Siempre he pensado que el Festival de Avándaro fue una movida perversa del gobierno de Luis Echeverría Álvarez, basta con recordar el contexto histórico en el que esto sucedió, el 11 de septiembre de 1971, fatídica fecha la del 11 de septiembre, ¿no te parece? Pues bien, este histórico festival se dio en momentos muy difíciles en México, cuando ser joven era más peligroso que ser delincuente, habían pasado apenas 3 meses de la masacre del Jueves de Corpus, el 10 de junio de 1971, cuando muchos estudiantes fueron acribillados en el Casco de Santo Tomás en la Ciudad de México, y por supuesto, todavía estaba fresca la más grande y cobarde masacre del México moderno el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. Viendo todo esto por el espejo retrovisor, me da la impresión de que había que ser muy valiente para asistir a un evento en el que se reunirían cientos de miles de jóvenes, no obstante lo complicado de la situación, el festival se realizó, asistieron poco más de 200 mil personas y hoy es un referente en la historia de rock en México.
Ya sabemos que después del Festival, el rock fue prohibido en las estaciones de radio y satanizado por los medios en general, evidentemente, los conciertos de rock se cancelaron, y fue censurado todo aquello que tenía que ver con este sonido del diablo, pero el rock, fiel a su naturaleza contracultural y contestataria, siguió existiendo en la clandestinidad, surgieron entonces los “hoyos funkies”, verdaderos recintos de lo sagrado, -parafraseando a Led Zeppelin-, y el rock se mantuvo y se desarrolló con grandes exponentes del género, además de la generación de Avándaro que se supieron mantener a pesar de las adversidades, otros que nacieron en el oscurantismo setentero de este México de contrastes. Así recordamos a grupos como los Dug Dug’s, que, por cierto, abrieron el Festival, Peace and Love, Tinta Blanca, antes White Ink, El Ritual, Náhuatl, Love Army, La Revolución de Emiliano Zapata, Three Souls in my Mind que cerraron el Festival, Epílogo, la División del Norte, Bandido, Tequila, El Amor, y otros más.
Muchas de estas agrupaciones, roqueras hasta la médula de los huesos, cedieron ante los engañosos encantos de la mercadotecnia y cambiaron el curso de su lenguaje musical haciéndose más dóciles a los intereses comerciales y complacientes con el gusto ramplón y desechable de la sociedad de consumo, como es el caso de la Revolución de Emiliano Zapata, pero no obstante su deserción del rock, dejaron para la historia un disco homónimo que fue verdaderamente monumental publicado en 1971, actualmente el rock en México resultaría incomprensible sin temas musicales como Nasty Sex o Shit City.
Otras agrupaciones que surgieron en ese difícil período de los años 70 se supieron mantener fieles a la causa, a pesar de cualquier adversidad, por ejemplo, Toncho Pilatos que, salvo tu mejor opinión, me parece una de las mejores cosas que le han sucedido al rock en nuestro país. Su primer disco, homónimo y publicado en 1973, es decir, hace poco más de cincuenta años, debe ser considerado uno de los mejores en todo el repertorio mexicano, el siguiente, llamado Segunda vez, es de 1980, pero lo encuentro ya más suave, descafeinado, aunque mantiene ese sonido propio del grupo tapatío. El tercer disco se llamó Soy mexicano y se publicó en 1992, en los tres discos encontramos el dueto de los hermanos Rigoberto “Rigo, y Alfonso “Toncho” Guerrero Sánchez.
En 1971 nace el grupo Abraham Lincoln, bajo el liderazgo de Carlos Mata en la guitarra, logrando la formación definitiva con Francisco López en la batería, Raúl Noriega en el bajo, y con la inclusión del flautista Jorge Reyes, que durante los años 80 formaría Chac Mool, también de perfil progresivo. Ya con el nombre de Nuevo México, graban finalmente su primer disco en 1973 llamado Hecho en México, aunque se publicó hasta 1975, muchos lo consideran como el primer disco de rock progresivo, no sólo de México, incluso de Latinoamérica.
Un poco más tarde, en 1979, surge el grupo Decibel, en donde estaba Walter Schmidt que algunos años después formaría Size, inolvidable La Cabellera de Berenice de 1984, un referente obligado en el post punk mexicano. Decibel publica en 1979 el disco El Poeta del Ruido, un álbum vanguardista de difícil clasificación, hay mucho de rock progresivo, mucha música experimental, incluso algunas tendencias a la música de cámara, pero más allá de esa casi natural tendencia de ponerle nombre a todo lo que escuchamos, el Poeta del Ruido se ha convertido en un álbum de culto en la discografía del rock mexicano.
En los años posteriores, la cadena evolutiva ha continuado, de Decibel surge Size y de Size surge Casino Shanghai, así como de Nuevo México surge Chac Mool y de ahí se desprende Vía Láctea.
Durante los años 80, 90 y lo que va del siglo XXI han surgido grandes propuestas en la escena del rock mexicano, ya ves, ahí está el Profeta del Nopal, Rockdrigo González, Jaime López, Cecilia Toussaint, Betsy Pecanins, Real de Catorce, Aleación 0.720, Roberto y Jaime con el disco Las Sesiones con Emilia, entre otras cosas que el espacio me impide recordar.
Pero ¿qué sucedió después?, ya con aquel movimiento llamado “Rock en tu idioma”, con la invasión de grupos argentinos y españoles principalmente, y con el interés comercial en una música que antes había estado prohibida y satanizada, de repente el rock se convirtió en un buen negocio, y eso es algo digno de otro Banquete.