“El ajedrez es profundamente dialéctico, aceptando que dialéctica es la tentativa de que una discusión se resuelva en una unidad.”
J.J. Arreola
A propósito de la descomposición que vive el país en todo su territorio nacional, lo mismo en las ciudades que en el campo, no se puede dejar de cuestionar los motivos que han llevado a la decadencia de la nación. Se sabe, como se viene diciendo desde hace tiempo, que son muchos los problemas que enfrentamos, que en parte son los yerros de los políticos a la hora de tomar decisiones desde la esfera de su competencia.
Uno de los fracasos más deplorables en cualquier gobierno es el de la incapacidad para educar a sus propios ciudadanos, el caso mexicano es un ejemplo categórico en este sentido. Doy dos ejemplos; dentro del nivel educativo que recibieron los conocidos líderes del narcotráfico, como el Chapo Guzmán, éste no pasó del tercer grado de primaria, o el del connotado narcotraficante, Rafael Caro Quintero del primer grado. Entre los aspectos que se abandonaron y no se toman en cuenta desde hace décadas, está el relacionado con la promoción de actividades lúdicas para la población y en particular me refiero a la difusión del ajedrez. El llamado juego-ciencia que los gobiernos mexicanos simplemente desprecian o no le dan suficiente importancia para prevenir las prácticas antisociales. En momentos como el actual, en que se intenta ganar una “guerra” contra el narcotráfico y combatir a las “bestias”, según las ha llamado Felipe Calderón, que se ganan la vida en el negocio ilícito de las drogas.
Seguramente, los muchachos a los que se refiere el presidente, no tuvieron en su formación académica, si llegó a existir tal, la posibilidad de conocer los movimientos que tiene una pieza de ajedrez, ni las jugadas portentosas que se pueden desarrollar y disfrutar en un tablero, ni cómo una partida puede ser al mismo tiempo violentísima respetando la vida del oponente, y de cómo puede cultivar en el desarrollo de habilidades que hoy ayudarían mucho en la formación de ciudadanos más sanos, desconozco incluso si el presidente aprendió en algún momento de su vida el ajedrez y si ha tenido tiempo si quiera de jugar alguna partida en los más de cuatro años de su sexenio.
De cualquier forma, ha quedado en evidencia la falta de articulación de un gran programa nacional de ajedrez, mismo que el actual gobierno federal no ha emprendido, ni articulado en una política para la educación pública, ni como un instrumento fundamental de su lucha contra el crimen organizado.
Queda claro que lo último deseable es la práctica de esta actividad que desarrolla la inteligencia y creatividad humana, y que puede ser llevada de forma masiva a las escuelas para beneficiar a cientos de miles de niños a lo largo del país. Mención especial merece la UNAM, que recientemente informó que abrirá el estudio de la disciplina como materia optativa. Ahí está un ejemplo a imitar para otras instituciones, no sólo universidades. Sería razonable pensar que si el ajedrez se hubiera implementado hace tiempo como política pública para miles de jóvenes envueltos en el narcotráfico, hoy, nuestro país tendría un problema menos en nuestra larga lista de pendientes. Ahí cabe estudiar las experiencias de otros países, como la de Rusia que fue un gran semillero de grandes ajedrecistas por el impulso que se le dio en la ex Unión Soviética, aunque ahora esté en crisis por el escaso apoyo del Estado, no obstante, con ello brindaron al mundo a dos ajedrecistas legendarios, Garry Kasparov y Anatoly Karpov.
Porque hace falta mostrar a los jóvenes mexicanos una opción distinta, porque sólo sabemos jugarnos la vida a cara o cruz, como lo dijo en alguna ocasión el gran escritor y ajedrecista, Juan José Arreola. Alguna vez señaló que, “en un pueblo donde el azar impera, donde se dice: “mira, no te lo doy en tanto ni en tanto: un volado, todo o nada”, y el “si me han de matar mañana” y el “yo aquí, yo allá”. Así, los mexicanos hemos desarrollado una repugnancia original a esta disciplina. Porque pensaba Arreola, el ajedrez “elimina las circunstancias azarosas y nos compromete a una hazaña individual, porque nos obliga a la confrontación pura del ser ajeno con el nuestro sin recursos de fuerza física”.
Ahora, que la fuerza física es la estrategia principal del gobierno federal para enfrentar los problemas que vivimos y que todo se quiere combatir con “mano dura”, “mano firme” se dijo eufemísticamente en campaña.
Está pendiente parafrasear al gran Arreola y decir, “un ciudadano que no aprende a jugar ajedrez en algún momento de su vida, nunca será un gran ciudadano”. Por todo lo que menciono es urgente impulsar en México a éste que no es sólo un juego: el ajedrez.
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