En la ciudad de Aguascalientes no tenemos buenos street artists. Entiendo por arte callejero aquellas manifestaciones visuales que asaltan una parte de la urbanidad y la modifican con fines estéticos, valiéndose de distintos instrumentos como pueden ser el estarcido y el aerosol. Lo que podemos encontrar, casi siempre, es un arte bárbaro -o “placa” según algunos- que consiste en tomar una pared y firmarla con letras ilegibles para así determinar la supuesta propiedad de un individuo o de un grupo. Si no fuera eufemista llamaría a esta manifestación arte canino: los exponentes de esta clase de arte delimitan su territorio sin notables aspiraciones estéticas -como los perros con su orina.
A lo largo de la ciudad tenemos expresiones que no contribuyen, para nada, en la forma de ver una calle; ni ayudan a crear cierta conciencia política sobre un determinado evento; así como tampoco proponen alguna novedad en el grafiti.
Por lo regular, cuando los grafiteros de Aguascalientes cargan su intención de contenido artístico -no sólo de delimitación de territorio- hay un ligero cambio, pero el problema es el mismo: no hay propuesta y poca inteligencia. Es evidente, eso sí, una reproducción ad nauseam de la virgen de guadalupe, y algunas tribus urbanas.
Este arte tal vez tenga algo qué comunicar al receptor; pero se queda en un nivel provincial: el mensaje -por llamarlo de alguna manera- existe para que lo entiendan un par de personas y nadie más. Por otro lado, no hay una distinción clara entre el arte de determinada calle de una ciudad, con su semejante en otro lado. Lo que tenemos es un arte mediocre que sólo causa disgusto porque contaminan la visión de la ciudad.
Antes de que peguen el grito en el cielo o saquen las uñas los artistas que se sientan ofendidos, estaría bien recordarles que hay ejemplos en otros países de artistas sumamente interesantes que comenzaron por transmitir sus ideas en las calles. Veamos tres casos.
Cuando estuve en Granada tuve la oportunidad de conocer la obra de un artista urbano bastante bueno: El niño de las pinturas. Por cualquier lado de la ciudad andaluza había una pequeña pieza y, a diferencia de los graffiteros de aquí de Aguascalientes, provocaba que las personas se detuvieran a mirar un segundo una pared que sin ayuda del artista pasaría inadvertida. Había un efecto estético en la mirada de la pintura.
Otro caso que despierta mi admiración es Banksy, cuyas obras tienen una carga de protesta muy potente contra el consumismo y las guerras. Su arte podría calificarse como pop a medias. Juega con símbolos de la cultura norteamericana como Mickey Mouse, Ronald McDonald, y en lugar de consagrarlos -como podría decirse de Andy Warhol- exhibe lo que han producido como protagonistas del sistema capitalista: miseria y desigualdad. Banksy incluso ha llegado a “montar” sus obras en grandes museos como Louvre y el MOMA. Coloco comillas en la palabra porque no lo invitaron a una exposición. Ingresó a los mencionados museos y, cuando nadie lo veía, sacaba una pequeña pintura de su bolsa, una descripción de la obra, y las ponía en un espacio vacío. No entorpecía la museografía de las salas de exposiciones; y lograba, por el contrario, enriquecerlas. Creo que no es exagerado decir que es uno de los principales artistas vivos que hay que seguir de cerca.
Finalmente el caso de mayor fama: Jean-Michele Basquiat quien firmaba sus obras callejeras como “Samo”. Basquiat es mejor conocido por sus pinturas; pero antes de convertirse en toda una celebridad, hacía llegar su expresión a las calles. Y, nuevamente, el espectador parecía estar adentro de una galería sólo que ésta era de concreto, ruidosa y un poco sucia: las calles de New York.
José María Cano escribió una pieza musical intitulada “Basquiat” donde rinde homenaje al pintor. Un verso de esa canción me parece que se puede comprobar en cualquier parte del mundo: “sin grafiti no hay ciudad”. Pero si en Aguascalientes vamos a tener personas que sólo se dedican a delimitar territorios y a propagar la imagen de iconos, sin ton ni son, entonces mejor que no haya grafitti. Por ahí existen un par de obras un tanto tibias: son pastiches.
La ciudad no es precisamente atractiva y si a eso le sumamos una falta de talento para crear arte en las calles, se tiende a volverla -en ciertas zonas- visualmente desagradable. Necesitamos Banksys, Samos, Niños de las pinturas, que conviertan nuestro entorno en un espacio artístico. Y que no vengan los artistas con que no se les apoya: las obras de Banksy -por poner un ejemplo- son hechas durante la madrugada, a contrarreloj y sin remuneración ecónomica en el instante.
Ojalá esos artistas vean a la ciudad como una posibilidad de difundir su arte y, entonces, llegar a ser pop -que finalmente es la aspiración del artista moderno; porque si atiendo a lo que veo, esos “creadores” de Aguascalientes están más cerca de un acto delictivo que de una manifestación artística.