Pamplona y la más romana de la fiesta de toros, en España - LJA Aguascalientes
15/11/2024

 

 

 

 

Ahora, hoy, ya mismo el mundo de la madre tauromaquia se centra en una región de Navarra, España, en una ciudad además importante, Pamplona; en sus calles arcanas y generosas se despliegan fiestas irresistibles, manifestaciones de algarabía, desenfreno, satirismo, hasta abusos y en medio de todo ello se pone en riesgo la vida sin asumir sus palpables consecuencias, es más, sin siquiera muchas de las ocasiones pensando en ellas.

 

A los pamplonicos no hay quien pueda competirles en beber alcohol de forma colectiva; el vino es el rey y ellos sus más fervorosos y alegres vasallos y adoradores. No sólo se embriagan y se bañan materialmente en las ramblas, el estado etílico de los feriantes es notado en todos los sitios incluyendo de manera especial la plaza de toros durante la corrida. Si los procesos biológicos del cuerpo se encuentran atrancados por la alta ingesta desconsiderada de líquidos, producto de muchas horas de “empinar” el codo, hay tiempo para ir al inodoro y, también, colectivamente desahogar lo “medio digerido”.

 

Por tan “romana” feria alguna vez llegó a declarar rotundamente Luis Miguel González Lucas, “Dominguín”: -No vuelvo a torear en esta feria de borrachos… palabras más o palabras menos.


 

Un análisis de la estructura de la verbena y su celebérrimo ciclo taurino popular y profesional, no tan exhaustivo, incluso arrojará resultados arrolladoramente reflexivos a cerca del espectáculo taurino, y argumentos devastadores para muchos prisioneros de sí mismos.

 

En el blanco de todo este círculo de ingobernable festividad se bullen elementos taurinos de importancia suma. La solemnidad y ornamentación del ritual taurino se hace valer y respetar por encima de todo el jolgorio principalmente porque lo que se suelta del corral, se corre primero y se lidia después son TOROS. Así, sencilla, llana, rotundamente, sin trampas.

 

Si en algo se distingue el coso de Pamplona es por su tesitura “torista”.

 

El cuerpo de profesionales que tiene la facultad de aceptar o rechazar un encierro o alguno de los ejemplares, hacen válido su cargo, es evidente, notorio. La prueba es justo el trapío de todos los bovinos estoqueados.

 

No existe interferencia entre los motivos y expresiones de la fiesta y la parte estrictamente taurina. No hay cursilerías, falsedades, camandulerías, mitos, pichicateses ni “doctrinas” como hay en los ciclos aztecas dentro de los que para que exista la complacencia hacia los feriantes, que son pretexto de reducciones profesionales, además de inmensa e inflexible mayoría, se emplea la fórmula de sacrificar el trapío y la bravura del ganado… así los “toreros” pueden “crear” faenas del gusto del pópulo.

 

Es decir, cuanto menor sea la catadura de un cuadrúpedo, mayor serán las posibilidades de “triunfar” y complacer a los que “hacen la feria”.

 

Con estas maneras se envuelve en su misma concha el catálogo de ciclos ferieros de México. Está enjaulado en sus propios mitos que no le dejan avanzar, evolucionar hacia una plataforma que ya exige el planeta, que reclama en mayor velocidad.

 

No ha habido administración con la suficiente creatividad que pueda proyectar un ciclo de verdadero nivel para atraer al turismo internacional. La fiesta brava tiene, en este rubro, un potencial increíble. Este potencial, es claro, no está en la disminución y simulación del ganado. Rechaza al toro apócrifo. Pamplona es un ejemplo que puede entender hasta el neófito mayor.

 

Cuando hay algo fingido, el subconsciente tarde que temprano lo identifica y lo asimila, aunque no lo destape al consciente abiertamente. Queda una sensación de vacío.

Por el contrario, cuando algo es auténtico, legítimo, por partida doble, el consciente y el subconsciente quedan complacidos, llenos, sin huecos.

 

Muchas ocasiones ha sucedido que entre los vientos de aquel torbellino que significan los cantos a coro unísono y trueno de tambores y otros objetos que producen ruido, comienza a emerger milagrosamente una faena de intachable sustancia; cabal en todos sus aspectos, y en la velocidad que ésta se va fraguando los gritos desaforados y las desatenciones del multicéfalo se van concentrando en el toro y el torero. Ahí hay milagro y argumento a lo vaciado en esta planilla. La honradez y sustancialidad tienen mejores músculos que la banalidad y la huecura, jalan por consecuencia a la elevación de las diligencias y edifican, otorgan vigas sólidas a la parte moral del hombre.

 

Lección valiosa la de Pamplona; ahí queda ésta. Su público, por muy alegre y feriero que sea, por poco o nulo conocedor de la fiesta brava, tiene de sí el poder de exigir sus derechos. Las autoridades consecuentemente, así sea el espectáculo para divertirse, jamás o difícilmente alguna ocasión se prestarán a vejar la escala de valores que debe imperar en un espectáculo como es el taurino.

 

PADILLA SUFRE PAVOROSA VOLTERETA Y CORTA UNA OREJA

 

Se dio la 7ª corrida de Pamplona en al que se corrió el esperado ganado de Miura; fueron seis toros mansos en general a los que enfrentaron Juan José Padilla, Rafaelillo y Javier Valverde. Padilla protagonizó una pavorosa voltereta en el primer toro de su lote, justo el que abrió plaza. Este le empitonó cuando lo trataba de pasar por el flanco izquierdo; una vez que le tuvo en el suelo le buscó con violencia y saña. Todos creyeron que llevaba la gran cornada cuando fue conducido a la enfermería, sin embargo y por fortuna retornó de ella para finiquitar la tarde con una oreja de su agresor y silencio. Por su lado Rafaelillo se llevó saludos y silencio luego de un par de avisos y Valverde silencio en ambos toros. Esta tarde no se llenó el coso por las protestas de las peñas de sol en respuesta a una supuesta agresión del Ayuntamiento de Pamplona.

 


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