El lugar más feliz de la tierra - LJA Aguascalientes
17/11/2024

 Bart y Lisa esperan con ansia el último día de clases. Homero les ha prometido que si obtienen buenas calificaciones los enviará a Kamp Krusty. Lisa cumple el requisito con una mano en la cintura, Bart aprovecha la torpeza y buen corazón de su padre para conseguir el permiso a pesar de haber reprobado todas las materias. El campamento es un desastre, el malvado Blas, encargado del lugar, se alía con una pandilla de abusones para hacer del campamento un infierno. Lo único que mantiene a Bart cuerdo es la promesa de que el payaso Krusty irá a visitarlos; Lisa sólo desea que sus padres se enteren de lo sucedido. Cuando Blas presenta a un borrachín —Barney Gómez— como si se tratara del verdadero Krusty, estalla la revuelta. Krusty es obligado a asistir y aplacar a los rebeldes. Para compensar a los niños por la horrible experiencia, los llevará a Tijuana, “el lugar más feliz de la Tierra”. Y Tijuana es apenas unas cuantas escenas: una entrada folclórica, piñata, sarapes y sombreros, una pelea de gallos, el payaso borracho de tequila, tatuajes en la panza. 

Tijuana —como Cancún, como Mazatlán, como San Miguel de Allende, como San Ángel y la Condesa en la Ciudad de México— es lo que le vendemos a los extranjeros ignorantes que no buscan sino diversión. Si el estadounidense quiere ver aztecas y charros en Yucatán, pues lo surtimos con danzantes new age y mariachis vistosos muy ¡Three Amigos! (Martin, Short y Chase). Si el turista europeo quiere una experiencia más “real”, ni tardos ni perezosos le preparamos hoteles sin baño, tai-chi en las pirámides y sesiones de rastas, reggae, dos palabras en tzotzil y churros de marihuana ecológica. Podemos dejar de lado la precisión cultural y la fidelidad histórica, podemos prepararles mole sin picante y tacos con queso amarillo, hacerles creer que todos los indígenas del país sacaban corazones y que los mayas tenían tecnología que haría palidecer a Steve Jobs. A final de cuentas, son sólo extranjeros con dólares y euros en los bolsillos que quieren conocer un país exótico. 

Sin embargo, ese México para principiantes es tan fácil de vender que hasta nosotros mismos lo hemos comprado. Los hoteles a que acudimos ofrecen espectáculos en que la danza del Venado, la de los Viejitos, la marimba y las rancheras se mezclan hasta apelmazarse; bailes absurdos con trajes de colores eléctricos nos dejan boquiabiertos. Entre al amplísima oferta de comidas nacionales, elegimos la mexicana como nuestra favorita —¿los chinos llaman a su comida comida china, o sólo comida?—. Somos tan nacionalistas que incluso organizamos fiestas a las que vamos “disfrazados” de mexicanos. Nos hemos divorciado de nuestro país; alabamos el pasado como fuente de una identidad común ficticia al tiempo que lo rechazamos como origen de nuestra personalidad real. 

La conmemoración de la Independencia, la Reforma y la Revolución es un pretexto ideal para preguntarnos en qué consiste ser mexicano en este momento, cuáles de nuestros rasgos deben permanecer y cuáles debemos eliminar, cuánto de tequila y cuánto de nanotecnología se requiere para que, sin dejar de ser los que somos, seamos otros. El gobierno federal ha elaborado sus colosales respuestas. El desfile de esta noche estampará en nuestra memoria una contundente idea de nación. Más de cuarenta millones de dólares se han invertido en un espectáculo que ocurrirá en una sola ciudad, pero que, gracias a la tecnología, todos podremos ver a través del televisor. No tiene caso que salgamos a pasar fríos, calores, lluvias o apretujones, si podemos ver a los habitantes del Distrito Federal haciéndolo por nosotros. La transmisión satelital puede hacer que, por esta ocasión, todo México sea el lugar más feliz de la tierra.  

Además, este festejo —¿reventón, espectáculo, representación?— será el punto de partida para dejar descansar las gafas extranjeras que ya nos vician la vista. El grito de este año deberá dejarnos claro, por fin, que contamos con recursos invaluables, que somos inteligentes y creativos, que nos sobrepondremos a las adversidades… Pero, digo demasiado, será mejor ceder la palabra a los organizadores del festejo, finalmente ellos sabrán explicar mejor que yo cuál es el mérito y la importancia de lo que ocurrirá esta noche y por qué debemos estar convencidos de que los mexicanos podemos hacerlo todo:  

What is very special about this show in the world, is that, to me, it is the biggest parade in the moment. Bigger than the Carnival of Rio, bigger than Macy’s (Thanksgiving Day Parade), bigger than Pasadena, bigger than Love Parade in Berlin. And also, the interesting thing is that it tells, it questions a lot of the identities of the Mexican people. What are the Mexican people today and where are they going? (Marco Balich, italiano, director creativo del desfile) 

We’re celebrating 200 years of independence which will lead Mexico into the future. (Ric Birch, australiano, productor del desfile). 

¡Viva Méxicou! 

[email protected] pland.com.mx 



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