Friedrich Katz: conocer y querer a México Notas de un encuentro (I de II) - LJA Aguascalientes
15/11/2024

 En mi formación académica tengo una experiencia que me gusta recordar: mi encuentro en 1990 con el historiador Friedrich Katz en la Universidad de Chicago. Durante mis estudios de doctorado estuve en dos de sus cursos sobre los intelectuales de la revolución mexicana. La experiencia fue educativa en varios sentidos, no sólo por estar con un experto en el tema, sino porque se hacía en una de las universidades más prestigiosas del planeta, con todo lo que esto implica: bibliotecas, compañeros, instalaciones, facilidades para el estudio, foros y conferencias con ideas frescas que venían de muchas partes del mundo. Además, porque el profesor reunía en su vida historias extraordinarias que nos compartió a los estudiantes, en especial a los que lo seguíamos como si fuera nuestro gurú. 

Se dirigía a mí en español y tenía cierta deferencia a mi persona porque le gustaba conversar sobre mi país y los mexicanos. Una de las primeras impresiones que tuve fue la de haberme encontrado con un hombre generoso, receptivo y muy agradecido con México. Procuraba ser atento y correcto, pero decía lo que pensaba y sentía, con un sentido crítico y de izquierda que nos hacía repensar lo que creíamos sobre la historia, sobre México, sobre la educación. Por su intensa experiencia de vida y sus claras convicciones, sabía distinguir muy bien lo trascendente de lo coyuntural. 
Su gran profesionalismo como académico estaba a la altura de una sensibilidad fuera de lo común. Lejos de endurecer su carácter por todo lo que a él y a su familia les había ocurrido, después de que tuvieron que salir de Europa huyendo del nazismo, su personalidad me parecía noble, como la de esos viejos sabios que trascienden el conocimiento escolar y buscan el sentido humano de las relaciones personales y de la vida misma. 
Su presencia en el aula era impresionante y todos sus alumnos lo escuchábamos con atención. Por allí he de tener grabadas algunas de sus clases. Lo recuerdo junto con mis amigos y excompañeros Robert Curley y Antonio González Barroso, atento a nuestros discusiones y respetuoso de nuestros excesos, lo recuerdo cuando nos invitó a cenar a un restaurante en el barrio mexicano, cuando me comentó que al llegar a México en los años sesenta tuvo problemas con la policía porque lo confundieron con un agitador profesional que había llegado de la URSS, lo recuerdo compartiendo opiniones sobre las canciones y los corridos mexicanos o invitándonos a un reunión informal con el entonces presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari, cuando fue a dar una conferencia a la universidad, en el cenit de su mandato.  
En una ocasión me permití solicitarle una entrevista para hablar de los intelectuales de la revolución mexicana. Aceptó muy amable y asistí a su cubículo, un espacio acogedor, repleto de libros, pero muy pequeño, en el que apenas cabíamos los dos. Era invierno y veíamos caer la nieve por una de las pequeñas ventanas que daba a un jardín de la universidad. Al iniciar la entrevista vi de reojo una pequeña escultura del busto de Pancho Villa, el personaje que tanto le interesó y al que le dedicó quizás la mejor investigación que se haya hecho sobre su vida. Allí estaba también su libro Guerra secreta en México. 
Ahora que por medio de La Jornada me entero del fallecimiento del maestro Katz, quiero recordar y compartir sólo un fragmento de aquella entrevista. No puedo, como exalumno, más que agradecer con este escrito sus enseñanzas y la generosidad que tuvo conmigo, un estudiante provinciano con pésimo inglés, que tuvo la fortuna de conocerlo. 
SCS: …investigadores como Alan Knight y otros se han planteado la necesidad de estudiar con mayor profundidad a los intelectuales. ¿Por qué usted ahora se ha sumado a esta inquietud? ¿Por qué estudiar a los intelectuales que participaron en la Revolución? ¿Qué es lo que hay detrás de esta preocupación académica e intelectual? 
FK: El problema que me ha interesado aquí es el hecho de que la Revolución Mexicana es diferente, en su forma, de otras revoluciones, en el sentido de que las revoluciones del siglo XVIII (la francesa, la norteamericana) y las del siglo XX (rusa, china, vietnamita, cubana) tienen un rasgo en común: en todas hubo intelectuales que dirigieron organizaciones política y que de hecho hicieron la revolución. En México, excepto en la época maderista, este fenómeno no se vio, ni hubo organizaciones políticas, ni hubo intelectuales que dirigieran el movimiento revolucionario. Entonces surge naturalmente la pregunta: ¿qué papel tuvieron los intelectuales en la Revolución Mexicana? Además hay otra diferencia interesante: en todas las revoluciones del siglo XX, sin excepciones, incluso en las revoluciones recientes de Europa oriental, jugaron un papel muy importante los estudiantes. Lo mismo puede decirse de los movimientos latinoamericanos; en ellos también los estudiantes jugaron un papel de primera magnitud. Pero en México, en cambio, no. De hecho, una reciente tesis muy interesante, hecha aquí en Chicago por Javier Garciadiego, muestra que los estudiantes de la Universidad de México no sólo no jugaron un papel importante en la Revolución, sino que muchos parecen haber apoyado a Huerta. Entonces obviamente hay muchas diferencias muy profundas entre la Revolución Mexicana y otras revoluciones. Y es así que dentro de este marco me interesó saber qué papel jugaban los intelectuales. 
SCS: Respecto al lugar que ocuparon los intelectuales en la Revolución, me parece que aún hay desacuerdos básicos entre los historiadores porque, por un lado, no se tiene todavía claridad en torno a lo que es un intelectual y, por otro, hay diferencias en torno a lo que se espera que un intelectual haga o deje de hacer en la Revolución. Mi pregunta, entonces, retoma una vieja inquietud en torno a cuáles deben ser los atributos de una persona para poder ser considerada como intelectual. 
FK: Cuando yo hablo de intelectuales lo hago de una manera relativamente estrecha, es decir, pienso en ideólogos, en alguien que forma una ideología. No pienso en si alguien ha estudiado o no, o si tiene una carrera o no. Básicamente pienso en un ideólogo, en papel de un ideólogo. En ese sentido pienso en el papel de los intelectuales. 
SCS: Tengo aquí algunas opiniones de intelectuales revolucionarios sobre la participación que ellos mismos tuvieron en la Revolución. Los testimonios son del zapatista Gildardo Magaña y de los carrancistas Félix F. Palavicini y Luis Cabrera. Este último, unos años después de la agitación revolucionaria, dijo que los intelectuales carrancistas sólo habían dado forma a las decisiones del entonces Primer Jefe. Según este intelectual, Carranza “era el maestro y ellos sus discípulos”. Por su parte, Palavicini dijo algo semejante: “Todos éramos, al lado de Carranza, simples soldados de línea. El deber de todos consistía en sujetarnos estrictamente a su criterio orientador”. Por el lado del zapatismo se decía lo mismo. Magaña, uno de los principales dirigentes, escribió: “Mucho se ha hablado acerca de que alguno o algunos de los intelectuales que sucesivamente colaboraron con Zapata fueron el cerebro del movimiento suriano. Nada más inexacto. Zapata fue el cerebro que pensaba y el brazo ejecutor”. Mi pregunta es si a los ojos de un historiador de la Revolución Mexicana se puede decir lo mismo. Y si es así, entonces ¿qué papel jugaron gente como Magaña, Montaño, Cabrera, Palavicini, Múgica, Ángeles y otros? 
FK: No estaría enteramente de acuerdo con lo que dicen Cabrera y Palavicini. No es coincidencia que ellos fueron intelectuales que apoyaron los aspectos más conservadores de Carranza. Es un hecho, por ejemplo, que en los debates del Constituyente el proyecto de Carranza fue rechazado, y que dentro del grupo que lo hizo y formuló los artículos 27 y 123 no se encontraban Palavicini ni Cabrera y sí intelectuales como Jara y Múgica, que tuvieron una participación muy importante. Esto ya demuestra que una afirmación como la de Cabrera o como la de Palavicini no corresponde enteramente al papel de todos los intelectuales revolucionarios. En cuanto al zapatismo, es algo diferente. Allí sí creo que en gran parte las ideas básicas, el Plan de Ayala, provinieron de Zapata, y no sólo de Zapata personalmente, sino que eran ideas profundamente imbuidas en al campesinado, y allí los intelectuales jugaron probablemente el papel que les asigna Gildardo Magaña. 


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