Y el premio Nobel de literatura fue para... - LJA Aguascalientes
16/11/2024

 El premio Nobel de literatura es el galardón más esperado en el mundo literario internacional. Cada vez que llega septiembre empiezan a sonar nombres para ser investidos en Estocolmo a finales de año. Incluso los escritores son objeto de juegos: se barajean los nombres en las casas de apuestas y, tal como sucede en otros ámbitos como el deportivo, un determinado autor comienza a tener mayor notoriedad por estar encima de la lista. Todo esto es estadística y no dice nada de la obra de los escritores. 

Vale la pena destacar una obviedad: En 1990 Octavio Paz recibió el último premio Nobel que se otorgó a un representante de la lengua castellana. Desde entonces nombres como Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Juan Gelman, Ernesto Sabato, Nicanor Parra han tenido mucho ruido y poca fortuna. Desde entonces, la lengua inglesa ha sido privilegiada por el comité que designa, año con año, el premio. La pregunta que tal vez mucha gente se realiza es la siguiente: ¿Por qué tanto énfasis en dicha lengua?; ¿los exponentes que escriben en español son menos por su calidad o por la lengua en que se manejan? 
Evidentemente los comentarios a favor y en contra pueden ir y venir; sin embargo, creo que, realmente, el premio sí que puede responder a ciertos elementos políticos que hacen que un autor sea más importante que otro. De otra forma no se explica que Jorge Luis Borges no haya sido elegido alguna vez por los jueces escandinavos. Lo cual me lleva a otro terreno: los escritores que no fueron acreedores del premio. Ahí tenemos a Kafka, Strindberg, Cortázar. 
El premio, al parecer, está politizado. Debido a que en este año coinciden muchos países en celebrar su independencia del dominio español, es probable que algún escritor de lengua castellana logre, después de tanto tiempo, ser distinguido por ser un digno practicante de lo que la Real Academia de la Lengua Española tiene como frase: limpia, fija y da esplendor. 
Vamos a ver las estadísticas: Sólo diez escritores de lengua castellana han obtenido el premio y, en promedio, no ha pasado una década —contando el siglo pasado— sin un escritor cercano a nosotros: 1904: José de Echegaray (hoy un tanto olvidado); 1922: Jacinto Benavente (un poco lo mismo que el anterior); 1945: Gabriela Mistral (a veces desprestigiada, pero invito a leer Los Sonetos de la Muerte); 1956: Juan Ramón Jiménez (desde mi punto de vista, muy merecido); 1967: Miguel Ángel Asturias; 1971: Pablo Neruda (quizás el poeta más prolífico del siglo XX); 1977: Vicente Aleixandre (acaso aquí iba Borges; el poeta español, probablemente, recibió el premio a nombre de la generación del 27); 1982: Gabriel García Márquez (iniciaba una década de enorme prestigio para nuestra lengua); 1989: Camilo José Cela (escritor, estimo, poco admirado en Latinoamérica); 1990: Octavio Paz (que Televisa lo ayudó; que el PRI lo respaldó; que otras cosas más, son opiniones descabelladas. La obra de este gigante habla por sí sola). Y paremos de contar. 
Las décadas del diez y del treinta son las únicas que no tuvieron un representante. Después de veinte años del último premio Nobel en lengua castellana, me parece que es tiempo de que alguien lo obtenga. Sé que las evaluaciones de las obras son arbitrarias y que una simple lista no es tema para armar un escándalo; pero, insisto, me gustaría que en esta ocasión el premio fuera otorgado a un escritor de nuestra lengua. 
Para cuando este texto llegue a usted, lector, ya sabrá quién fue el ganador. ¿Habrá sido en lengua castellana? Otro factor que me hace pensar en una respuesta afirmativa es que el último escritor que se sentía cercano a nuestra lengua falleció este año: José Saramago. Ahora bien, ¿quién podría serlo? Si sumamos, entonces, que estamos en el año de las independencias de varios países de América Latina; que tenemos 20 años sin que un escritor que trabaja en español haya sido premiado; que el más próximo a los lectores de esta parte del mundo murió hace unos cuantos meses; que, recientemente, no ha habido un Nobel otorgado a alguien que escribiera predominantemente poesía; y que José Emilio Pacheco tiene una racha significativa de condecoraciones en la última década (Reina Sofía; Federico García Lorca; Pablo Neruda; Cervantes; honoris causa por la UNAM), es altamente probable que la academia sueca tome en cuenta a este escritor mexicano. 
Los factores están ahí: cuestiones políticas, académicas y literarias. Pacheco lo tiene todo. Sólo espero que esta humilde opinión sobre quién debería de tener el Nobel de este año, coincida este día. De lo contrario, como diría Alf: no hay problema; tal vez Pacheco, en un par de años, esté al lado de Joyce, Borges, y muchos otros que, como él, comparten una condecoración igual de interesante e importante: los Nobel que no fueron Nobel. 
  
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