Hoy, La Jornada Aguascalientes llega a su edición número 100. El simbolismo es relevante en la medida en la que se contrasta con la agoreros del fracaso y de la resignación, que auguraban que la plaza (Aguascalientes) “estaba llena”.
Los primeros 100 números no deben de ser motivo de triunfalismos; lo primero que debemos reconocer es que nos han colmado errores, omisiones, fallos e imprecisiones diversas. No nos pesa reconocerlo, sino todo lo contrario. Pero en el balance, se ha consolidado un periódico que cumple con las premisas fundamentales que lo marcaron al inicio: “construir ciudadanía”, “darle voz a los que no la tienen”, “porque alguien tiene que decirlo”, “ser el periódico de los que no tienen periódico”.
Se ha demostrado que los jóvenes egresados de la universidad pública en Aguascalientes son capaces de integrar un equipo de trabajo profesional. Se ha mostrado a una comunidad cultural en Aguascalientes muy amplia y con ánimo de deliberar públicamente; se han denunciado excesos de los distintos poderes y de las distintas instituciones y reconocido las luchas que académicos, activistas sociales y artistas libran porque este país no termine de fracasar.
Pero sobre todo, se ha constituido una comunidad diversa alrededor de La Jornada Aguascalientes, en la que se incluyen políticos de múltiples ideologías, profesores, investigadores, artistas, escritores, funcionarios, líderes sociales, profesionistas, estudiantes, minorías y empresarios. Hay una comunidad para la que nuestro periódico importa y ha marcado diferencias, y que está dispuesto a trabajar porque permanezca en el horizonte. Por eso, el simbolismo de la centésima edición tiene un valor: hay Jornada para rato en este estado.