En el final de The Terminator (James Cameron, 1984) la sobreviviente Sarah Connor escucha sin entender la advertencia de un niño que exaltado apunta hacia el cielo, ella le pregunta al anciano que la atiende en la gasolinera qué fue lo que dijo, el viejo le responde: “Que viene una tormenta”, con el gesto desolado de quien conoce el futuro contesta: “Lo sé”. El jeep de Sarah se pierde en la carretera rumbo a la tormenta anunciada. Hace unos días, en uno más de sus astutos actos de campaña, la Secretaria General Adjunta del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Lorena Martínez, presentó un “Decálogo para la comprensión del Aguascalientes de hoy”, un listado con el que, a través de estadísticas de diversos organismos, demostró que el estado está peor que antes (La Jornada Aguascalientes, diciembre 9).
No cabe duda que la candidata está cumpliendo con su tarea y acumula puntos para ser ungida oficialmente por su partido, con enjundia subrayó que los números no mienten y con un boletín, melló el festivo informe del gobernador, sí, salió al quite la coordinadora de comunicación social pero con una respuesta de pena ajena, una demostración más de que a los funcionarios del gobierno del estado nomás no se les da el manejo de las estadísticas, pues cuando no les convienen descalifican la fuente (como las machincuepas verbales del secretario de desarrollo económico cuando explica que los indicadores de desempleo no son confiables) o abogan que la realidad es otra, la que construye la buena fe.
No se puede debatir contra los indicadores que señalan el incremento en el índice de pobreza de patrimonio, el tamaño de la deuda estatal, el aumento de la inseguridad o la calidad de la educación en Aguascalientes, en eso reside la sagacidad de las declaraciones de la candidata priísta, sin embargo, los diez fracasados enunciados por Lorena Martínez no pasan de ser una estrategia mediática para mantenerse visible en los medios de comunicación. La enjundia con que subrayó que Aguascalientes “antes no” se encontraba en tan deplorables condiciones pretende desvincular a su partido de todo lo malo que ocurre en el estado, como si el PRI hubiera nacido apenas ayer y no fuera responsable de nada.
El “antes no” de Lorena Martínez apela a la desmemoria y a la desvinculación, a que la hora de votar los electores olviden que el PRI no ha propuesto un modelo económico, quiere que la historia del país comience a partir del 2000, borrón y culpa nueva, todo se lo debemos al PAN, apela a considerar Aguascalientes como una isla sin relación con el resto del país y en donde todos los males provienen de las dos últimas administraciones estatales. Reitero, no se puede exculpar a la frivolidad y soberbia del gobierno luisarmandista de la situación actual del estado, de ahí la astucia de la estrategia, pero tampoco se le puede considerar el villano único.
Además del mañoso “antes no” de Lorena Martínez, lo más triste del “Decálogo para la comprensión del Aguascalientes de hoy” es que, de nueva cuenta, se presenta un diagnóstico pero no hay propuesta. Ahí se asemejan el candidato del PAN, Raúl Cuadra y la del PRI, ambos se dedican a analizar la terrible realidad sin indicar cuáles son sus proyectos para cambiarla, ya sea mediante la consulta ciudadana o la crítica a las acciones de gobierno, en ambos casos, todo se queda en la exposición del problema, no en la propuesta de cambio.
Es un mal de campaña política, el síndrome del diagnóstico, en los próximos meses y hasta el día de las elecciones lo que hemos de presenciar serán aguerridos discursos en los que se retrate el escalofriante estado de Aguascalientes, comparaciones entre un hoy espeluznante y un antes edénico, o bien, el cotejo de la sombría actualidad con el luminoso mañana que sólo ha de llegar si el candidato que promete gana.
Sin duda alguna los diagnósticos son indispensables, pero cuando a la actividad política le basta el análisis sin propuestas, todo se queda en promesa, al final se apuesta a que el futuro ya está escrito y no se puede hacer nada para cambiarlo, quizá por eso es devastador el final de The Terminator, porque Sarah Connor sabe lo que va a ocurrir y a pesar de ese conocimiento no puede hacer nada para detener la destrucción venidera, lo único que le resta es cumplir al pie de la letra el guión de un destino ya escrito.
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