Final alternativo - LJA Aguascalientes
26/11/2024

 Con cariño y admiración, para Felipe San José 

  
Los olvidados (1950), de Luis Buñuel, terminaba, hasta hace poco, en desdicha. El cierre perfecto para una sucesión de desventuras era la cancelación de las esperanzas. La película cuenta la historia de un grupo de niños condenados a la miseria y el abandono en la “progresista” Ciudad de México. El Ojitos ha sido abandonado por su padre; el Jaibo se ha escapado de la correccional; Pedro sufre el desprecio crudelísimo de su madre. No tienen un hogar estable, no estudian, muchos no trabajan. El Ojitos se junta, a manera de lazarillo, con el Ciego. El Jaibo no tarda en pasar de vulgar delincuente a frío asesino. Pedro, testigo del asesinato, amenazado por el Jaibo, temeroso y siempre a la espera de un gesto amoroso por parte de su madre, es el único que podría salvarse: busca trabajo, pregunta con insistencia cómo ser bueno. Sin embargo, el guionista, el director y las moiras no lo dejan escapar: en el trabajo es acusado de robo —gracias al Jaibo, quien además se acuesta con la madre de Pedro—, cuando es enviado a una escuela-granja y se propone demostrar su valía, su ruta es descarrilada —por el Jaibo, que lo asalta—. Finalmente, en un acto de valentía, forcejea con, por supuesto, el Jaibo para recuperar el dinero que éste le robó —y que el director de la granja le había dado para realizar un encargo y como muestra de confianza— y poder regresar a la escuela. Pero cae, el Jaibo lo golpea hasta matarlo. Pedro termina siendo arrojado a un basurero y el Jaibo muere a manos de la policía. Tragedia. 
El final era desdicha hasta hace poco, decía, pues a la restauración que ahora recorre el país se le ha adosado un remate alternativo. Resulta que se filmó un desenlace distinto para incluirlo en caso de que la versión original no fuera bien recibida. La muerte de Pedro no ocurre, quien muere es el Jaibo —es él quien cae durante el forcejeo—. Pedro recupera el dinero que el Jaibo había robado y que significa el pasaporte de regreso a la escuela —pues la confianza del director quedará así consolidada—. Vemos a Pedro avanzando hacia la puerta de la escuela. Comedia (dantesca). 
Alguien encontró el sucedáneo y he aquí que ahora la película va por el mundo como el dios Jano, con dos rostros. Mejor aún, como Dr. Jekyll y Mr. Hyde, con dos personalidades. La escena sustituta es mínima, no obstante es capaz de modificar toda la película. El retrato de la atroz realidad que puebla la versión trágica desaparece en la opción justiciera. El desánimo de la primera trueca en esperanza en la segunda. El beso que Pedro recibe de su madre cambia de significado, era de Judas, es de María. Hasta el título muta: si Pedro se salva, si escapa, ya no es un olvidado. Los olvidados son entonces los otros, los asesinos —el Jaibo—, los pecadores —la madre de Pedro, el Ciego—. La salvación de Pedro abriría las puertas para la del Ojitos o la de Meche —la niña buena que despierta el deseo de los hombres—, los dos trabajan, los dos son inocentes, los dos podrían escapar al olvido. 
Hay, a partir de la nueva exhibición, dos películas llamadas Los olvidados, las dos dirigidas por Luis Buñuel. Tienen los mismos protagonistas, los mismos actores, los mismos escenarios. Una es contundente, “memoria de la humanidad” (Unesco), imprescindible. La otra es insoportable, decepcionante: innecesaria. 
Final original: 
El cine, visto como reflejo del mundo, puede hacer lo que los espejos, copiar e invertir: el duplicado tiene la derecha a la izquierda y viceversa. Como historia de película, Los olvidados termina mal, debe terminar mal. Su reflejo, el mundo, es idéntico, pero está obligado a terminar bien. El final que destruye la película, que le roba el espíritu, es el final que serviría para construir el mundo y para regresarle el alma. La rectificación de unos minutos bastó para convertir la desdicha en gozo. En el filme resultó una abyección, en el mundo podría significar la única justificación de que estemos aquí. 
  
Final alternativo: 

Un fantasma recorre el cine: el fantasma de las escenas nunca antes vistas. La consagración de los directores como los dueños y señores de los filmes ha tenido consecuencias insospechadas, nos hemos enterado de que lo que vimos no era lo que querían que viéramos. Un frenesí retocador se ha apoderado de los estudios. George Lucas incluyó un tramposo Anakin Skywalker al final del reestreno de El retorno del Jedi para anunciar la segunda trilogía. Y James Cameron le hizo nada a su película con el objeto de reestrenarla de inmediato. Al parecer los editores son unos inútiles, la cada vez más frecuente etiqueta director’s cut en los DVD es la señal inequívoca. Incluso han surgido los final cut, todavía más definitivos. Y claro, las ediciones especiales de aniversario con minutos extra —¿ultrafinal cut?—. Quizá dentro de poco podremos apreciar los actor’s cut, los writer’s cut y, ¿por qué no?, los spectator’s cut.

pland.com.mx 


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