La virgen de los sicarios - LJA Aguascalientes
16/11/2024

 Bajo la batuta posmoderna, La virgen de los sicarios; ya sea la novela (Fernando Vallejo, 1994) o su homónima cinematográfica (Barbet Schroeder, 2000) las imágenes de violencia extrema, de exacerbado cinismo frente a la vida, del matar por matar, son cuestiones cotidianas; Vallejo como autor –y en el caso de la película guionista- retrata a la perfección el mundo de los jóvenes que no tienen otra opción que convertirse en sicarios, de adolescentes que cargan pistola y asesinan a quien a su vez mató a sus hermanos, transformando la violencia en una espiral generacional ad nauseam; de jóvenes cuya máxima ilusión es comprarle una nevera a su mamá. La película en su tiempo lo mismo fue aplaudida que criticada; cabe hacer mención de que fue filmada en formato digital, algo atrevido para su época. 

Estelariza ambas obras de ficción, un importante escritor colombiano, que regresa a su país natal después de años de ausencia, la situación que guarda, le genera un profundo desprecio hacia todo, ya sean los niños: “Esta sociedad permisiva y alcahueta les ha hecho creer a los niños que son los reyes de este mundo y que nacieron con todos los derechos”; al futbol: “Cuando la humanidad se sienta en sus culos ante un televisor a ver veintidós adultos infantiles dándole patas a un balón no hay esperanzas”; o los pobres “¿Darles yo trabajo a los pobres? ¡Jamás!  Que se lo diera la madre que los parió. El obrero es un explotador de sus patrones, un abusivo, la clase ociosa, haragana”. 

El gobierno -sus elementos jurídicos- tampoco podrían escapar de este odio: “El ´presunto´ asesino como diría la prensa hablada y escrita, muy respetuosa ella de los derechos humanos. Con eso de que aquí, en este país de leyes y constituciones, democrático, no es culpable nadie hasta que no lo condenen, y no lo condenan si no lo juzgan, y no lo juzgan si no lo agarran, y si lo agarran lo sueltan”. 

Parece que en su voz se escucha a muchos sectores de la sociedad mexicana que ven en los derechos humanos una barrera infranqueable para el combate de la criminalidad “Si todo tiene explicación, todo tiene justificación y así acabamos alcahuetiando el delito. ¿Y los derechos humanos? ¡Qué derechos humanos ni qué carajos! Esas son alcahuterías, libertinaje, celestinaje”. 

Sin embargo, podemos encontrar el verdadero pensamiento de Vallejo con respecto al derecho: el protagonista se enamora de un joven sicario que asesina a la menor provocación ante la mirada atónita del intelectual colombiano; una de tantas veces, se atreve a increpar al novio, que le contesta defendiendo su tendencia al homicidio “¿O nosotros o ellos?” el literato le responde contundente “Nosotros y ellos”. Y es fundamental que traiga a colación un concepto tan trascendental como el otro, he aquí el verdadero concepto del Derecho para Vallejo, no basado en la ley, sino en una facultad subjetiva que tenemos que respetar; esto es, la norma no se cumple porque sea obligatoria o coercible, sino porque implica un reconocimiento del nosotros en el ellos, del mí en el otro. 

Entonces caemos en la cuenta que lo que Vallejo detesta en realidad no es el Derecho, sino su aplicación concreta, los hombres, el sistema, un engorroso aparato burocrático-judicial: “Por sobre el llanto de los vivos y el silencio de los muertos, un tecleo obstinado de máquinas de escribir: era Colombia la oficiosa en su frenesí burocrático, su papeleo, su expedienteo, levantando actas de necropsias, de entradas y salidas, solícita, aplicada, diligente, con su alma irredenta de cagatintas”. 

Un estado oficioso como el perfectamente filmado, olvida ver en sus jóvenes al otro, olvida que el verdadero sentido del derecho no es dotar de nuevos sistemas de justicia penal o de más armas a sus policías para combatir el delito, sino de dar oportunidades suficientes para llevar una vida digna. 

Un país como México, debe enfilar sus baterías a educar y dar mejores niveles de vida a sus cerca de siete millones de esos famosos y también posmodernos nini’s. Lo dijo Carlos Fuentes la semana pasada en un foro en el Estado de México, los jóvenes necesitan encontrar oportunidades, de otra forma se enfrentan a una posibilidad enorme de ingresar a las filas del narcotráfico, de transformarse en sicarios juveniles que ultiman a sangre fría, cuya mayor meta en la vida es –como en la película- unos tenis Reebok, unas camisetas Ocean Pacific y ropa interior Calvin Klein.

Desde esta perspectiva, no es raro pues que la realidad mexicana acabe opacando a la ficción, tan sólo en esta semana han sido asesinados en diversos hechos y latitudes, más de 40 jóvenes. Un Estado que no ve en ellos al otro, que no les da oportunidad y posibilidades de vida, se transforma de hecho en un homicida social. 


 

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