Zoot suit: lo hilarante del proceso penal - LJA Aguascalientes
24/11/2024

 En la década de los 50’s del siglo pasado, la discriminación de la sociedad norteamericana no sólo se centraba en las personas de color, los mexicanos eran objeto de ella, y más si se trataba de un subgrupo, por ejemplo los pachucos. Dos hechos emblemáticos ocurridos en Los Ángeles, sirven de inspiración a Luis Valdez para crear el musical Zoot Suite (1981): por un lado el asesinato en el Sleepy Lagoo que derivó en una acusación falsa de un grupo de pachucos y otro los disturbios protagonizados entre los ya mencionados y marineros en 1943. 

Zoot Suite estuvo 3 años en teatro antes de ser llevada a la pantalla grande. Ante esto Valdez permanece fiel a sus raíces, lejos de adaptar el teatro al cine, realiza un montaje cinematográfico utilizando todas las herramientas estéticas que aquél le proporciona: claramente la entrada del público, en el escenario el narrador omnipresente interpretado por Edward James Olmos, explica a los asistentes que lo que verán es una mezcla de realidad y ficción, la forma de vida de los pachucos. Contextualiza al espectador, cuando durante el transcurso de la cinta la cámara regresará esporádicamente al público, en especial en el momento de clímax donde los personajes principales abandonan el escenario y se mezclan en las butacas, con ello nos recuerda una y otra vez que estamos en presencia de hechos reales. 
Esta permanencia de elementos teatrales le permite además hacer una crítica al cine en general y hollywoodense en especial. El final feliz de la película, planteado al estilo de la mal llamada meca del cine, con todos sus elementos esenciales (besos, parejas felices, etcétera) es interrumpido por nuestro pachuco-narrador que aclara “No todos los finales son así”, en este sentido algunos de los personajes, atendiendo a sus convicciones y condiciones sociales, esbozarán un final totalmente diverso, desde el más crudo hasta el más feliz. 
La música es excelente, ejemplo de una mezcla cultural riquísima: polka, rumba, danzón, principalmente compuesta por Lalo Guerrero (el padre de las famosas Ardillitas que escuchamos de niños). Todo esto recuerda otro hito en cuestión de mexicanos vejados en el país del norte, la destrucción de Chavez Ravigne, pueblo de mexicanos inmigrantes pobres también en Los Ángeles, que fue arrasado para construir el estadio de los Dodgers; y la digresión aparece precisamente porque Ry Cooder (el re-inventor del Buena Vista Social Club) rescató la música de aquellos mexicanos y la editó en un precioso álbum (Chávez Ravine, 2005). 
El meollo del asunto será el proceso penal que se inicia a 4 pachucos por un asesinato que no cometieron: un juez blanco que no permite a los acusados cambiar de ropa ni bañarse, a fin de desvirtuar el estilo pachuco, que permite al fiscal referir a la menor provocación elementos y objetos que los vinculan con un grupo social identificado como violento; un perito que fundamenta la naturaleza sanguinaria de los mexicanos, alegando su ascendencia azteca. Valdez expone la discriminación de que son objetos, y de paso ejemplifica desde el punto de vista jurídico algunos problemas que enfrenta desde hace años el derecho penal: el juzgar por lo que se es y no por lo que se hizo  y la influencia que cuestiones particulares puede tener sobre la decisión de un juez, los juicios mediáticos, uno de los acusados pregunta a su abogado “La prensa ya nos condenó ¿crees que podrás cambiar eso?”.
El juez pide a los acusados sentados en sus respectivos banquillos, que como el jurado no los distingue, cada que escuchen su nombre, deben pararse. Es la parte más hilarante del juico, los acusados se levantan una y otra vez, como una especie de teclas de piano al ritmo de la jocosa Échale un quinto al piano (pieza que evoca al gran pachucote Tin-Tan) un derroche de ingenio que muestra otro problema penal: la exhibición y tacha de criminales, a ciudadanos que aun no han sido condenados. 
Y todo lo anterior nos pone en perspectiva, pues nuestro sistema judicial sigue plagado de esta clase de prejuicios: en Aguascalientes el maestro Eloy Morales Brand habla sarcásticamente del delito de portación de cara; por su parte el maestro Leandro Eduardo Astrain Bañuelos ha investigado precisamente sobre las implicaciones de las garantías individuales frente a un derecho penal que ve en el delincuente un enemigo a quien exterminar y no a una persona que debería ser readaptada. 
Zoot Suite, excelente musical (que por cierto puede verse completo en youtube) nos devuelve al asiento de espectadores, de ese –dijera Calderón de la Barca- gran teatro del mundo que es, dicho en toda la extensión de la palabra y sin ánimos ofensivos, el sistema de justicia penal, las miserias del proceso penal, como acotara Carnelutti. 


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