientes, si son emprendedores, que si la lucha contra el narcotráfico, en la inauguración de viviendas o un poste de luz, tanto el gobernador como el presidente municipal emplean la bondad como muletilla. 
Desde la oposición también, y quizá con peores resultados porque se supone que deberían realizar una oferta distinta a la que está en el gobierno, ahí están los discursos sentimentaloides de Lorena Martínez, quien en un mensaje reciente dice saber lo que la gente buena quiere, sólo una mezcla de buenas intenciones, mejores deseos y plegarias, sin propuesta alguna. 
En tiempo de elecciones, y en este país todo el tiempo es electoral, los políticos venden esta perorata como si fuera una idea, la envuelven en caramelo y la regalan como una profunda reflexión, como lema de campaña, ninguno de los representantes del poder y de los partidos políticos escapa a la tentación. 
En El espejo enterrado, Carlos Fuentes sintetizó el mito de la partida de Quetzalcóatl al momento en que un envidioso Tezcatlipoca lo emborracha, ebrio por el pulque lo convence de cometer incesto con su hermana. Tezcatlipoca le muestra un espejo a Quetzalcóatl, quien encuentra reflejado su rostro humano, horrorizado, el dios del viento descubre que comparte el mismo destino mortal de quienes lo adoraban, y decide marcharse. 
Rumbo a la elección (también siempre estamos en ese punto), los políticos nos ofrecen a través de espectaculares, carteles, declaraciones, entrevistas y discursos el reflejo de los aguascalentenses como gente buena, es un espejo envenenado por la opacidad de la mentira. 
  

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Director editorial de La Jornada Aguascalientes
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