Estimados lectores, en esta entrega compartimos la experiencia de una exalumna, ahora colega mía, relacionada con la enseñanza del tema de la Ética Medio Ambiental que se imparte en el nivel bachillerato, en la que enfatiza los límites didácticos de esta; a pesar de eso, los alcances prácticos que debería tener.
Mi nombre es Jennifer Patiño Aguilar, soy licenciada en Filosofía y actualmente me desempeño como docente en el nivel bachillerato y como asistente de investigación. Quiero compartir con los lectores de este espacio una reflexión, surgida de mi experiencia, relacionada con el tema del medio ambiente natural. Comienzo señalando que, en mis planeaciones de la materia de Ética, en el último bloque se aborda el tema de la Ética Medio Ambiental; sin embargo, he notado que todo es demasiado teórico y que los alumnos sólo aprenden conceptos como medio ambiente, calentamiento global, efecto invernadero, etc., pero nunca lo ven como algo presente en sus vidas cotidianas, así que lo expuesto y revisado en clase se les queda como un dato escolar más que hay que memorizar para responder adecuadamente las preguntas del examen de la materia. Esta es una experiencia generalizada en el formato escolar, pues, una vez cumplido el requisito de pasar la materia, se envía lo aprendido a la papelera cerebral (baúl de los recuerdos le llamábamos antes), pues deja de ser importante, tomando su lugar lo que comience a verse en la siguiente unidad, curso o grado escolar. Es decir, lo “aprendido” no se pone en práctica.
Tomando como base lo anterior, me di a la tarea de buscar actividades que se pudieran realizar en espacios combinados, y no me refiero a que mi clase sea virtual y presencial, sino a que los alumnos generen una mayor conciencia acerca del tema ambiental, de forma que lo integren en su vida, que combinen lo que aprenden con lo que hacen cotidianamente. Para ello, comencé a buscar información al respecto y encontré un artículo relacionado con este tema en la Revista de Ciencias Ambientales de la Universidad Nacional de Costa Rica, titulado “La educación ambiental en Montessori: El Centro Infantil de la Universidad Nacional”, escrito por Marcela Hío y Mabel Ovares (2001). En este escrito, ambas autoras comparten las metas alcanzadas, con ayuda del método montessoriano, en su labor de crear una conciencia verdadera en cuanto a la importancia de proteger el medio ambiente natural y reconocer que este es parte fundamental de la Vida (mayúscula y énfasis con el objetivo de que se entienda la Vida en general y no solo la vida humana y de los animales). En el artículo se presentan 5 áreas de trabajo, siguiendo la propuesta de Montessori, para correlacionar lo aprendido en el aula con las experiencias diarias de los alumnos: área cotidiana, área de lo sensorial, área del lenguaje, área matemática y área cultural. Esta división lleva a una idea principal: que la educación es una educación para la vida del estudiante, y eso implica ser responsablemente conscientes de todo lo que los rodea.
Como lo mencioné antes, la mera memorización de conceptos es poco favorable para que los alumnos integren realmente los conocimientos a su vida diaria, por lo que, en pro de la primera área señalada “vida práctica o cotidiana”, en el Centro Infantil se plantearon objetivos que parecen fáciles de aplicar, no solo en la escuela, sino también en la vida cotidiana. Estos objetivos, de acuerdo con Marcela Hío y Mabel Ovares (2001) son los siguientes:
- Que los niños y niñas comprendan que, al igual que el resto de personas, tienen responsabilidad con el medio ambiente, pues son parte de él.
- Que participen activamente en la disposición y tratamiento de los desechos que generamos en el Instituto.
- Que amplíen sus conocimientos sobre el ambiente y las maneras de contribuir con su preservación.
- Que sean gestores y gestoras de un cambio de actitud hacia lo ambiental en sus propios hogares.
- Que comprendan (en su posibilidad) que su bienestar y el bienestar de toda la humanidad dependen del equilibrio o balance con el resto de la creación.
Para las autoras del artículo, estos objetivos parecían ser “demasiado ambiciosos” para que los niños los cumplieran; no obstante, lo hacían de acuerdo con los criterios de su nivel escolar, ya que en esa institución tienen materias transversales dedicadas a hablar del medio ambiente. Esto es precisamente lo que despertó en mí la siguiente inquietud: yo como maestra de preparatoria solo puedo trabajar con un grupo por un año (a veces), si están en un sistema semestral; pero si el sistema es cuatrimestral, solo 8 meses y, en ese tiempo, no podemos ver ampliamente qué es la Ética Medio Ambiental, dado que es solo una unidad del programa, y por lo general lo vemos en 6 clases; luego de eso ¡no hay más!
Al respecto, considero que deberíamos dedicarle más tiempo a este tema, tanto en la escuela como en los hogares, dada la situación medioambiental en la que nos encontramos; es decir, los padres tomando acciones desde el hogar, y los maestros complementando esto con bases teóricas en las aulas (recordemos el dicho que dice “la educación se mama, se práctica, no se enseña”). Esto puede contribuir a que el contenido de este tema, más que aprenderse con ejercicios en clase y para contestar bien un examen, trascienda el aula, salga de esta y se convierta en un compromiso real de respeto a la Vida, que esto forme parte de la cultura de todas las personas.
A veces, es complicado hacer esto en el hogar, pero se pueden implementar actividades sobre este tema en la convivencia familiar, y me gustaría proponer las siguientes:
- Hablar directamente sobre el medio ambiente natural entre padres e hijos.
- Destacar la regla de las tres R (reducir, reutilizar y reciclar).
- Hacer un huerto en casa.
- Tener más contacto directo con espacios naturales (días de campo en vez de paseos en centros comerciales)
- Ir de excursión y recoger basura durante el recorrido.
- Promover el ahorro de energía y agua.
- Practicar el compostaje.
- Fomentar la separación de residuos.
- Reducir el desperdicio de comida.
Tomando en cuenta estas actividades para fomentar el cuidado del medio ambiente desde casa, también podemos ayudar a valorar y conservar los espacios propios y comunes y, de esta manera, se observa que se pueden hacer muchas cosas para que la educación medio ambiental no sea solo un trabajo de los maestros en el aula, sino un trabajo en conjunto con padres, maestros y alumnos, una educación práctica, como lo proponía Montessori, para (preservar) la vida.